miércoles, 12 de junio de 2013

Ciudadanos Ejemplares: Pepe Toño Rodríguez, el mataviejitas.




El 5 de abril de 1979, la Audiencia de Santander condenó a José Antonio Rodríguez Vega a 27 años de
prisión al encontrarle culpable de violación y abusos deshonestos sufridos por varias mujeres, a las que asaltó en la zona de Cuetos, cerca de Santander. Durante su ingreso en la cárcel escribió a sus víctimas y consiguió que todas, menos una, le perdonaran. Eso rebajó en muchos años su estancia entre rejas.En algunas cartas enviadas a su abogado, José Manuel Martínez de la Pedraja, designado de oficio, el violador aseguraba que no era "un gamberro" y que su acción significaba "un simple tropiezo". El recluso decía que quería salir de la cárcel para poder instalar un bar en Madrid.





"Durante las entrevistas que tuve con Rodríguez Vega", recuerda el letrado, "me pareció un hombre frío y sin el menor sentido de culpabilidad. Relataba sus acciones sin inmutarse, y aunque decía estar arrepentido, a mí me parece que lo hacía sin la menor convicción".

Unos años después, Martínez de la Pedraja defendió a María del Socorro M. P., la esposa de Rodríguez Vega, en el proceso de separación matrimonial, que ella obtuvo alegando "infidelidad conyugal". El tribunal concedió la custodia del único hijo de la pareja a María del Socorro, pese a las quejas de su ex marido.

José Antonio Rodríguez conoció durante uno de sus permisos carcelarios a la joven María de las Nieves V. P., con la que en el pasado noviembre alquiló una habitación, por la que pagaba 10.000 pesetas al mes.

Rodríguez Vega tapizó las paredes de su vivienda con una tela rojo fuerte y colocó cortinas del mismo color. Entre los adornos del piso puso varias botellas de bitter, un acuario con peces rojos, un poster de la cantante Sabrina, otro del grupo Hombres G y un banderín del Barcelona CF.

La madre del homicida de viudas, Pilar Vega, se ocupó mucho de él durante su estancia en prisión como consecuencia de las violaciones cometidas en Cuetos, según el mismo abogado.

Es previsible que Santiago Pérez Obregón, actual abogado de José Antonio Rodríguez Vega, solicite un examen psiquiátrico de su cliente. Algunos médicos relacionan la conducta del acusado con algún trauma originado en su infancia por cuestiones familiares.

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La policía está "convencida" de que José Antonio Rodríguez Vega, de 30 años, es el presunto homicida de 12 ancianas en cantabria, aunque hasta ahora sólo se le han imputado 10 crímenes. El detenido, que el sábado ingresó en la prisión provincial de Santander por orden del juez Julio Sáez Vélez, dijo que cometió los asesinatos movido por un impulso sexual. El 17 de octubre de 1978 fue encarcelado por varias violaciones y cumplió ocho años de condena. Los forenses dictaminaron entonces que Rodríguez no padecía "enfermedad mental alguna de tipo psicopático o psicótico".

La carrera criminal de José Antonio Rodríguez Vega, nacido en Santander el 3 de diciembre de 1957, se inició el 6 de agosto del año pasado. En esa fecha fue hallada muerta Margarita González Sánchez, de 82 años, en su domicilio de la calle de la Roca.Margarita González estaba vestida con ropa de calle, aunque le faltaban las bragas. La autopsia determinó que la víctima había fallecido asfixiada y que durante el forcejeo con su agresor se había tragado su dentadura postiza.


La Brigada Judicial de Santander comprobó que el homicida se apoderó de un televisor de 14 pulgadas. La puerta blindada de entrada a la casa no fue forzada por el criminal, por lo que la investigación se centró en conocidos de la viuda.


Dos meses y medio después, la policía volvió a tener constancia de la actuación del asesino de viudas. Natividad Robledo Espinosa, de 66 años, nacida en el 1 pueblo cántabro de Requejo, fue encontrada sin vida en su domicilio de la calle de Zaragoza El forense dictaminó que la causa de la muerte de dicha mujer fue "un paro cardiaco por asfixia", y observó que presentaba erosiones en la nariz y en los muslos" y "desgarro en la vagina", posiblemente causado por un objeto contundente.


Los agentes comprobaron que el asesino de la viuda se había apoderado de los pendientes, la alianza matrimonial, un televisor de 20 pulgadas, unas jarritas de adorno y una bola de cristal. El valor del botín era insignificante, y los encargados del caso no pudieron explicar por qué el agresor había olvidado coger el dinero y las joyas de la casa.


El pasado 18 de abril se registró un nuevo crimen de las mismas características. Julia Paz Fernández, de 66 años, apareció muerta en el pasillo de su vivienda de la calle de Ramiro Ledesma, en la localidad de Muriedas. La mujer estaba sin faja ni bragas y junto al cadáver fueron hallados sus pendientes. El óbito se produjo por asfixia, y el médico observó que la mujer presentaba "desgarros en la vagina".


El crimen del pueblo de Muriedas, por ser zona rural, era competencia de la Guardia Civil, y el teniente coronel Leopoldo Sanz Aranda, jefe de la Comandancia de Santander, puso a trabajar a sus hombres. Durante las pesquisas, los agentes descubrieron que la víctima había adquirido recientemente una puerta blindada y que el albañil que la instaló fue José Antonio Rodríguez Vega.

Una puerta blindada

Al comprobar si Rodríguez Vega tenía antecedentes, los investigadores vieron que salió de prisión a fines de 1986, tras cumplir condena por varios delitos de violación de mujeres bastante mayores que él. La pista del albañil fue comunicada a la policía, que determinó que era el mismo que instaló otra puerta a Margarita González, la primera víctima.Agustín Ariznavarreta, jefe de la comisaría de Santander, ordenó al jefe de la Brigada Judicial y a tres inspectores que siguieran durante 28 días al sospechoso número 1. El pasado jueves, los funcionarios detuvieron a Rodríguez Vega cuando caminaba por la calle de Cobo de la Torre, donde compartía con María de las Nieves V. P., de 23 años, una habitación con derecho a cocina.
Rodríguez Vega se confesó autor del homicidio de nueve mujeres, seis de las cuales fueron enterradas como si se tratara de muertes por causas naturales. La familia de Carmen Martínez González, asesinada el 21 de enero en la calle Isabel la Católica, reconoció después una sortija suya entre los objetos del detenido. La lista de crímenes se eleva así a 10. Pero la policía "no descarta" la presunta implicación del albañil en otras dos muertes.
[Fuentes policiales citadas por Europa Press indican que la undécima víctima de Rodríguez Vega puede ser Carmen González Fernández, de 80 años, asesinada el 30 de septiembre del 1987. Los familiares de Carmen González han identificado un reloj que perteneció a la fallecida entre los objetos descubiertos en el domicilio del albañil].
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La muerte de José Antonio Rodríguez Vega en la cárcel salmantina de Topas suena demasiado a un relato sobre la venganza del preso común contra los violadores. Pero el director de la prisión, José Ignacio Bermúdez, ha detectado varias deficiencias en ese guión. Y a su vez, varios responsables sindicales del centro denuncian graves errores en la actuación de la dirección. Algunos funcionarios creen que la muerte pudo haberse evitado.


José Antonio Rodríguez Vega había violado y asesinado a 16 ancianas entre los años 1987 y 1988 en Santander. Estaba condenado a 440 años, había pasado por más de diez prisiones, había cumplido 14 años de condena y le quedaban unos ocho para salir a la calle. Se había convertido en una especie de atracción turístico-periodística que terminó el jueves en Topas.

El centro de Topas es una cárcel con más de 1.500 reclusos, la mayoría procedentes de otros lugares de España, ubicada en medio de un páramo en la carretera que va de Salamanca a Zamora. El pasado miércoles, durante su primer día en el módulo de aislamiento de Topas, el asesino de las ancianas apenas salió al patio porque se quedó organizando su nueva celda, situada en la tercera galería. Ésa es la destinada a los internos más peligrosos, los de 'especiales características', también llamados FIES 1: Ficheros de Internos de Especial Seguimiento [hay una veintena de este tipo repartidos por las 77 cárceles de España]. Allí, según los responsables sindicales consultados por este diario, el asesino de ancianas nunca debió llegar. En sus 14 años de prisión, 'no había provocado ningún incidente significativo', según reconoce el director del centro penitenciario.

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Aquella noche, Rodríguez Vega durmió pared con pared con sus asesinos, Enrique V. G., conocido como El Zanahorio, y Daniel R. O., dos reclusos condenados sólo por robos y lesiones pero con un pedigrí carcelario excepcional, que les otorgaba el título de presos FIES. Rodríguez Vega ya había coincidido al menos con uno de sus dos asesinos en la cárcel de Dueñas.
Los presos de la tercera galería sólo pueden salir al patio, de 12 metros de largo por cinco de ancho, aproximadamente, en grupos de cuatro, como máximo, y de nueve de la mañana a la una de la tarde. Rodríguez Vega salió el segundo día junto a otros tres internos. 'Estuvieron paseando tranquilamente más de una hora', relata un funcionario que prefiere no difundir su nombre. Rodríguez Vega había pedido que le dejaran volver a su celda a las doce, pero no llegó vivo a esa hora. Hacia las 11.15, Felipe M. -uno de los tres reclusos que le acompañaban en el paseo- empezó a pegar a la víctima con una piedra envuelta en un calcetín hasta que consiguió que cayera al suelo.
Entonces, el leonés Enrique Valle González y el coruñés Daniel Rodríguez Obelleiro sacaron sus pinchos. 'Empezaron por apuñalarle en la nuca', cuenta el citado funcionario de Topas, 'luego en la cabeza; le sacaron los ojos e incluso masa encefálica... Imagine la frialdad de Enrique, que se detuvo un rato a afilar el pincho en el suelo para sentarse después sobre la barriga de su víctima, ya cadáver, y convertirle el pecho en un colador, empuñando el pincho con las dos manos. En total fueron 113 puñaladas', agrega. Este año ya van cinco muertes violentas en las cárceles frente a una sola que se produjo el año pasado, según Instituciones Penitenciarias.
Nada pudo hacer el funcionario de guardia que trató de disuadir a los agresores.
-Si defiendes a un violador correrás la misma suerte que él-, le advirtieron mientras lo estrellaban contra el suelo.
'El Zanahorio declaró que ya se le había escapado una vez de otro centro', cuenta un funcionario de Topas.
A partir del jueves por la tarde empezaron las radios, las televisiones y los periódicios a referirse a la justicia carcelaria y al código ético de los presos. El viernes, cuando el leonés Enrique V. G., salió del furgón policial a cara descubierta camino del juzgado número cinco de Instrucción de Salamanca, los transeúntes le aplaudieron. Y él, orgulloso como un héroe, dijo ante las cámaras de Tele 5: 'He matado al mataviejas'.
Pero... ¿era ésa la razón? ¿La simple aplicación del supuesto código penal contra los violadores?
El director de la prisión, José Ignacio Bermúdez, cree que la prensa ha entrado demasiado pronto al tópico de 'la ley de la cárcel' y del código penal de los presos.
'En el código de los presos', sostiene Bermúdez, 'no se incluye matar a una persona porque sea un violador. Y menos por algo que ocurrió hace unos 15 años. Como mucho le hubiesen amenazado, le habrían hecho la vida difícil, como a los más de 50 que tenemos aquí repartidos por otros módulos; hasta puede que le hubieran dado un pequeño pinchazo. El plan lo tenían muy meditado, no es la típica escena de cuando llega un violador, que se ponen en contra de él desde el principio'.
Un antiguo compañero de cárcel de Rodríguez Vega cree que lo han matado por chivato. Antonio Rosique Caro vive en la actualidad en Alicante. 'Hará unos quince años entré en Ocaña para cumplir una condena de ocho años. Y por culpa del chivato ese me comí diez. Se chivó de que yo preparaba una fuga. Yo creo que la obligación de todo preso es fugarse, mientras no le hagas daño a nadie. Pero por su culpa me metieron varias veces en celdas de castigo. Era muy perro y muy malo. Por eso lo teníamos siempre aislado. Sus únicos amigos eran los funcionarios. Tenía todo tipo de privilegios. Su cervecita, su equipo de música, sus horas de taller... No podíamos meterle mano porque siempre estaba rodeado de funcionarios, pero le teníamos mucha hambre'.
Si esto era así, una de las preguntas clave tras la enigmática muerte de Rodríguez Vega es: ¿Pudo haberse evitado? En el centro penitenciario de Topas son muchos los funcionarios que piensan que esa muerte estaba anunciada: 'Meter a ese interno en ese módulo y en esa galería era como poner un caramelo a la puerta de un colegio', señala uno de ellos. 'Cuando en el expediente de un interno aparece que ha sufrido una agresión por el delito por el que está condenado, tal y como había sucedido recientemente en la cárcel de Almería con Rodríguez Vega, el reglamento señala que hay que tomar unas medidas de seguridad y de protección, como por ejemplo no hacerle coincidir con presos peligrosos en sus horas de patio, y cambiarle los horarios. En este caso no se tomaron esas medidas', explica un funcionario.
Por tanto, la cuestión inicial se transforma en la pregunta de por qué fue ubicado en ese módulo: 'Revisando su trayectoria en 15 años de prisión', dice Bermúdez, 'vimos que mantenía un comportamiento penitenciario normal y no revelaba incompatibilidad con ningún recluso. Además, en la tercera galería están los presos con condenas más importantes y con hechos delictivos más graves. Es de libro', añade.
Sin embargo, ninguno de sus asesinos había cometido delitos tan graves, ya que estaban condenados por robos y lesiones, no por asesinato ni por violación. Por el contrario, estaban allí porque se habían forjado un extenso historial penitenciario que les había convertido en 'muy peligrosos': 'Enrique, es lo peorcito que ha pasado por Topas; por ejemplo, tiene tres intentos de fuga, el último en junio pasado cuando iba camino de un juicio; multitud de agresiones y acuchillamientos con pincho a otros reclusos, aunque sin resultado de muerte, y cantidad de partes', señala un funcionario. Incidentes que el director de la prisión resume como 'alguna pelea, de las múltiples que hay en el centro'.
La razón por la que mataron a Rodríguez Vega no parece clara. Y persisten las dudas sobre los motivos de que paseara en compañía de sus asesinos.

El periodista que descubrió al psicópata

José Antonio Rodríguez Vega podría haber permanecido libre durante mucho tiempo si no llega a ser por el periodista Maxi de la Peña, quien tenía 25 años cuando emprendió la investigación del caso y trabajaba para El Diario Montañés, de Cantabria. Ahora, con 40 años, continúa en el mismo periódico y recuerda a la perfección cómo muy poca gente le hizo caso cuando publicaba que había un asesino en serie suelto en Santander. 'En enero de 1988 recibí la confidencia de una persona vinculada a un depósito de cadáveres. Me dijo que habían llegado tres ancianas allí con el diagnóstico de muerte natural, pero las tres presentaban lesiones en la vagina. A raíz de aquella fuente, empezamos a hablar de que andaba suelto un psicópata con un complejo de Edipo mal curado. Y tanto los colegas de otros periódicos como el delegado del Gobierno y el comisario se lo tomaban a risa. Me sentía solo. Y así pasaron cinco meses. Hasta que lo detuvieron en mayo de 1988. Al terminar el juicio, todo el mundo vino a felicitarme. Él reconoció nueve asesinatos, se sentía feliz con tanto protagonismo. Y dijo que lo había hecho porque identificaba a las ancianas con su madre, a la que odiaba. Estuve entrevistando a los hermanos. Y para ellos era un bochorno. Contaban que era un déspota en casa. Que si no le gustaba la comida le tiraba a la madre el plato al suelo y maltrataba a los hermanos'.
'Era un fantasma', añade una fuente de Instituciones Penitenciarias. 'Tenía mucho afán de protagonismo y eso mosquea mucho a los presos. Les decía a sus compañeros: 'Me queda nada para salir y me van a soltar una millonada por mis memorias'.

FUENTE: El país.

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