ANÁLISIS
Cambiar de nombre cuando no se puede transformar la realidad. Hacia el final del sexenio la falta de resultados ha dado paso a propuestas que en poco contribuyen a solucionar los verdaderos problemas del País.
El legado de pobreza, precarización laboral, bajo crecimiento económico, corrupción y violencia marcan a una administración que no logró definir y aplicar una estrategia exitosa en materia económica, política y social.
A pesar de contar con recursos extraordinarios, principalmente por el elevado precio del petróleo, el sexenio que está por concluir ha debido remar a contracorriente tanto de eventos externos como de sus propios errores.
El primero fue el dar prioridad a una lucha armada contra la delincuencia y dejar a un lado la aplicación de una política económica y social que permitiera enfrentar la crisis de 2009. Al minimizar la magnitud de la recesión, y privilegiar el combate contra el crimen organizado y enraizado en la estructura de la administración pública, el presidente Calderón selló su destino.
La contracción económica debilitó, una vez más, a la sociedad mexicana, condenándola a una precarización no vista desde 1995. Si bien el País logró crecer a partir de 2010, ello no necesariamente ha llegado al bolsillo de la población, los bajos salarios se han hecho parte de la lógica con la que se maneja la política monetaria y la propia empresa. Cualquier planteamiento que esboce al alza de los salarios como mecanismo para impulsar el mercado interno, inmediatamente choca con los argumentos de aquellos que temen a la inflación y no a la pobreza.
Es interesante observar como los estrategas de la política económica son insensibles ante la marginación en la que viven más de 50 millones de connacionales. Al equivocarse en diagnosticar a la crisis se condenó al Gobierno saliente: el resto de su gestión se avocó a la administración de los daños. El sexenio comenzó con marcados signos de debilidad, producto de una elección cuestionada por algunos segmentos de la sociedad. La crisis terminó de minar a la gestión de Calderón, pues lejos de poder consolidar una base social, la elección de 2009 acabó por señalar que su gestión no era bien evaluada por la ciudadanía y que el peso electoral comenzaba a respaldar a la oposición.
El tomar el camino de la lucha contra el crimen organizado también tuvo un costo para la administración pública; si bien se tiene claro que la delincuencia debe combatirse, no existe un consenso sobre que el mecanismo adecuado sea el adoptado.
La estabilidad del castillo de naipes depende de EU, mientras su economía funciona la actividad productiva mexicana también lo hace, el problema es que en los próximos meses la desaceleración volverá a exacerbar los desequilibrios nacionales, por lo que la herencia para el siguiente gobierno le obligará a realizar redefiniciones esenciales.
¿Cuál es el problema a resolver: pobreza, crecimiento, violencia, corrupción, por mencionar algunos de los más relevantes? La definición del gabinete dará la primera señal sobre el cambio que implica tener un nuevo Gobierno, después vendrá el planteamiento de sus objetivos y estrategias; ahí veremos si la elección presidencial gestó un viraje que permita solucionar lo que el actual Gobierno le deja de legado, más allá del cambio de nombre al País.
José Luis de la Cruz Gallegos
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