miércoles, 29 de mayo de 2013

Cuentos Mexicanos - El enano de Uxmal (versión de Luis Leal)

Había una vez una viejita que vivía sola. No tenía hijos y su esposo había muerto. Desesperada, un día la viejita tomó un huevo, lo envolvió en unos trapos y lo colocó en un rincón oscuro de su dormitorio. Todos lo días lo desenvolvía, pero el huevo estaba igual.

Un día, sin embargo, la viejita descubrió que, como por arte de magia, del huevo salía un niño. Llena de felicidad, lo llamó hijo. En año y medio el niño que había salido del huevo ya andaba, y hasta hablaba. La viejita estaba contentísima y decía a todo el mundo que su hijo crecería y sería un gran señor.

Pero entonces algo pasó. El niño dejó de crecer. Pasaban los años y el hijo de la viejita no crecía. Se quedó del tamaño de un enano. Era un enanito muy bonito y muy gracioso. Cuando caminaba por las calles del pueblo toda la gente se detenía para saludarlo y preguntarle cómo estaba su mamá. En la escuela algunos de los estudiantes le hacían travesuras. Pero a él no le importaba y todos los días jugaba con ellos.



También estudiaba mucho porque quería saberlo todo. A la viejita tampoco le importaba el tamaño de su hijo. Decía que el enanito era muy fuerte y muy valiente, a pesar de su tamaño. Todos los días repetía que su hijo sería un gran señor. Pasaban los años. El enanito ya no iba a la escuela, pues había terminado sus estudios. Se quedaba en casa para cuidar a la viejita, que tenía muchos años y ya no veía.

El hombre más fuerte del pueblo era el Gobernador, y siempre abusaba de su fuerza. Un día la viejita le dijo a su hijo que tenía que ir al palacio de la ciudad y desafiar al Gobernador para ver quién era en verdad más fuerte. El enanito no queria ir, pero su madre insistió y tuvo que obedecerla.

El enano se dirigió al palacio del Gobernador, el cual nunca había visto. Se quedó admirado de lo grande que era el edificio, de los muchos pisos que tenía, de sus altas torres y de sus muchas puertas. Al llegar el enanito a la puerta principal, los guardias no lo querían dejar entrar a ver al Gobernador. Le dijeron que volviera otro día porque el Gobernador estaba muy ocupado. Todos los días volvía y todos los dias los guardias le decían lo mismo. Un día se cansaron de verlo allí esperando y le permitieron entrar.

El Gobernador se quedó tan sorprendido al ver al enanito que no sabía qué hacer o qué decir. Por fin le preguntó qué quería. El enano lo desafió y le dijo que quería saber quién de los dos era más fuerte. El Gobernador, en vez de enojarse, se rió y le dijo:

—Bueno, vamos a hacer una prueba. En el jardín hay una piedra muy grande. Vamos a ver si la puedes levantar.

El enano dijo que sí, que él podía levantar la piedra. Pero cuando salió al jardín del palacio, vió que la piedra era enorme, que era más grande que él. Entonces comenzó a llorar y regresó a la casa de su madre.

La viejita le dijo que debía volver al palacio del Gobernador y decirle que si él levantaba la piedra primero, también lo haría después.

El enanito volvió al palacio. Los guardias ya lo conocían y lo dejaron entrar. Cuando estuvo frente al Gobernador otra vez, le dijo lo que la viejita le había aconsejado.

El Gobernador aceptó el desafío y salió al jardín del palacio. Fue hasta donde estaba la gran piedra y, sin ninguna dificultad, la levantó, pues era muy muy fuerte. Entonces le dijo al enano:

—Ahora te toca a ti.

El enano se acercó a la piedra y como por arte de magia la levantó. El Gobernador se quedó sorprendido. No podía creer que un hombre tan pequeño como el enano pudiera levantar una piedra tan grande.

Entonces el Gobernador hizo otros ejercicios para demostrar su fuerza, y el enanito hacía todo lo que veía hacer al Gobernador. Por fin, al ver que el enanito podía hacer todo lo que él hacía, le dijo que si no construía una casa más grande que su palacio, lo mataría.

Otra vez el enanito volvió llorando a su casa. La viejita le dijo que no debía llorar, pues todo saldría bien. Al dia siguiente, cuando el enanito despertó, vio que la casa de la viejita, donde él vivia, se había transformmado en un palacio más alto que el del Gobernador.

El Gobernador, al salir a la calle, miraba sorprendido el alto palacio del enano. Llamó al enanito y le dijo que todavía tenían que ver quién de los dos era el más fuerte. Una vez más el enanito volvió a su casa llorando para hablar con su madre y preguntarle qué debía hacer. ¡Era tan pequeño y el Gobernador era tan grande!

La viejita le dijo otra vez que no debía de tener miedo, y le puso una gorra de lana en la cabeza. El combate entre el enano y el Gobernador fue visto por todos los señores del pueblo de Uxmal.

Primero el Gobernador le dio al enano un golpe muy fuerte sobre la cabeza, pero no le hizo daño. Luego trató de evitar el golpe del enano, pero había dado su palabra de honor en presencia de los señores de Uxmal y tuvo que dejar que el enano le diera un golpe.

Al primer intento, el enano le rompió la cabeza al Gobernador. Esto sorprendió un poco al enanito, pero dio un gran suspiro de alivio. Todos los presentes dijeron entonces que el enano era el más fuerte y que debía ser gobernador. En ese momento, la viejita murió.

Nadie supo de qué enfermedad. Pero como tenía muchos años, su muerte no causó ninguna sorpresa. Su hijo, el enanito, gobernó por muchos años, y nunca supo la verdadera historia de su nacimiento. Fue un gran señor admirado por todo el pueblo.

En Yucatán hay una cueva en el pueblo de Maní que tiene un pasaje subterráneo. A la entrada de la cueva todos los días se encontraba una mujer que vendía refrescos. Dicen los habitantes de Maní que esa mujer era la madre del enano de Uxmal. Dicen también que el pasaje subterráneo comunica con un palacio muy grande, y que ese palacio es el palacio del enano de Uxmal.



Cuentos Mexicanos http://www.stockcero.com/pdfs/9781934768044_SAMP.pdf
Otra versión http://www.mayas.uady.mx/literatura/cuent11.html


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