lunes, 3 de diciembre de 2012

Francisco Rodríguez - El beneficio de la duda

Tantas veces nos hemos quemado con leche, que ya hasta a la vaca le soplamos. Por eso es que al señor Enrique Peña Nieto le ha ido bien todo este fin de semana al recibir de sus opositores el beneficio de la duda ya por la integración de su gabinete, lo mismo que por su mensaje a la Nación ya con la banda presidencial cruzada al pecho. 

Beneficio de la duda que también le ha otorgado buena parte de la sociedad informada. “Hay que darle la oportunidad de los clásicos primeros 100 días”, escuché el sábado en innumerables ocasiones. 

¿Por qué 100 días? Bueno pues, porque aparte de la connotación histórica referida al regreso de Napoleón desde el destierro de Elba, justamente 100 días, tal es una expresión periodística habitualmente empleada para bautizar el periodo de gracia concedido a los jefes de Estado y presidentes de Gobierno que ocupan por vez primera ese cargo tras unas elecciones democráticas o el derrocamiento de un régimen autoritario. En un extraño deslizamiento semántico, sin embargo, la expresión ha pasado a ser utilizada por cualquier Ejecutivo para cantar las excelencias de su gestión durante ese breve espacio de tiempo. 




Los 100 días, no son una medida perfecta, pero dicen que sirve para medir la eficacia de un gobierno, ya que los presidentes tienden a ser más eficaces la primera vez que asumen el cargo, cuando su liderazgo parece fresco, nuevo y el aura de la victoria sigue siendo poderosa; y su impacto está, por lo general, en su máximo apogeo. 

No hay nada mágico en ese número, y muchos se han quejado de que se trata de un criterio artificial. Sin embargo, ha sido utilizado por el público, los medios de comunicación, y los estudiosos como un indicador del éxito presidencial y del activismo desde Franklin D. Roosevelt quien fue pionero en el concepto de 100 días cuando asumió el cargo en 1933. 

Roosevelt, en efecto, ascendió a la presidencia de los EEUU en plena crisis económica iniciada en 1929. Y adoptó una serie de medidas regulatorias siguiendo los principios de Keynes, que en la época era el economista más influyente. Presentó su programa “New Deal” con la famosa frase “The only thing we have to fear is fear itself” o “a lo único que debemos temer es al miedo mismo”. 



NOS VEMOSEL10 DE MARZO 



Hasta los intere$ados aplaudidores de Peña Nieto en los medios de comunicación observaron que buena parte de su mensaje fue dirigido “a la tribuna”. Esto es, a endulzar los oídos de una opinión pública ansiosa de paz, mejoría económica, buena educación, más infraestructura, etc. 

No obstante hay escepticismo de si podrá o no lograr sus 13 “decisiones”, habida cuenta de las limitantes presupuestales y, sobre todo, de la fortaleza de aquellos actores empresariales y gremiales –poderes fácticos o grupos de presión-- a los que retó. 

¿Teatralidad? Puede que así sea. Que, por su factura mediática o por ser su mandato producto de los medios, en su asunción al poder el señor Peña haya travestido lo político por lo espectacular. Dichos –no hechos-- susceptibles de ser videograbados, radiados, impresos, procesados y profusamente difundidos como grandes acontecimientos en los ámbitos de la televisión, la radio y los diarios y revistas. Nada más. 

¿Estamos ante un gobierno federal, el que inicia, al que no se le regatee su condición de gobernar por escenificar más que por actuar? 

El próximo 10 de marzo se cumplirán los primeros 100 días del señor Peña al frente de la Administración Pública Federal. 

Veremos entonces si debemos seguir soplándole a la vaca o si de verdad es que nos quemamos con “la mala” leche a la que nos tienen habituados los políticos sin importar el partido del que provengan, ¿no cree usted? 



Índice Flamígero: Andrés Manuel López Obrador siempre ha subrayado que su movimiento “no ha roto un solo vidrio”. Por tal es que resulta altamente sospechoso que los infiltrados en las manifestaciones del sábado en las cercanías del Centro Histórico de la Ciudad de México hayan tenido como blanco los cristales del hotel Hilton, sobre la Avenida Juárez, y que “oportunas” cámaras de televisión hayan dado cuenta de tan lamentable y condenable episodio. ¿Despedida de los calderonistas a AMLO? ¿Bienvenida de los peñistas al Movimiento de Regeneración Nacional que va a convertirse en un partido verdaderamente opositor? + + + Dice la Wikipedia: “En muchos países occidentales, el 13 es visto como un número de la mala suerte. Se habla de triscaidecafobia cuando alguien tiene miedo al número 13. Esta superstición parece venir del hecho de que a la mesa de la Última Cena trece personas se sentaron y en menos de 24 horas, dos de ellas estaban muertas: Jesús de Nazareth y Judas.” 

Leído en http://www.vanguardia.com.mx/beneficiodeladuda-1429764-columna.html

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