Es conveniente revisar las causas y efectos de la guerra sucia de los 1960 y 1970 para no repetir errores que añadan nuevas tragedias al cúmulo de las existentes
¿Tropezar con la misma piedra?
Hoy ya no es parte de nuestra discusión considerar a la revolución como la mejor forma de transformar el sistema político. Y sin embargo, hace apenas 18 años estalló en Chiapas un levantamiento armado como consecuencia de la falta de respuesta o supresión autoritaria a demandas razonables.
Hoy, cuando el PRI está a punto de iniciar una segunda etapa como responsable del poder, es oportuno examinar aspectos del que fue su "período clásico". De aquel cuando el control sobre la vida pública se centraba en una presidencia que combinaba sus poderes constitucionales con otros meta constitucionales y anti constitucionales y que en su arrogancia "ni vio ni oyó" a los incómodos. Esa actitud tuvo, a veces, un resultado trágico y a nadie le conviene que nos volvamos a tropezar con la misma piedra.
Fallas en el viejo sistema autoritario priista hubo muchas, pero entre las más obvias se encuentran aquellas donde ciertas demandas no se quisieron procesar de manera justa y pacífica y los inconformes optaron por hacerse oír con las armas en la mano. El poder respondió entonces con efectividad pero haciendo añicos los marcos legales.
Un recuento
Fernando Herrera Calderón y Adela Cedillo son los editores de un pequeño libro titulado: Challenging autoritarianism in Mexico, Nueva York: Routledge, 2012, ("Desafiando al autoritarismo en México"). El subtítulo es más específico: Revolutionary struggles and the Dirty War, 1964-1982 ("Las luchas revolucionarias y la guerra sucia de 1964 a 1982"). Lo importante de examinar muy de cerca los casos en que los descontentos optaron por recurrir a la última instancia de la política -la violencia-, es constatar que el conflicto no tuvo que haber llegado a ese extremo. Y es que, según los autores, en casi todos los casos -algunos muy diferentes entre sí-, los inconformes intentaron primero hacerse escuchar y negociar, pero los "tomadores de las decisiones" simplemente los ignoraron, confiando en que la asimetría de la relación de poder llevaría a que los malcontentos no tuvieran más opción que la ordenada por el virrey marqués de Croix a los novohispanos en el siglo XVIII: "obedecer y callar". Cuando algunos optaron por no callar y acusaron al PRI de traicionar sus principios, entonces fueron reprimidos usando como justificación la gran cobertura ideológica que proveyó la Guerra Fría: su inconformidad fue presentada como portadora de "ideas exóticas" y de ser un instrumento de gobiernos extranjeros.
Madera y Guerrero
Los editores de la obra en cuestión colocan el inicio de la violencia antipriista en los trágicos hechos de 1965 en Ciudad Madera, Chihuahua. Aquí, Elizabeth Henson muestra como la tradición de autodefensa en esa región y que data del siglo XVIII y XIX -la guerra contra los apaches- se combinó en los 1960 con la teoría del "foco guerrillero" del Che Guevara, con los agravios de los serranos por los abusos de madereros (Bosques de Chihuahua) y terratenientes y el desdén del gobernador Práxedis Giner Durán. Los inconforme intentaron antes presentar sus agravios por la vía pacífica pero sin resultados. Al final un pequeño grupo -14- conformado básicamente por estudiantes y maestros decidió hacerse oír atacando la guarnición de Ciudad Madera -que contaba con 125 efectivos- y el resultado fue el desastre total de los insurgentes, la represión sobre los sospechosos de simpatizar con ellos y el inicio de una escalada.
Alexander Aviña presenta el caso de otros dos grupos encabezados por dos maestros -Lucio Cabañas y Genaro Vázquez- en una zona muy distinta, Guerrero, pero también con una tradición de agravios y rebeldía. Ambos movimientos de base campesina intentaron primero métodos clásicos de presión pacífica -marchas y mítines- pero la cerrazón y la abierta represión policiaca y militar les llevaron en los 1960 a la rebelión y a intentar generar un movimiento revolucionario anticapitalista y antiimperialista. ¿Cuántos cayeron en esta brutal guerra sucia que terminó con la destrucción de los insurgentes en los 1970? No lo sabemos, pero un millar es una cifra probable.
Los estudiantes
Del MAR a la Liga 23 de Septiembre. Nadie puede entender los movimientos armados de estudiantes en los 1970 si no se toman en cuenta dos hechos previos: la idea de replicar en México a las experiencias revolucionarias de Cuba y Vietnam y las matanzas de jóvenes que en uso de sus derechos protestaron en plazas y calles en 1968 y 1971. El Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) fue un esfuerzo de un pequeño núcleo de universitarios de izquierda por iniciar la revolución socialista en México, un esfuerzo guiado por una visión muy ideológica y, finalmente, muy distorsionadora de la realidad, que se topó con una represión sin concesiones que, a juicio de Verónica Oikión, fue más que desproporcionada respecto al peligro que realmente representaron para el sistema el MAR y sus derivados. Fernando Herrera aborda el esfuerzo del Frente Estudiantil Revolucionario (FER) de Jalisco por democratizar la vida de la Universidad de Guadalajara, controlada por el PRI, pero ante la imposibilidad lograr su objetivo inicial, evolucionó hasta incorporar a jóvenes de barrios populares, previamente agrupados en pandillas (los vikingos), adoctrinarlos y por la vía del concepto de la universidad como fábrica (estudiantes proletarios en lucha contra la burguesía), transformarse en uno de los grupos guerrilleros más importantes de los 1970: la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S).
La LC23S nació en 1973 y se mantuvo activa por un decenio. Este caso lo examina Romain Robinet bajo la óptica de la micro guerra civil: la LC23S -guevarista- contra el PRI-Estado para dar vida a una nueva revolución que continuara la tarea que la de 1910 había abandonado. El punto culminante fue la "insurrección de Culiacán" de 1974, donde participaron tres centenares de estudiantes. Sin embargo, la esperada revolución popular no se materializó pero los asaltos, secuestros y asesinatos ("justicia revolucionaria") continuaron y la represión incrementó su ferocidad, la propaganda anticomunista su eficacia y la LC23S llegó a su fin sin haber podido contar con una base social significativa.
La última etapa
Al final, Adela Cedillo aborda el tema de las Fuerzas de Liberación Nacional, también conformada por estudiantes y profesionistas de izquierda, a la que define como "una organización político militar que por 24 años (1969-1993) se preparó para una guerra popular [que surgiría como necesidad histórica] que nunca llegó" pero de la que surgiría en Chiapas el neozapatismo: el EZLN (1983), una fuerza armada con base indígena -los indígenas chiapanecos habían acumulado muchos agravios y demandas no satisfechas- que finalmente lograría conmover a México y al mundo, aunque menos como resultado de su marxismo revolucionario y más por la demanda de una justicia elemental negada que justificó la opción armada contra una estructura de autoridad rapaz, prepotente, corrupta y sorda.
Conclusión
En todo sistema político hay demandas que el aparato de gobierno no procesa porque no puede o no quiere. El "ni los veo ni los oigo" suele funcionar porque en la mayoría de los casos en que el poder no toma en cuenta las peticiones o exigencias de los grupos subordinados simplemente no pasa nada. Y es que los demandantes simplemente carecen de los medios de presión adecuados para lograr sus fines. Sin embargo, de tarde en tarde esos que no escuchan equivocan el cálculo y el resultado es un conflicto violento que hubiera podido evitarse.
El PRI que hoy está de regreso ya no tiene la coartada de la Guerra Fría para deslegitimar a sus adversarios y, por otra parte, en México ya hay una consciencia bastante generalizada del costo que pueden tener los choques violentos. Sin embargo, lo ocurrido en Atenco y Oaxaca en 2006, es ejemplo de cómo una estructura de autoridad prepotente y cerrada al reclamo sigue propiciando que demandas sociales mal atendidas desemboquen en violencia. En México no deberían volver a darse las condiciones que llevaron a que una oposición imbuida de entusiasmo justiciero se vuelva a ver tentada a resolver las complejas contradicciones sociales mediante el choque frontal entre el bien y el mal.
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Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104
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