Se acerca el 14 de febrero, la fiesta de los amantes. Muchos se deleitarán con la fecha, pero otros la padecerán. Amar es una opción que enfrenta a dramáticos dilemas. Y a veces duele, ¿por qué?
Quizá ocurrió sin que te dieras cuenta. Te tardaste en comprender, en darte cuenta de que por fin lo estabas experimentando, tal vez lo hayas anhelado mucho tiempo; o quizá ni siquiera pensabas en ello, pero pasó. Esa mezcla de euforia, alegría y deseo se apoderó de ti, eso que se considera el sentimiento más noble y elevado, lo que mueve a las personas y al mundo: el amor, sentimiento que parece dividirse entre la sublimación y la tragedia, ese que ha hecho correr ríos de lágrimas, sangre y tinta, el eterno protagonista de poemas, canciones, manuales y tratados; el causante de desvelos, angustias y crímenes. Aquel que la mitología romana describe como un niño, armado con flechas y con los ojos vendados —lo que hace comprensible su notable ineptitud— trastorna todo lo que toca. El amor fascina, intriga y seduce; sin embargo, parece que para algunos, también es fuente inagotable de dolor pues también puede enfermar, torturar, matar. Todos en algún momento hemos buscado con desesperación al amor, en la mayoría de los casos sin siquiera tener idea de lo que es ni de lo que implica. Para muchos significa la llegada de una mujer perfecta o un príncipe que los libre del tedio y de sí mismos; que les de lo que ni ellos mismos son capaces de dar.
Muchos aún sueñan con el final de novela o cine, otros postean todo el día canciones y memes llenos de añoranza, desamor, amargura. ¿Cuántos de los que leen estas líneas son el eterno amigo en espera de que lo pelen?, ¿cuántos están en una relación en la que existe todo menos amor, en la que los une cualquier cosa, menos ese bello sentimiento? Deprimirse porque nadie te regalará un peluche o un chocolate en San Valentín, regodearse en el dolor, la decepción y el rechazo cada fin de semana. Negarse a olvidar y dejarle todo al destino, a un chupamirto, poción o a un par de calzones, son pruebas de lo mucho que necesitamos aprender sobre cómo nos relacionamos. Muestra que el amor no es ciego, nosotros sí.
EL AMOR ES UN ESTEREOTIPO
Definido por el diccionario como el “conjunto de sentimientos que ligan una persona a otra, o bien a las cosas o ideas”, el amor es una construcción sociocultural. Tania Esmeralda Rocha Sánchez profesora e investigadora de la facultad de psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señala que en dicha construcción hay muchas expectativas que, con frecuencia, rebasan las posibilidades reales de la persona o no coinciden con los cambios que continuamente se dan en las relaciones humanas en general. Otro factor importante son las creencias y los estereotipos que tenemos, no sólo acerca del amor sino sobre cualquier aspecto, pues la investigadora señala que los consideramos ciertos e incuestionables, “quizá en algún momento de la Historia han parecido funcionales, han pasado de generación en generación porque los consideramos un saber intocable; por ejemplo, se sigue insistiendo que el éxito es tener una familia, una pareja estable; permanente, que dure años”. Aunado a estos estereotipos, la experta señala que creencias religiosas, canciones, telenovelas y medios de comunicación funcionan como mecanismos reguladores, de control “deberíamos preguntarnos por qué todavía nos venden la misma historia de amor; el más pobre, feo e infeliz un día será dichoso, pero mientras, hay que sufrir. En las ideas religiosas, el amor implica sacrificio, dolor”.
Por su parte, Vanesa Maldonado Macedo, socióloga de la UNAM, especialista en género, manifiesta que el amor y la elección de pareja como la conocemos es muy reciente, ya que los matrimonios eran “negocios, intereses familiares, políticos, económicos y sociales. Cuestión que enfatiza Tere Díaz, psicoterapeuta familiar y de pareja de la organización Psicoterapia La Montaña, “antes hablar de ello no era ni tema; el erotismo, la atracción, el compromiso siempre han existido, pero el amor como tal es un concepto que se creó hace relativamente, poco tiempo. Hoy pocas personas se emparejan sin estar enamoradas; muchas eligen con quién relacionarse porque quieren y porque les satisface”. Las especialistas coinciden en que dichos mecanismos de presión e ideas preconcebidas se legitiman y repiten todo el tiempo. Maldonado Macedo señala que la idea de la media naranja, tiene que ver con una cuestión histórica de minusvaloración de las mujeres, “como no están completas, necesitan buscar a alguien que las cuide; los ritos matrimoniales tienen que ver con esa idea de entregarte, cuando se trata de compartir; a las mujeres aún se nos enseña que la meta es tener marido: puedes ser profesionista, pero debes casarte, reproducirte, como si eso fuera una cuestión fundamental”. Los estereotipos amorosos envuelven nuestras prácticas cotidianas, nos resultan normales, aceptables y construyen nuestra realidad, que, según la socióloga se cimenta no sólo con hechos sino con palabras, pues absorbemos cuestiones culturales y sociales que hacemos parte de nuestra identidad. “Las canciones más populares son, si me dejas me muero, no soy nada; si no estás conmigo no sé qué será de mí, no puedo vivir sin ti. Si todos los días escuchamos esas situaciones claro que lo creemos; pensamos que si no me caso, que si esa persona que a mí me gusta no me hace caso, es porque no soy suficiente, no valgo nada y debo sufrir mucho”.
Para Rocha Sánchez lo ya descrito es una situación muy común, “tenemos una serie de creencias y mitos que han permeado la idea del amor, de que las relaciones tienen que ser para siempre, en el bien y el mal, la salud y la enfermedad; se nos olvida que en las uniones de pareja hay etapas, ciclos, cambios y que no siempre se entra a una relación por la misma razón, hay quien aún lo hace por fines pragmáticos, económicos”. Tere Díaz añade que la cultura popular tiene un gran impacto porque es un modelo, un ideal pero es “romántico, muy idealizado, poco aterrizado; no significa que el amor no tenga aspectos gratos, de idealización, pero es muy difícil que un amor real, sostenido en el tiempo conserve esas características” y agrega que otra creencia común —y muy dañina— es aquella en la que “si tú no eres todo para mí y yo no soy todo para ti, y a veces prefiero ver a un amigo o quedarme solo, significa que no te importo, como si el amor tuviera que ser total. Ocurre al principio pero esa actitud a la larga satura, asfixia y agobia”, destaca la entrevistada.
CÓMO AMABA MARGA LÓPEZ
Vanesa Maldonado declara que los estereotipos tienen a nivel personal y social un efecto devastador en hombres y mujeres. “Muchos no se sienten amados ni respetados o de plano no lo son, pero van en contra de lo que quieren por responder a estos valores”. Para la especialista en género, la cultura popular todavía promueve el amor a lo Marga López (sufrido, imposible, difícil, absoluto, cursi), “en ese sentido la sociedad no ha cambiado mucho, se siguen reproduciendo las creencias de Walt Disney, de las revistas de moda. Creo que mientras sigamos así, las relaciones van a ser desiguales, dolorosas, complicadas”. La socióloga señala que los estereotipos antes de complicar la relación de pareja, complican la relación con uno mismo, pues al asumirlos se pierde la capacidad de discernir y de elegir, “estás absorto en tener que ser así; no es si puedo o quiero, si me gusta o no. Debo responder cómo se establece, porque todos lo hacen y eso espera el mundo de mí, porque cuando uno está en pareja o se casa está completo y feliz; es lo mejor que te puede pasar y si ya tienes hijos, prácticamente ya te puedes morir, tu vida está hecha, realizada”, ataja.
EL PRIMER AMOR
Rocha Sánchez argumenta que el amor está vinculado estrechamente con un proceso básico en todos los seres humanos: el apego. “Los primeros afectos, la primer relación con las primeras personas que nos cuidan cuando somos pequeños, determinan en gran medida la base para lo que después van a ser nuestras relaciones —en general y de pareja— al ser adultos”, explica. Así que si esos vínculos generan ansiedad, angustia o están cargados de rechazo, violencia, e inestabilidad, pueden provocar confusión e inseguridad respecto a cómo relacionarnos con los otros, y producirán situaciones de sobra conocidas, como evitar el compromiso y la intimidad. Las relaciones se vuelven inestables, deficientes, y predomina la idea de que el otro tiene la obligación de hacernos felices y debe darnos todo lo que no recibimos. “Buscamos a papá y a mamá; se da un encaprichamiento con la persona y la relación se condiciona mediante el chantaje, el control, la manipulación o amenazas (de quitarse la vida o dejar la relación)”.
La experta también establece que, si con el paso del tiempo no tenemos experiencias que transformen esos primeros aprendizajes (relaciones saludables, vínculos estables, un proceso terapéutico) nos quedamos con muchas cosas guardadas “que tarde o temprano emergen en las relaciones adultas”. La investigadora comenta que esto lleva a un fuerte desencanto en las personas, “se nos ha inculcado todo esto de la media naranja, que alguien que fue creado para complementarnos, el alma gemela; eso hace que se inicie la relación con un pliego petitorio de lo que el otro tiene que satisfacer”. Otro elemento importante son las experiencias de vida, cómo han sido otras relaciones, y sobre todo el amor propio, “si hay problemas de autoestima e inseguridad, esto puede provocar relaciones de codependencia, celos patológicos que desgastan a las personas, situaciones de violencia y vínculos parasitarios, en los que se vive a partir del otro, sin aportar nada a la relación. La investigadora remarca que para las personas que arrastran cosas irresueltas desde la infancia puede ser verdadero viacrucis tener una relación de pareja, porque “una y otra vez regresará a lo mismo, debido a que el problema no está en las personas de afuera, sino en sí mismo; en lo que busca y trata de compensar con la relación”.
ÁMATE A TI MISMO
Tania Rocha detalla que el amor en pareja debe tener como base el amor propio. “Creo que las personas no sabemos amarnos a nosotros mismos y eso contribuye a que la forma en la que nos vinculamos, sea soportar desprecios, rechazos o suponer que entre más duele es más genuino, fuerte y mejor se está”. Además de la autoestima, es fundamental el autoconocimiento tener claridad de quién soy, de qué es lo que me gusta, cuáles son mis expectativas, deseos, metas, “a veces una relación no saludable se da debido a que tú no te conoces y el otro termina creando una versión de ti, imponiendo características que no te corresponden”. Aunado a ello la entrevistada sugiere desarrollar una mirada flexible: “Estamos en un entorno donde existen muchas creencias, mitos y expectativas sobre cómo deben de ser las relaciones exitosas, no tenemos esta apertura para negociar en nuestras relaciones y dialogar y acordar que es lo que mejor me acomoda más allá de lo socialmente establecido”, lamenta.
LAS RELACIONES NO SON PARA TODOS
No todos los hombres y mujeres son iguales, hay individuos que desafían las ideas preconcebidas del amor y buscan relacionarse de manera distinta pero, para Tania Rocha, hay muchos retos por delante: “Nos falta muchísimo. No somos flexibles ni nos hemos abierto lo suficiente a los cambios que exigen pensar, replantear el amor y las relaciones de pareja desde otro lugar. Nuevas posibilidades como el “poliamor”, parejas swinger, sin olvidar las relaciones homosexuales, lésbicas que son otras manifestaciones de amor y que también tienen sus ciclos, problemas, riquezas y cuestionan muchos de los estándares o de los planteamientos que habíamos considerado estáticos y universales. Habría que fomentar y trabajar muchos el amor propio desde pequeños para después compartir lo que somos”, acentúa.
Según lo señalado por Rocha, todos podemos enamorarnos porque el enamoramiento depende de cuestiones fisiológicas como la atracción, deseo “todos estamos equipados con un organismo y un cerebro con potencial erótico para vivir esta experiencia, pero de eso a estar preparados para establecer una relación de pareja, hay una enorme diferencia”. Del mismo modo recalca que todos tenemos ciertas expectativas y necesidades a cubrir cuando nos vinculas con alguien. Lo que hace la diferencia es la posibilidad de construir esa relación de manera continua y trabajar por mejorarla. Para ello, dice la especialista, debe existir capacidad de reflexión, de negociación y de autocrítica, así como disposición para flexibilizar nuestras posturas. De igual relevancia es tener claridad de lo que se persigue en las relaciones, “no es que esté mal tener una relación informal, sin compromiso, o una formal pero se deben tener claro para uno mismo y para el otro nuestros deseos y propósitos”.
En tanto, Vanesa Maldonado destaca la importancia de tener una posición crítica frente a lo que nos inculcan así como el reconocernos como sujetos valiosos “no valemos ni más ni menos que el otro, tal vez yo no quiero tener hijos, no me gustan los niños, no me interesa. Debo mirarme analizarme”. Ambas expertas sugieren incluso incorporar una materia escolar específica sobre el amor y las relaciones. “Necesitamos educación sentimental, afectiva, corporal; es necesario apropiarnos de nuestro cuerpo, nuestros pensamientos, nuestros deseos, poder elegir y apropiarnos de nosotros mismos en vez de querer hacerlo con el otro”, dice.
¿UNA DISFUNCIÓN?
Aunque creamos que es fácil reconocer cuando estamos en un relación enfermiza, es más complicado de lo que parece ya que con frecuencia se confunde intensidad con disfunción, además de que el apego puede ser muy fuerte. De acuerdo con Rocha Sánchez, es muy difícil darse cuenta de que uno está en una relación enfermiza, porque nuestros miedos y la necesidad de apego pueden ser más fuertes que todo el malestar experimentado, “una forma de identificar que la relación de pareja que tenemos no es saludable es cuando advertimos un malestar tanto emocional como físico; sentimos que vivimos en una prisión, enfrentamos un desgaste y estrés permanente”. No obstante aclara que todas las relaciones de pareja, por supuesto, van a tener etapas de conflicto, de desacuerdo, pero eso es muy distinto a estar en una relación incluso a costa del bienestar propio, “soportar que denigren tu integridad, que cuestionen tus principios o las formas en las que has definido tu realidad, expectativas y metas, es una señal de alerta”.
Tere Díaz apunta que puedes notarlo en los efectos que provoca, ya que una relación no saludable produce mucha inquietud, pues a pesar de las dificultades, debe generar paz y tranquilidad, una sensación de estar a gusto, si por el contrario, lo único que persiste es miedo o ansiedad es un indicador de que algo está mal. Asimismo, una mala relación disminuye tus posibilidades, “dejas tus actividades, tu círculo de amistades se reduce, te haces más dependiente y en vez de evolucionar, retrocedes”. Ante ello “habrá que cuestionar la salud mental de los participantes de la relación, también cuando todo tiene que ser azotado, arrojado. El límite es cuando se cae en violencia, agresiones, acoso, limitar al otro.
Una relación sana debe causar placer, no sólo sexual, incluye momentos, de disfrute de encanto, si produce más dolor o sufrimiento que placer, hay problemas. “Un buen amor debe aportarte madurez, un criterio más amplio un mejor manejo emocional, mejor ejercicio de la voluntad”, manifiesta Díaz .
EL BUEN AMOR
Antes, las personas se morían entre los 30 y 35 años. Hoy, con una esperanza de vida promedio (70 años) pasan mucho más cosas que lo que otras generaciones vivieron. Así lo señala Rocha. “Hay mucho más tiempo para desilusionarse, volver a ilusionarse, enojarse, contentarse, entonces también hay un reto en las formas en las que vamos a negociar. Si consideramos que el matrimonio o juntarse es el clímax y que de ahí todo es cuesta abajo, ya empezamos mal”. La también profesora expresa que al considerar la posibilidad de unirse a alguien, comienza un nuevo proceso de conocimiento “recordemos que el enamoramiento es ciego, noviazgo, no-vio”. Es cuando ciertos mitos vuelven con fuerza, “el amor todo lo puede y todo lo cambia, tenemos el recordatorio de la madre o de personas significativas; es tu cruz, cuando sea viejo se va a calmar”.
Para la experta, un amor saludable, constructivo, implica no absorber a la persona, ni estar por encima de ella; “un amor sano implica que no debería haber condicionantes, ni provocar dolor, con la codependencia vives a partir de la otra persona, incluso por encima de su libertad y sus derechos, para que haya un amor maduro tendríamos que hablar de que hay una autoestima saludable en las personas que integran la relación, en la codependencia predomina la inseguridad y la autoestima baja, se busca atrapar al otro para poder subsistir y eso resulta muy desgastante, no hay libertad en la pareja, para moverse, para pensar, para ser y estar de manera independiente cada uno”. De acuerdo con Rocha, los tres componentes básicos de una relación sana son: pasión, intimidad, compromiso, se inicia con la pasión, crece la intimidad y se llega al compromiso, que significa “yo quiero estar en esta relación, de hecho, cuando están presentes esos tres componentes, hablaríamos de un amor maduro, en su máxima expresión”.
CADENAS ROMPIBLES
El obedecer a las preconcepciones amorosas y de cualquier tipo, limita al ser en toda su expresión y daña la forma de vivir, sentir, desear, amar y luchar. “A algunos les parecerá exagerado o escandaloso lo que digo, porque así hemos funcionado, pero mucha gente se casa nomás porque sí, porque hay que hacerlo”, critica Maldonado. “No es, yo te amo aunque no me ames; sé feliz aunque no sea conmigo, yo sufro muchísimo pero tú sé feliz aunque me muera de dolor. Esta situación debe transformarse, tenemos que romper con esta cultura popular que nos limita y nos hace relacionarnos sin siquiera desearlo, sin reflexionar, dejo que me pase y ya; lo tomo, si quiero o no quién sabe, pero lo hago”, opina. Tere Díaz, asegura que el problema también radica en que muchos de los clichés sentimentales no los tenemos de manera consciente, por lo que resulta aun más difícil transformarlos, debido a que ni siquiera sabemos que nos dominan. Los prejuicios impiden abrirse a otras posibilidades y modelos, así como a cuestionar nuestras relaciones, “aunque hay un avance de nuevos modelos amorosos, nuevas maneras de amar o un deseo de desbancar ideas muy convencionales, románticas o conservadoras.
Siempre hay una fuerza del contexto que tiene peso, poder que dificulta el cambio de paradigmas, eso hace que las personas duden de sí mismas y de lo que en realidad desean. Yo puedo saber que requiero un trato igualitario con mi pareja pero sí yo le tengo miedo, hay diferencia de poder y me educaron para que obedeciera, es muy difícil, tal vez entiendas que no es correcto, pero aplicarlo es distinto”. Al respecto,Tania Rocha expone que nuestra vida está llena de muchas relaciones amorosas, (con amigos y la gente que conocemos a lo largo de la vida) entonces, una primer posibilidad sería encontrarnos con alguien capaz de generar una visión diferente de lo que hemos vivido, aprendido, pero esto es dejarlo a la suerte. “El trabajo es darnos cuenta y reconocer -porque tenemos esa capacidad- si utilizamos a las personas o sacrificamos cosas que nos gustaría hacer, por estar con alguien. Se requiere de mucha valentía para reconocerlo y así construir relaciones diferentes”. Manifiesta que para ello se debe aprender a dar y recibir de manera distinta y menciona que lo ocurrido en nuestra infancia es un aprendizaje, que puede transformarse, “no quiere decir que debemos quedarnos con ello aunque no nos sirva, podemos obtener una nueva visión de nosotros mismos, todos necesitamos un proceso de reaprendizaje personal y cada quien debe encontrar su forma de sanación.
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Quizá ocurrió sin que te dieras cuenta. Te tardaste en comprender, en darte cuenta de que por fin lo estabas experimentando, tal vez lo hayas anhelado mucho tiempo; o quizá ni siquiera pensabas en ello, pero pasó. Esa mezcla de euforia, alegría y deseo se apoderó de ti, eso que se considera el sentimiento más noble y elevado, lo que mueve a las personas y al mundo: el amor, sentimiento que parece dividirse entre la sublimación y la tragedia, ese que ha hecho correr ríos de lágrimas, sangre y tinta, el eterno protagonista de poemas, canciones, manuales y tratados; el causante de desvelos, angustias y crímenes. Aquel que la mitología romana describe como un niño, armado con flechas y con los ojos vendados —lo que hace comprensible su notable ineptitud— trastorna todo lo que toca. El amor fascina, intriga y seduce; sin embargo, parece que para algunos, también es fuente inagotable de dolor pues también puede enfermar, torturar, matar. Todos en algún momento hemos buscado con desesperación al amor, en la mayoría de los casos sin siquiera tener idea de lo que es ni de lo que implica. Para muchos significa la llegada de una mujer perfecta o un príncipe que los libre del tedio y de sí mismos; que les de lo que ni ellos mismos son capaces de dar.
Muchos aún sueñan con el final de novela o cine, otros postean todo el día canciones y memes llenos de añoranza, desamor, amargura. ¿Cuántos de los que leen estas líneas son el eterno amigo en espera de que lo pelen?, ¿cuántos están en una relación en la que existe todo menos amor, en la que los une cualquier cosa, menos ese bello sentimiento? Deprimirse porque nadie te regalará un peluche o un chocolate en San Valentín, regodearse en el dolor, la decepción y el rechazo cada fin de semana. Negarse a olvidar y dejarle todo al destino, a un chupamirto, poción o a un par de calzones, son pruebas de lo mucho que necesitamos aprender sobre cómo nos relacionamos. Muestra que el amor no es ciego, nosotros sí.
EL AMOR ES UN ESTEREOTIPO
Definido por el diccionario como el “conjunto de sentimientos que ligan una persona a otra, o bien a las cosas o ideas”, el amor es una construcción sociocultural. Tania Esmeralda Rocha Sánchez profesora e investigadora de la facultad de psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señala que en dicha construcción hay muchas expectativas que, con frecuencia, rebasan las posibilidades reales de la persona o no coinciden con los cambios que continuamente se dan en las relaciones humanas en general. Otro factor importante son las creencias y los estereotipos que tenemos, no sólo acerca del amor sino sobre cualquier aspecto, pues la investigadora señala que los consideramos ciertos e incuestionables, “quizá en algún momento de la Historia han parecido funcionales, han pasado de generación en generación porque los consideramos un saber intocable; por ejemplo, se sigue insistiendo que el éxito es tener una familia, una pareja estable; permanente, que dure años”. Aunado a estos estereotipos, la experta señala que creencias religiosas, canciones, telenovelas y medios de comunicación funcionan como mecanismos reguladores, de control “deberíamos preguntarnos por qué todavía nos venden la misma historia de amor; el más pobre, feo e infeliz un día será dichoso, pero mientras, hay que sufrir. En las ideas religiosas, el amor implica sacrificio, dolor”.
Por su parte, Vanesa Maldonado Macedo, socióloga de la UNAM, especialista en género, manifiesta que el amor y la elección de pareja como la conocemos es muy reciente, ya que los matrimonios eran “negocios, intereses familiares, políticos, económicos y sociales. Cuestión que enfatiza Tere Díaz, psicoterapeuta familiar y de pareja de la organización Psicoterapia La Montaña, “antes hablar de ello no era ni tema; el erotismo, la atracción, el compromiso siempre han existido, pero el amor como tal es un concepto que se creó hace relativamente, poco tiempo. Hoy pocas personas se emparejan sin estar enamoradas; muchas eligen con quién relacionarse porque quieren y porque les satisface”. Las especialistas coinciden en que dichos mecanismos de presión e ideas preconcebidas se legitiman y repiten todo el tiempo. Maldonado Macedo señala que la idea de la media naranja, tiene que ver con una cuestión histórica de minusvaloración de las mujeres, “como no están completas, necesitan buscar a alguien que las cuide; los ritos matrimoniales tienen que ver con esa idea de entregarte, cuando se trata de compartir; a las mujeres aún se nos enseña que la meta es tener marido: puedes ser profesionista, pero debes casarte, reproducirte, como si eso fuera una cuestión fundamental”. Los estereotipos amorosos envuelven nuestras prácticas cotidianas, nos resultan normales, aceptables y construyen nuestra realidad, que, según la socióloga se cimenta no sólo con hechos sino con palabras, pues absorbemos cuestiones culturales y sociales que hacemos parte de nuestra identidad. “Las canciones más populares son, si me dejas me muero, no soy nada; si no estás conmigo no sé qué será de mí, no puedo vivir sin ti. Si todos los días escuchamos esas situaciones claro que lo creemos; pensamos que si no me caso, que si esa persona que a mí me gusta no me hace caso, es porque no soy suficiente, no valgo nada y debo sufrir mucho”.
Para Rocha Sánchez lo ya descrito es una situación muy común, “tenemos una serie de creencias y mitos que han permeado la idea del amor, de que las relaciones tienen que ser para siempre, en el bien y el mal, la salud y la enfermedad; se nos olvida que en las uniones de pareja hay etapas, ciclos, cambios y que no siempre se entra a una relación por la misma razón, hay quien aún lo hace por fines pragmáticos, económicos”. Tere Díaz añade que la cultura popular tiene un gran impacto porque es un modelo, un ideal pero es “romántico, muy idealizado, poco aterrizado; no significa que el amor no tenga aspectos gratos, de idealización, pero es muy difícil que un amor real, sostenido en el tiempo conserve esas características” y agrega que otra creencia común —y muy dañina— es aquella en la que “si tú no eres todo para mí y yo no soy todo para ti, y a veces prefiero ver a un amigo o quedarme solo, significa que no te importo, como si el amor tuviera que ser total. Ocurre al principio pero esa actitud a la larga satura, asfixia y agobia”, destaca la entrevistada.
CÓMO AMABA MARGA LÓPEZ
Vanesa Maldonado declara que los estereotipos tienen a nivel personal y social un efecto devastador en hombres y mujeres. “Muchos no se sienten amados ni respetados o de plano no lo son, pero van en contra de lo que quieren por responder a estos valores”. Para la especialista en género, la cultura popular todavía promueve el amor a lo Marga López (sufrido, imposible, difícil, absoluto, cursi), “en ese sentido la sociedad no ha cambiado mucho, se siguen reproduciendo las creencias de Walt Disney, de las revistas de moda. Creo que mientras sigamos así, las relaciones van a ser desiguales, dolorosas, complicadas”. La socióloga señala que los estereotipos antes de complicar la relación de pareja, complican la relación con uno mismo, pues al asumirlos se pierde la capacidad de discernir y de elegir, “estás absorto en tener que ser así; no es si puedo o quiero, si me gusta o no. Debo responder cómo se establece, porque todos lo hacen y eso espera el mundo de mí, porque cuando uno está en pareja o se casa está completo y feliz; es lo mejor que te puede pasar y si ya tienes hijos, prácticamente ya te puedes morir, tu vida está hecha, realizada”, ataja.
EL PRIMER AMOR
Rocha Sánchez argumenta que el amor está vinculado estrechamente con un proceso básico en todos los seres humanos: el apego. “Los primeros afectos, la primer relación con las primeras personas que nos cuidan cuando somos pequeños, determinan en gran medida la base para lo que después van a ser nuestras relaciones —en general y de pareja— al ser adultos”, explica. Así que si esos vínculos generan ansiedad, angustia o están cargados de rechazo, violencia, e inestabilidad, pueden provocar confusión e inseguridad respecto a cómo relacionarnos con los otros, y producirán situaciones de sobra conocidas, como evitar el compromiso y la intimidad. Las relaciones se vuelven inestables, deficientes, y predomina la idea de que el otro tiene la obligación de hacernos felices y debe darnos todo lo que no recibimos. “Buscamos a papá y a mamá; se da un encaprichamiento con la persona y la relación se condiciona mediante el chantaje, el control, la manipulación o amenazas (de quitarse la vida o dejar la relación)”.
La experta también establece que, si con el paso del tiempo no tenemos experiencias que transformen esos primeros aprendizajes (relaciones saludables, vínculos estables, un proceso terapéutico) nos quedamos con muchas cosas guardadas “que tarde o temprano emergen en las relaciones adultas”. La investigadora comenta que esto lleva a un fuerte desencanto en las personas, “se nos ha inculcado todo esto de la media naranja, que alguien que fue creado para complementarnos, el alma gemela; eso hace que se inicie la relación con un pliego petitorio de lo que el otro tiene que satisfacer”. Otro elemento importante son las experiencias de vida, cómo han sido otras relaciones, y sobre todo el amor propio, “si hay problemas de autoestima e inseguridad, esto puede provocar relaciones de codependencia, celos patológicos que desgastan a las personas, situaciones de violencia y vínculos parasitarios, en los que se vive a partir del otro, sin aportar nada a la relación. La investigadora remarca que para las personas que arrastran cosas irresueltas desde la infancia puede ser verdadero viacrucis tener una relación de pareja, porque “una y otra vez regresará a lo mismo, debido a que el problema no está en las personas de afuera, sino en sí mismo; en lo que busca y trata de compensar con la relación”.
ÁMATE A TI MISMO
Tania Rocha detalla que el amor en pareja debe tener como base el amor propio. “Creo que las personas no sabemos amarnos a nosotros mismos y eso contribuye a que la forma en la que nos vinculamos, sea soportar desprecios, rechazos o suponer que entre más duele es más genuino, fuerte y mejor se está”. Además de la autoestima, es fundamental el autoconocimiento tener claridad de quién soy, de qué es lo que me gusta, cuáles son mis expectativas, deseos, metas, “a veces una relación no saludable se da debido a que tú no te conoces y el otro termina creando una versión de ti, imponiendo características que no te corresponden”. Aunado a ello la entrevistada sugiere desarrollar una mirada flexible: “Estamos en un entorno donde existen muchas creencias, mitos y expectativas sobre cómo deben de ser las relaciones exitosas, no tenemos esta apertura para negociar en nuestras relaciones y dialogar y acordar que es lo que mejor me acomoda más allá de lo socialmente establecido”, lamenta.
LAS RELACIONES NO SON PARA TODOS
No todos los hombres y mujeres son iguales, hay individuos que desafían las ideas preconcebidas del amor y buscan relacionarse de manera distinta pero, para Tania Rocha, hay muchos retos por delante: “Nos falta muchísimo. No somos flexibles ni nos hemos abierto lo suficiente a los cambios que exigen pensar, replantear el amor y las relaciones de pareja desde otro lugar. Nuevas posibilidades como el “poliamor”, parejas swinger, sin olvidar las relaciones homosexuales, lésbicas que son otras manifestaciones de amor y que también tienen sus ciclos, problemas, riquezas y cuestionan muchos de los estándares o de los planteamientos que habíamos considerado estáticos y universales. Habría que fomentar y trabajar muchos el amor propio desde pequeños para después compartir lo que somos”, acentúa.
Según lo señalado por Rocha, todos podemos enamorarnos porque el enamoramiento depende de cuestiones fisiológicas como la atracción, deseo “todos estamos equipados con un organismo y un cerebro con potencial erótico para vivir esta experiencia, pero de eso a estar preparados para establecer una relación de pareja, hay una enorme diferencia”. Del mismo modo recalca que todos tenemos ciertas expectativas y necesidades a cubrir cuando nos vinculas con alguien. Lo que hace la diferencia es la posibilidad de construir esa relación de manera continua y trabajar por mejorarla. Para ello, dice la especialista, debe existir capacidad de reflexión, de negociación y de autocrítica, así como disposición para flexibilizar nuestras posturas. De igual relevancia es tener claridad de lo que se persigue en las relaciones, “no es que esté mal tener una relación informal, sin compromiso, o una formal pero se deben tener claro para uno mismo y para el otro nuestros deseos y propósitos”.
En tanto, Vanesa Maldonado destaca la importancia de tener una posición crítica frente a lo que nos inculcan así como el reconocernos como sujetos valiosos “no valemos ni más ni menos que el otro, tal vez yo no quiero tener hijos, no me gustan los niños, no me interesa. Debo mirarme analizarme”. Ambas expertas sugieren incluso incorporar una materia escolar específica sobre el amor y las relaciones. “Necesitamos educación sentimental, afectiva, corporal; es necesario apropiarnos de nuestro cuerpo, nuestros pensamientos, nuestros deseos, poder elegir y apropiarnos de nosotros mismos en vez de querer hacerlo con el otro”, dice.
¿UNA DISFUNCIÓN?
Aunque creamos que es fácil reconocer cuando estamos en un relación enfermiza, es más complicado de lo que parece ya que con frecuencia se confunde intensidad con disfunción, además de que el apego puede ser muy fuerte. De acuerdo con Rocha Sánchez, es muy difícil darse cuenta de que uno está en una relación enfermiza, porque nuestros miedos y la necesidad de apego pueden ser más fuertes que todo el malestar experimentado, “una forma de identificar que la relación de pareja que tenemos no es saludable es cuando advertimos un malestar tanto emocional como físico; sentimos que vivimos en una prisión, enfrentamos un desgaste y estrés permanente”. No obstante aclara que todas las relaciones de pareja, por supuesto, van a tener etapas de conflicto, de desacuerdo, pero eso es muy distinto a estar en una relación incluso a costa del bienestar propio, “soportar que denigren tu integridad, que cuestionen tus principios o las formas en las que has definido tu realidad, expectativas y metas, es una señal de alerta”.
Tere Díaz apunta que puedes notarlo en los efectos que provoca, ya que una relación no saludable produce mucha inquietud, pues a pesar de las dificultades, debe generar paz y tranquilidad, una sensación de estar a gusto, si por el contrario, lo único que persiste es miedo o ansiedad es un indicador de que algo está mal. Asimismo, una mala relación disminuye tus posibilidades, “dejas tus actividades, tu círculo de amistades se reduce, te haces más dependiente y en vez de evolucionar, retrocedes”. Ante ello “habrá que cuestionar la salud mental de los participantes de la relación, también cuando todo tiene que ser azotado, arrojado. El límite es cuando se cae en violencia, agresiones, acoso, limitar al otro.
Una relación sana debe causar placer, no sólo sexual, incluye momentos, de disfrute de encanto, si produce más dolor o sufrimiento que placer, hay problemas. “Un buen amor debe aportarte madurez, un criterio más amplio un mejor manejo emocional, mejor ejercicio de la voluntad”, manifiesta Díaz .
EL BUEN AMOR
Antes, las personas se morían entre los 30 y 35 años. Hoy, con una esperanza de vida promedio (70 años) pasan mucho más cosas que lo que otras generaciones vivieron. Así lo señala Rocha. “Hay mucho más tiempo para desilusionarse, volver a ilusionarse, enojarse, contentarse, entonces también hay un reto en las formas en las que vamos a negociar. Si consideramos que el matrimonio o juntarse es el clímax y que de ahí todo es cuesta abajo, ya empezamos mal”. La también profesora expresa que al considerar la posibilidad de unirse a alguien, comienza un nuevo proceso de conocimiento “recordemos que el enamoramiento es ciego, noviazgo, no-vio”. Es cuando ciertos mitos vuelven con fuerza, “el amor todo lo puede y todo lo cambia, tenemos el recordatorio de la madre o de personas significativas; es tu cruz, cuando sea viejo se va a calmar”.
Para la experta, un amor saludable, constructivo, implica no absorber a la persona, ni estar por encima de ella; “un amor sano implica que no debería haber condicionantes, ni provocar dolor, con la codependencia vives a partir de la otra persona, incluso por encima de su libertad y sus derechos, para que haya un amor maduro tendríamos que hablar de que hay una autoestima saludable en las personas que integran la relación, en la codependencia predomina la inseguridad y la autoestima baja, se busca atrapar al otro para poder subsistir y eso resulta muy desgastante, no hay libertad en la pareja, para moverse, para pensar, para ser y estar de manera independiente cada uno”. De acuerdo con Rocha, los tres componentes básicos de una relación sana son: pasión, intimidad, compromiso, se inicia con la pasión, crece la intimidad y se llega al compromiso, que significa “yo quiero estar en esta relación, de hecho, cuando están presentes esos tres componentes, hablaríamos de un amor maduro, en su máxima expresión”.
CADENAS ROMPIBLES
El obedecer a las preconcepciones amorosas y de cualquier tipo, limita al ser en toda su expresión y daña la forma de vivir, sentir, desear, amar y luchar. “A algunos les parecerá exagerado o escandaloso lo que digo, porque así hemos funcionado, pero mucha gente se casa nomás porque sí, porque hay que hacerlo”, critica Maldonado. “No es, yo te amo aunque no me ames; sé feliz aunque no sea conmigo, yo sufro muchísimo pero tú sé feliz aunque me muera de dolor. Esta situación debe transformarse, tenemos que romper con esta cultura popular que nos limita y nos hace relacionarnos sin siquiera desearlo, sin reflexionar, dejo que me pase y ya; lo tomo, si quiero o no quién sabe, pero lo hago”, opina. Tere Díaz, asegura que el problema también radica en que muchos de los clichés sentimentales no los tenemos de manera consciente, por lo que resulta aun más difícil transformarlos, debido a que ni siquiera sabemos que nos dominan. Los prejuicios impiden abrirse a otras posibilidades y modelos, así como a cuestionar nuestras relaciones, “aunque hay un avance de nuevos modelos amorosos, nuevas maneras de amar o un deseo de desbancar ideas muy convencionales, románticas o conservadoras.
Siempre hay una fuerza del contexto que tiene peso, poder que dificulta el cambio de paradigmas, eso hace que las personas duden de sí mismas y de lo que en realidad desean. Yo puedo saber que requiero un trato igualitario con mi pareja pero sí yo le tengo miedo, hay diferencia de poder y me educaron para que obedeciera, es muy difícil, tal vez entiendas que no es correcto, pero aplicarlo es distinto”. Al respecto,Tania Rocha expone que nuestra vida está llena de muchas relaciones amorosas, (con amigos y la gente que conocemos a lo largo de la vida) entonces, una primer posibilidad sería encontrarnos con alguien capaz de generar una visión diferente de lo que hemos vivido, aprendido, pero esto es dejarlo a la suerte. “El trabajo es darnos cuenta y reconocer -porque tenemos esa capacidad- si utilizamos a las personas o sacrificamos cosas que nos gustaría hacer, por estar con alguien. Se requiere de mucha valentía para reconocerlo y así construir relaciones diferentes”. Manifiesta que para ello se debe aprender a dar y recibir de manera distinta y menciona que lo ocurrido en nuestra infancia es un aprendizaje, que puede transformarse, “no quiere decir que debemos quedarnos con ello aunque no nos sirva, podemos obtener una nueva visión de nosotros mismos, todos necesitamos un proceso de reaprendizaje personal y cada quien debe encontrar su forma de sanación.
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