miércoles, 19 de diciembre de 2012

Leo Zuckermann -Estupidez tras estupidez


En todos los países hay gente con trastorno de Asperger, una forma de autismo que dificulta la interacción social. Lo que es una verdadera estupidez es que la madre de un joven con esta enfermedad tuviera armas en su casa y haya llevado a su hijo al polígono de tiro a practicar con ellas.
No sorprende, entonces, que Adam Lanza, de 20 años de edad, se haya levantado el viernes, le haya metido cuatro disparos en la cabeza a su madre mientras dormía, posteriormente se haya dirigido a su antigua escuela y, armado con dos pistolas y un rifle, propiedad de su progenitora, haya disparado a mansalva matando a 20 niños, de entre seis y siete años, cuatro maestras, la psicóloga escolar y la directora del plantel. Lanza luego se suicidó para dejar un total de 28 víctimas, incluyendo el propio joven que tuvo acceso a tres de por lo menos una docena de armas que su madre poseía.




En una entrevista con amigos de Nancy Lanza, la mujer que sabía que su hijo tenía un desequilibrio mental, les preguntan sobre sus armas. Responden que era muy responsable con ellas: que las manejaba con mucho cuidado y que las tenía bien guardadas. Es el colmo: la justificación de la estupidez. Es como aquellos estadounidenses que dicen que las armas no matan, que lo que mata son las personas. Es cierto, pero en una sociedad donde están prohibidas, o por lo menos reguladas, la compraventa de armas de fuego, los jóvenes con trastorno de Asperger no tienen un arsenal en su casa. Quizá puedan ser violentos con cuchillos o cócteles Molotov, pero no llegan al extremo de ir a descargar un pistola Glock de 10mm, otra de 9mm SIG Sauer y un rifle Bushmaster equivalente a un AR-15 que se utiliza en combate.
No puedo creer la estupidez de la madre de Adam, la verdadera trastornada en esta historia. Menos aún que sus amigos traten de justificarla como una señora "alegre" que responsablemente cuidaba de sus armas.
Estados Unidos me parece un país muy admirable en muchos aspectos. Pero también, como todas las naciones, tiene atributos negativos. Uno de ellos es, sin lugar a dudas, su gusto por las armas. Han interpretado laxamente la Segunda Enmienda Constitucional para tolerar un mercado libre de armas que van desde pistolitas hasta rifles de asalto de altísimo poder.
Los datos son escalofriantes: se estima que en los hogares privados en Estados Unidos hay entre 280 y 300 millones de armas de fuego, cada año se agregan cuatro millones más, 47 por ciento de los adultos americanos responde que tienen por lo menos un arma de su propiedad, al año mueren 30 mil personas víctimas de las armas de fuego, más de la mitad por suicidios, y 606 personas mueren al año por disparos accidentales en sus casas, de los cuales 62 son menores de 15 años.
Estas estadísticas las tomo de un artículo de Jeffrey Goldberg aparecido este mes, antes de la masacre en la escuela primaria Sandy Hook en Connecticut, en la revista The Atlantic. Titulado "El caso a favor de más armas (y más control de armas)", el ensayo argumenta que el control de este mercado no es la solución a la violencia relacionada con las armas de fuego en Estados Unidos. ¿Por qué? "Porque es muy tarde". Ya hay muchas armas en los hogares estadounidenses. Sería prácticamente imposible encontrarlas y confiscarlas. Por tanto, argumenta Goldberg, hay que permitir que la gente cargue con armas para defenderse. Si un loco llega a un cine a disparar, como ocurrió en Aurora, Colorado, en el verano pasado, pues las víctimas son muchas porque nadie lo repele. En cambio, si en el público hay gente armada, pues podrían enfrentarlo, lo cual minimizaría el número de víctimas. Además, el hecho de que todos sepan que hay más individuos armados, actúa como un incentivo disuasivo.
Goldberg, sin embargo, está a favor de una mayor regulación en la compra-venta de armas de fuego. Que, por ejemplo, todos aquellos que quieran adquirir una, deban pasar una revisión gubernamental para comprobar que no son criminales o pacientes mentales.
Después de la masacre de Sandy Hook, uno esperaría que los estadounidenses se pongan a discutir en serio su obsesión por las armas. En este momento, políticos y medios lo están haciendo. Sin embargo, se corre el riesgo de que suceda lo mismo que ocurrió en julio en la masacre del cine en Colorado que dejó 12 muertos: una ola de indignación que luego menguó. Al final no pasó nada, absolutamente nada. Y, ahora, en diciembre, otro joven, con las armas de su madre trastornada, mató a 20 niños y 7 adultos. Estupidez tras estupidez que va dejando una estela de inocentes en la morgue.

Twitter: @leozuckermann


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