El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) ha dictaminado que los reglamentos del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) permiten decisiones discrecionales.
Hay momentos en los que la academia se transforma en jungla de los impulsos más primarios. En el SNI quienes evalúan a los aspirantes son comités integrados por investigadores elegidos por sus pares. Los comités están sometidos a una presión brutal, porque deben revisar centenares de casos en tiempos muy breves. En términos generales hacen un espléndido trabajo, pero una reglamención imprecisa e incompleta abre espacios para que afloren amores y rencores.
En 2010 un comité del SNI me bajó del nivel III al II. Apelé con evidencia y meses después revirtieron la decisión. El asunto apestaba y cuando profundicé en los hechos demostré parcialidad: el comité me había aplicado todo el rigor de los reglamentos mientras que violaba la normatividad para favorecer a una colega. Sostuve y sostengo que se trata de un conflicto de interés y un tráfico de influencias. Hace un año dediqué una columna al tema y luego intercambié misivas en este diario con uno de los posibles evaluadores con quien desde hace años tengo una entrañable enemistad. (véase www.sergioaguayo.org)
A raíz del incidente recibí docenas de cartas de colegas que alegaban maltrato de algún comité del SNI. Historias que, por otro lado, son normales en las reuniones de académicos. Para establecer la magnitud de las irregularidades toqué, con el apoyo de la abogada Delia Sánchez, diversas ventanillas.
Para empezar pedí al SNI y al Instituto Federal de Acceso a la Información los nombres de mis evaluadores para confirmar oficialmente que mi entrañable adversario en lugar de excusarse decidió dictaminar sobre los méritos de mi trabajo (una versión obtenida de fuentes del SNI). Después del habitual intercambio de escritos, oficios y amparos se negaron a revelar la identidad invocando el derecho a la privacidad.
También llevé el caso a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y me respondieron, con toda razón, que no eran competentes porque la apelación funcionó y el SNI me restituyó al nivel que tenía. Decidí llevar el asunto al Conapred argumentando que recibí un trato discriminatorio. El 15 de noviembre pasado esa institución me dio la razón en un asunto de fondo y se excusó en otro.
El Conapred concluyó que los criterios cualitativos de evaluación eran "poco claros" y se podían "prestar a actos discrecionales" lo cual afectaba una toma de decisión "justa, proporcional, razonada y libre de discriminación". También detectó ausencia de normas que favorecieran a investigadores con discapacidad, indígenas y afroamericanos, entre otros. Por tanto, exhortó al doctor José Enrique Villa, Director General del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología –del cual depende el SNI– a que haga las correcciones necesarias.
El Conapred también concluyó que carece de competencia para opinar sobre el conflicto de interés (cuando los rencores o afectos inciden sobre la imparcialidad). Es una pena que el SNI haya optado por una estrategia de evasión y atrincheramiento en este asunto.
Una de las gestiones que realicé fue solicitar a la Junta de Honor del Conacyt que además de esclarecer lo que había pasado en mi evaluación, investigara otros casos de conflicto de interés y tráfico de influencias. Desecharon mi petición por no "ser ámbito de su competencia".
Otro ejemplo. El profesor de Chapingo, Víctor Herminio Palacio Muñoz adujo conflicto de interés para pedir que no lo juzgara una colega por la "mala relación peronal que tenía con ella". En marzo de este año una directiva de Conacyt le respondió que Conacyt reconocía que por la "pluralidad de ideas" hay decisiones parciales Sin embargo, le aclaraba que eran incidentes "poco frecuentes" y que para corregirlos cuentan con "prácticas y costumbres que minimizan el impacto de estas diferencias".
¡Cuánta superficialidad! ¿Con qué evidencia asegura Conacyt que la parcialidad es "poco frecuente" en las evaluaciones periódicas a decenas de miles de investigadores? Por otro lado, ampararse en "prácticas y costumbres" que nunca explica es un pobre sustituto a una prohibición explícita del tráfico de influencias o los conflictos de interés que ya están regulados en nuestras leyes.
La ambigüedad es la Santa Patrona de la arbitrariedad. En el SNI sí hay margen para la parcialidad que infla o bloquea carreras académicas. No hay nada personal en esta crítica a la deficiencia estructural de una institución indispensable para la promoción del conocimiento
La miscelánea
El jurista Héctor Cuadra Moreno es un pionero del movimiento de derechos humanos. Se necesitaba valor para ser el primer presidente de la sección mexicana de Amnistía Internacional en los represivos años sesenta. Este jueves será justamente homenajeado entre 4 y 8 de la tarde en el salón Leopoldo Zea de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
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Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104
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