viernes, 22 de marzo de 2013

Riva Palacio - Las bolas del engrudo

Presionado por los periodistas que lo acompañaron a El Vaticano, el presidente Enrique Peña Nieto dijo que en un año daría resultados en materia de seguridad frente a la delincuencia organizada. “En un año es momento de tener cortes de cómo vamos en esta estrategia”, agregó al colocar la primera mojonera de lo que será, de mantenerse la tendencia actual, uno de los grandes descalabros de su administración. El Presidente fue forzado a fijar ese periodo para ganar tiempo a la realidad que está arrollando a su gobierno. El problema es que no hay estrategia para combatir a los criminales.

El Presidente tuvo que dar la cara por su gabinete de seguridad, que lo único concreto que ha hecho es jugar con estadísticas para indicar que los índices de violencia criminal se han reducido. La tendencia a la baja es cierta -la cima de muertos se dio en abril de 2011-, pero no como consecuencia de lo que han hecho, sino como resultado de la política de fuerza del gobierno anterior, que por diseño -como sucedió con el mismo modelo en Nueva York, Miami, Chicago, Palermo y Medellín- fue ganando la lucha a los criminales a cambio de altos costos de sangre. En la actualidad, han renacido cárteles, como La Familia Michoacana, y recuperó fuerza el del Golfo.



El Presidente pareció estar más en el contexto de la estrategia de prevención al delito anunciada a mediados de enero, cuyos primeros frutos se podrían llegar a ver, precisamente, en aproximadamente un año. La prevención busca reducir el número de criminales en las calles mediante programas integrales, pero no está diseñada para enfrentar a los cárteles, ni es el vehículo para reducir la violencia. Para esto se necesita una estrategia diferente y paralela sustentada en la fuerza policial y militar.

Los expertos aseguran que la elaboración de esa estrategia ha demorado tanto tiempo que el crimen organizado se aprovechó de la desarticulación. No sólo fue replegar las fuerzas federales para evitar enfrentamientos con los cárteles. Otras propuestas, como la del comisionado de Seguridad, Manuel Mondragón, a los estados tampoco cuajan. Tal es el caso de los “cuadrantes”, que instauró cuando era secretario de Seguridad en el Distrito Federal, como una policía de proximidad en 865 cuadrantes de la Ciudad de México, delimitados geográfica y comercialmente por habitantes y población flotante. Ese modelo urbano operó bien bajo un solo mando policial, pero en los estados, según funcionarios locales, es disfuncional al combinarse áreas urbanas con rurales, sin mando único, con jurisdicciones distintas y sin recursos humanos. El modelo local de Mondragón, por decirlo de una manera elegante, no sirve en el país.

Junto con ese diseño fallido se encuentra el caos conceptual que tiene la Secretaría de Gobernación con la Gendarmería, una idea que propuso el ex secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, al presidente electo Peña Nieto, que no han sabido descifrar. Están confundidos sobre funciones, organización, número de elementos y hasta si integran o no a militares. Ha habido tantas contradicciones, que ya no se sabe qué es lo que pretenden, lo que la tiene, para efectos prácticos, en el limbo.

El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien tiene también a su cargo la seguridad, no encuentra la cuadratura al círculo. El comisionado Mondragón ha dicho en privado que el diagnóstico que tenía el equipo de seguridad en la transición estaba equivocado y que la situación del país está en peores condiciones de lo que imaginaban. A buena hora se dan cuenta. El Presidente no fue bien informado por su equipo de cuál era el tamaño del barril de pólvora en el que estaba sentado, porque el problema principal no era la violencia o capacidad criminal de los cárteles, argumentaban, sino la falta de coordinación en el gabinete. Si bien es cierta la descoordinación en el gabinete de Felipe Calderón, la visión es reduccionista. Los cárteles se aprovecharon de la ingenuidad y la violencia colocó al Presidente en la primera línea de fuego político. Su gabinete de seguridad lo llevó a esa posición de vulnerabilidad y tendrán que blindarlo. Si lo hacen, habrán blindado también al país, que al final de cuentas es lo más importante.

Fuente: http://www.24-horas.mx/las-bolas-del-engrudo/

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