martes, 12 de febrero de 2013

Leo Zuckermann - La elección de un Papa con otro Papa vivo


Bien dice Bernardo Barranco, experto en la Iglesia católica, que la abdicación del papa Benedicto XVI genera una serie de situaciones inéditas. Para empezar, habrá dos sumos pontífices vivos porque no existe el título de ex papa. Uno estará recluido en un monasterio dentro del Vaticano, el otro ejerciendo las funciones de líder de la mayor congregación cristiana del mundo. Pero lo más interesante, desde un punto de vista político, es que el cónclave de cardenales electores deberá elegir a un nuevo Papa con su antecesor vivo. Esto, en la práctica, cambia las reglas del juego sucesorio en la Iglesia católica. ¿Hasta dónde influenciará Joseph Ratzinger el cónclave que elegirá a su sucesor?



Para cualquier politólogo, el proceso de elección de un Papa es fascinante. Estamos hablando de una de las instituciones más antiguas que perviven. Si la Iglesia católica se mantiene vigente, con un gran poder, es porque algo ha hecho bien para sobrevivir por más de dos mil años. Con muchos problemas y escisiones, pero ahí sigue presente. La Iglesia ha transitado desde la época del Imperio Romano hasta el mundo actual, donde lo que predominan son los estados nacionales con regímenes democrático-liberales, pasando por estados monárquicos, algunos de los cuales descubrieron territorios desconocidos para los católicos. Se dice fácil, pero la Iglesia, gradual y tortuosamente, ha sabido adaptarse a los tiempos. Ha cambiado sus doctrinas y reglas de operación, incluyendo la elección de su autoridad máxima, el Sumo Pontífice, Obispo de Roma.

Han sido muchas las modificaciones. Antes, por ejemplo, algunos monarcas europeos podían vetar a ciertos candidatos papales, lo cual ya está prohibido. A lo largo del tiempo, el proceso sucesorio papal se ha refinado. En 1996, el papa Juan Pablo II decretó una nueva Constitución Apostólica conocida como Universi Dominici Gregis que reemplazó la legislación anterior de 1975. Hubo cambios en el cónclave. Se establecieron, por ejemplo, el número de votaciones que se podían realizar cada día y si los cardenales electores no se ponían de acuerdo después de un número determinado de días, se procedía a elegir al nuevo Papa por mayoría simple en lugar de por una votación calificada de dos terceras partes. Benedicto XVI cambió esta regla, de tal suerte que ahora tiene que ser forzosamente por un voto de dos terceras partes de los cardenales electores.

El papa Ratzinger ha dicho que él se va a recluir; que regresará a escribir. Es lo que le gusta. Este Papa se ha caracterizado por su actividad intelectual. La pregunta es hasta dónde va a influir para que quede un sucesor de su agrado.

Cuando murió Juan Pablo II, Bernardo Barranco me dijo que el entonces Pontífice había dejado todo organizado para su sucesión. Un colegio cardenalicio a modo, con muchos aliados, que muy pronto eligieron al que fue uno de los hombres fuertes del papa Wojtyla, es decir, a Ratzinger, quien inmediatamente comenzó el proceso para santificar a su antecesor. Juan Pablo II habló, y muy fuerte, desde su tumba. La pregunta es qué hará Benedicto XVI, no desde el más allá, sino desde el más acá. ¿Hasta dónde intervendrá?

Lo que viene en la Iglesia católica es fascinante por donde se vea. Un proceso inédito de elección de un Papa con su antecesor vivo. Si de por sí la política es muy intensa en el Vaticano, imaginemos lo que sucederá a partir de marzo en que se convoque a un nuevo cónclave. Lo que estará en juego es mucho. Al morir Juan Pablo II, quien duró casi 27 años en el trono de San Pedro, se dijo que vendría un Papa “de transición”. No sorprendió, entonces, que la decisión cayera en un cardenal de 78 años de edad muy cercano al recién fallecido Pontífice. Se supone que duraría poco. Pero Benedicto XVI lleva casi ocho años de papado. Tiene 85 años y está enfermo. Ya no puede con la gran carga de liderar a una Iglesia con múltiples problemas. Por eso, con mucha responsabilidad y quizá colmillo político, decidió abdicar. Tendría que venir, ahora, un Papa que le imprima un nuevo sello a la Iglesia católica para este nuevo milenio. Un nuevo Vicario de Cristo que coexistirá con otro Santo Padre vivo.

Fuente: http://www.excelsior.com.mx/leo-zuckermann/2013/02/12/883807

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