domingo, 11 de noviembre de 2012

Rafael Loret de Mola - Tópicos mexicanos


Cuando está a punto de terminarse la controvertida gestión presidencial de Felipe Calderón, el “demócrata” que no fue capaz de limpiar su propia elección, los tópicos sobre México y su gobierno no han cesado: ejecuciones en buena parte de las entidades federales, narcotraficantes renovados, damnificados por efecto de las catástrofes naturales y la desidia gubernamental, enfrentamientos callejeros por causas que debieron resolverse con inteligencia política, atropellos contra nuestros coterráneos que emigran hacia el norte y una cada vez mayor dependencia financiera respecto a la mayor potencia de todos los tiempos. De soberanía, mejor ni hablamos.
Dentro de una semana será la efeméride que nos recuerda el sacrificio de los hermanos Serdán en Puebla, que debiera marcar el inicio de la Revolución porque la refriega se adelantó a las instrucciones de Madero y sirvió para encender el movimiento. Y perviven, lamentablemente, algunas de las condiciones infamantes que obligaron al desfogue social. Hace poco más de un año, la tragedia de los mineros de Pasta de Conchos nos obligó a encontrar los dolorosos antecedentes de una centuria atrás cuando en Cananea, Sonora, los trabajadores de las minas que reclamaban derechos y mejores salarios fueron reprimidos brutalmente... por los Rangers estadounidenses quienes violaron nuestra frontera de manera impune contratados ex professo por la compañía norteamericana que operaba en la región, la Oversight, Cananea Consolidated Cooper Minning Co.




Lo verdaderamente lamentable es corroborar la resistencia de los males y vicios sólo contrarrestados con el verbo encendido de los demagogos de distintas filiaciones partidistas. Los hay quienes se promueven, con elevadas inyecciones publicitarias en los medios masivos de comunicación, como hicieron los Fox, sin más resultados que el maquillaje malsano de modificar los métodos de medición de la pobreza asegurando haberla abatido; y también se dan, desde la oposición paralizante, algunas figuras incapaces de aportar más que gestos histriónicos, esto es denuncias descocadas y armadas con los pies señalando a ex presidentes y funcionarios variopintos, a los dramas sociales de mayor calado. Me refiero, claro, a las recurrentes inundaciones en el sureste del país, al paso de los huracanes, y a la “celeridad” del tabasqueño López Obrador para acudir... a los juzgados. La demagogia parece el puente entre dos polos en apariencia radicales.
El hecho es que la imagen del país mantiene muy altas sus cotas negativas. A la fábrica de damnificados –en Madrid me dijeron que sería mejor mantener permanentemente la oficina de acopio de víveres para auxiliar a los mexicanos que siempre están bajo el flagelo de la naturaleza y de la ineficacia de su gobierno-, se unen las violentas vendettas por buena parte del país al tiempo que otra industria, la de los secuestros, provee de recursos a los grupos en rebeldía cuya radicalización suena igualmente a chantaje luego de que las autoridades federales iniciaron una cruzada para, siquiera, atemperar el clima infectado. En el ejército se estima que hay, cuando menos, cien bandas armadas en México sobre dos tercios de las entidades federales. La colusión aumenta.
Pero, además, las revueltas cotidianas, lo mismo en Chiapas que en Guerrero bajo gobiernos de signo distinto, presentan a una nación en crisis, crispada y sin operadores políticos con capacidad para negociar y resolver las conflictivas antes de los estallidos. Por ejemplo, si un grupo de seudo estudiantes es desalojado del local del Congreso estatal, como sucedió en Guerrero en 2007 bajo el mando de un empresario convertido al perredismo, el “ex” Zeferino Torreblanca quien goza hoy de impunidad, la cuestión debiera ser por qué no se desactivó el problema antes de llegar a un desenlace tan infortunado. Y es que, como siempre, se habla, como reza el dicho popular, “después del niño ahogado”.
México sigue mostrándose ante el mundo como un país en donde la violencia y la negligencia pública no amainan si bien se vende la estabilidad financiera –dudosa ya-, como panacea.
Mirador
Desde el complejo diciembre de 2006 cuando el símbolo presidencial no bastó para que el mundo atestiguara como asumía el poder un mandatario mexicano, entrando por la puerta trasera de un Congreso convertido en corral de comedias, las presiones callejeras en la ciudad de México disminuyeron. No hay plantones de perredistas pidiendo las cabezas de cuantos son señalados como atracadores políticos. Se deshicieron, en un momento coyuntural, pero no como efecto de la intervención gubernamental sino por decisión de la dirigencia opositora. No perdamos este punto de enorme importancia para analizar la perspectiva. Esto es: no se desactivó la protesta sino se replegó ante la inmovilidad del sistema.

Tal condición ha variado muy poco si bien se insiste que la tranquilidad financiera es demostración fehaciente de buen manejo administrativo que justifica al nuevo régimen por su correcto manejo de la crisis. Desde luego, el presidente en fase terminal ya no atiza las hogueras con chascarrillos baratos, aunque conserva la impunidad sobre sus antecesores validando la antigua fórmula de la hegemonía priísta. Pero hay noticias alentadoras: ya no tendremos a la vista la recurrente, también asfixiante, publicidad a favor del jefe del Estado como elemento de disuasión basado en la manipulación de cifras y acciones públicas.
(En este punto, el columnista recuerda a sus lectores que la línea de exaltación a la figura presidencial varió bien poco en el transcurrir de los sexenios. Las mismas cuotas de optimismo nos endilgaron Salinas, Zedillo, Fox y Calderón, sin más basamento que la promoción de los personalismos, esto es para construir liderazgos artificiales sobre una nación saqueada y vulnerada).
Lástima que el ahorro publicitario sea el punto de mayor relieve en cuanto al imperativo de reformar integralmente al Estado mexicano proveyéndolo de condiciones más viables para el pronunciamiento de la voluntad mayoritaria. De eso se trata la democracia por si lo habíamos olvidado bajo los incesantes efectos del sectarismo rampante. Menos publicidad pero igual gasto político por las derramas a los órganos electorales y la manutención del gigantismo legislativo, entre oras cosas. Demagogia, de nuevo, aunque algo avancemos.
Polémica
Los legisladores se suben sus sueldos sin acreditar merecimientos. Ya ganan casi ochenta mil pesos mensuales más diversas prerrogativas y bonos. ¡Ya viene el fin del año! Los regalos navideños serán de alto calibre por lo visto. En otros tiempos se repartían canastas, ahora además de éstas los bienamados hijos del sistema se dan sus lujos con cargo al erario. Pregúntenles a las amables edecanes con caras de “barbies”.
Mucho me temo que todo ello sea efecto de una condición incómoda de divulgar: la vulnerabilidad del gobierno de la República. Acaso el titular saliente del Ejecutivo federal ha debido aceptar el reparto de prebendas para asegurarse fidelidades en un entorno que sigue siendo, aunque se diga lo contrario, muy complejo. Y lo será más en los próximos meses cuando comiencen a desarrollarse los huracanes financieros. Porque el peso pasa el día devaluándose sin que nade se haya propuesto diversificar nuestras reservas monetarias para no perder el juego diabólico de la especulación entre el dólar y el euro. La idea, desde luego, no es mía sino del brillante economista Robert Mundell, acreditado premio Nóbel.
Por desgracia, en México sólo tienen prioridad los cantos de sirena y la retórica demagógica que llegó a su cúspide con la pareja de refugiados de lujo de San Cristóbal.
Por las Alcobas
No todo es felicidad al otro lado del océano. Un amigo de esta columna, asturiano y asesor financiero en un de los bancos de mayor prosapia en España, me dijo con un dejo de creciente preocupación:
--Esto es una barbaridad. Si los chinos comienzan a comerse nuestros jamones...¿qué vamos a hacer los españoles?
Y es que, sencillamente, en estas tierras en donde el paro crece a límites insólitos cada día –ya alcanza al veinticinco por ciento de la población económicamente activa-, nadie resiste un golpe de jamón de bellota –de eso se alimentan los cerdos ibéricos para asimilar el sabor único que los caracteriza-, ni en los momentos de peor humor. Es un factor hasta de equilibrio social. Diferencias notorias en la idiosincrasia... y las posibilidades.
E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com.mx


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