Cuando el presidente Felipe Calderón designó a Marisela Morales como su tercera procuradora en el sexenio en la primavera de 2011, parecía el sueño de los panistas para el año electoral que se venía. Había sido funcional al Ejecutivo, y por sus antecedentes, existía la posibilidad de que, dado el momento y la necesidad, torciera la ley en beneficio de objetivos políticos. “Denme el beneficio de la duda”, replicó a este espacio cuando se le criticó. “Nunca lo he hecho y nunca lo voy a hacer”.
El 19 de abril de ese año se publicó en la columna Estrictamente Personal: “Morales es la metáfora de la burócrata que por disciplinada y gris llega a la cúspide de su carrera. Fue revivida por el entonces procurador Eduardo Medina Mora, que la nombró jefa de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), tras descubrir que sus mandos trabajaban para el narcotráfico. En una paradoja que marcó su destino, estaba tan excluida y arrumbada en la última fila de la SIEDO que no fue contaminada por la corrupción imperante.
“Entró al cargo empapada de miedo. No quería aparecer en conferencias de prensa y en las primeras en las que participó pedía que no le tomaran fotografías de la cara. Entró en la tormenta de la ‘Operación Limpieza’... Lo que sí le encargaron fue el llamado Michoacanazo, la acción en que se detuvo a una treintena de políticos michoacanos por su presunta vinculación con los cárteles de la droga. Prácticamente todos los detenidos se encuentran en libertad, en parte porque no se integraron al expediente todas las pruebas de que disponían las autoridades. La jefa de la SIEDO no hizo bien su trabajo, debido a lo cual una operación judicial de gran envergadura se convirtió en un asunto meramente político. Jurídicamente, se puede argumentar que fue un fiasco. No importó en su designación. La forma como se ha prestado a la politización de casos jurídicos parece ser hoy una virtud.
“El caso más famoso fue el desafuero contra el entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, cuando lo acusaron de haber violado la suspensión de un amparo en el predio El Encino. El caso, paradigmático en el gobierno de Vicente Fox, lo construyó el procurador Rafael Macedo de la Concha, quien responsabilizó de ello a Morales, que era la coordinadora general de Investigaciones de la PGR… En vísperas de que se girara orden de aprehensión en contra de él, Fox fue persuadido del error político que estaba cometiendo —por una falta administrativa menor que alcanzaba fianza— y reculó.
“El desafuero de López Obrador causó el despido de Macedo de la Concha y el retiro temporal de la PGR de Morales, quien ya había abusado antes de su poder. En 2005 se le abrió una investigación por falsificación de pruebas y delitos contra la administración de justicia, por haber acusado a Benjamín Sánchez Magallán, ex coordinador de la Unidad Especializada en Delincuencia Organizada —antecesora de la SIEDO—, de sustracción de documentos del caso del crimen del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo. Morales lo acusó en 2003 de desaparecer la declaración del nuncio papal Jerónimo Prigione, por lo que lo arrestaron. Sánchez Magallán se amparó y la denunció por las irregularidades en su consignación”.
Cuando con esos antecedentes se le señaló de ser funcional a los intereses del Ejecutivo, ella protestó. Se le dio en aquél momento el beneficio de la duda y que, como se había escrito, cambiara la idea de que “por años ha chapaleado en el lodo, como soldado incondicional del Presidente en turno, a costa de la ley que está obligada a procurar”. Tres años después, con el PAN fuera del poder, las cosas se le volvieron a voltear. Esta semana, el tramo de la “Operación Limpieza” que le tocó realizar, se derrumbó y aquellos a quienes metió en la cárcel como parte de una purga de funcionarios contra el narcotráfico, la acusan hoy de falsificación de pruebas.
No son nuevas las imputaciones y ella misma, a lo largo de este tiempo, las fue negando. Contaba, en cambio, todo el trabajo que hacía. Desde que como jefa de la SIEDO viajó múltiples veces para hablar con “Jennifer”, el testigo protegido de la DEA y pieza central en la “Operación Limpieza”, y posteriormente como procuradora a Texas, para entregar información a jueces federales sobre ex gobernadores priistas en Tamaulipas. Como el caso del Michoacanazo, que inició Medina Mora y profundizó ella le costó la gubernatura al PRD –no la ganó el PAN porque el gobernador Leonel Godoy movió la maquinaria de la izquierda a favor del PRI en el último mes de campaña-, en Tamaulipas le costó dos puntos al PRI en la campaña presidencial y un desprestigio que afectó la imagen del candidato Enrique Peña Nieto.
Morales había regresado a la PGR con Medina Mora por recomendación del secretario de la Defensa, general Guillermo Galván, y se convirtió en su gente de confianza durante la “Operación Limpieza”. Cuando Medina Mora renunció por no querer usar la justicia para fines políticos contra el PRI, como sí hizo contra el PRD, propuso a Morales en la terna, pero el Presidente se inclinó por Arturo Chávez, que tuvo un paso efímero por la PGR porque no aceptó mezclar la ley con la política.
Llegó el turno de Morales, quien siempre tenía en la punta de la lengua una frase que repetía como si fuera la descripción de su vida: “Cuando te toca, aunque te quites; cuando no te toca, aunque te pongas”. ¿O no es así?, afirmó una vez ante su interlocutor como si fuera pregunta. No había, en efecto, mejor frase que se le aplicara, en todos los sentidos. Ese destino que tuvo en algún momento, ha girado caprichosamente ahora en busca de otro destino, muy ominoso, que la persigue.
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