Si se cumple con lo dicho, hoy el presidente Enrique Peña Nieto enviará al Congreso de la Unión el primer Paquete Económico de su gobierno con el proyecto de presupuesto de egresos, la ley de ingresos, y los criterios generales de política económica para 2013.
Del paquete económico que hoy se entrega no se espera mucho. Será uno “inercial”, que dé continuidad a los principales lineamientos que impulsó el gobierno anterior en los grandes rubros presupuestales y de ingresos tributarios: Un marco macroeconómico prudente, ingresos tributarios esperados acordes a un crecimiento económico cercano a 3.5%, ingresos petroleros similares a 2012, fuerte énfasis en los presupuestos destinados a los programas sociales, de combate a la pobreza, de seguridad y de educación; así como una política de deuda pública acorde con una meta de déficit presupuestal de cero como lo marca el Artículo 11 de la Ley Federal de Presupuesto y de Responsabilidad Hacendaria y que el presidente Peña Nieto recordó en su primer discurso de gobierno.
El matiz anunciado por el propio Peña Nieto y por su secretario de Hacienda, Luis Videgaray, estriba fundamentalmente en que veremos una redistribución del gasto en aquellos presupuestos no comprometidos -que representan un porcentaje menor del gasto total- respondiendo a los énfasis de su gobierno y a los compromisos que se firmaron en el Pacto por México con los presidentes de las tres principales fuerzas políticas del país.
Así, este Paquete Económico tendrá un “toque distintivo” en materia de gasto, pero no “significativo” respecto de lo que vimos en años anteriores.
¿A qué me refiero? A programas de austeridad en el gasto corriente que no tendrán un impacto relevante en el monto del presupuesto total y en la reducción del déficit, pero que sí buscan proyección mediática para convertirse en uno de los sellos de este gobierno.
Lo verdaderamente relevante para fines de reducción del déficit presupuestario -que a octubre pasado ascendió a 172 mil millones de pesos según Hacienda- tiene que ver con las partidas relevantes sobre las que el gobierno sí está en posibilidad de decidir su reducción, como por ejemplo la inversión pública en carreteras, telecomunicaciones, energía y en infraestructura hidráulica, áreas en las que el presupuesto de gasto creció fuertemente en los últimos seis años.
La clave para que estas reducciones del gasto público no afecten la inversión total radica en las modalidades de participación del sector privado en los proyectos, de tal manera que éste asuma la mayor parte del desembolso a cambio de una rentabilidad prometida. Peña Nieto intensificará estas modalidades.
Aunque tampoco se puede ignorar que el gobierno de Felipe Calderón dejó “colchones” de dinero a través de subejercicios en el presupuesto que aún se tendrán que cuantificar, pero que -junto con la reducción del gasto en proyectos no recurrentes de infraestructura- serían suficientes como para alcanzar el déficit presupuestal de cero que marca la ley.
Como se ve, el Paquete Económico que hoy conoceremos será inercial con algunos toques propios de este gobierno; pero sobre todo será un presupuesto “de transición” hacia una reforma hacendaria que desde el 1 de enero próximo comenzará a negociarse y de cuyo éxito político y alcance económico, sin exagerar, depende el futuro del gobierno de Enrique Peña Nieto.
samuel@arenapublica.com | @SamuelGarciaCOM | www.samuelgarcia.com
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