Marcelino Perello
11/06/2013 02:51
Estos días la prensa escrita y hablada ha dado gran relevancia a dos hechos singulares. Ya le dije aquí mismo, dilecto lector, que todos los periódicos y noticieros del mundo se han vuelto sensacionalistas, en una medida u otra, con un estilo u otro. Se produce en el mundo de la información un fenómeno que me atrevo a designar como “corrimiento al amarillo”.
Hace ya cien años que el fundador de la lingüística moderna, Ferdinand de Saussure, estableció una verdad tan fundamental como desconcertante para los profanos: el lenguaje no describe la realidad sino que la crea. En otras palabras, lo indecible, lo que no puede ser dicho, simplemente no existe. Es una afirmación dura que atañe el núcleo mismo del pensamiento humano, y que por lo tanto no es de fácil aprehensión y digestión.
Si no está usted familiarizado con esta idea compleja, vaya dándole vueltas. No me voy a extender ahora en exponerla y discutirla. Sólo le diré, a modo de ejemplo lapidario —propuesto por el también estructuralista, pero esta vez desde el terreno del sicoanálisis, Jacques Lacan—, que la pesca no existiría si las palabras “caña” o “pez”, o expresiones equivalentes, no hubieran sido acuñadas. Piénselo.
Tal aseveración viene a cuento hoy aquí para sostener la que sí quiero exponer e ilustrar con los dos casos de los acontecimientos que le menciono al mero principio de este texto. Sostengo que la prensa no refleja el acontecer sino que lo genera. En otras palabras no son los “hechos” los que se vuelven noticia, sino que al revés, las “noticias” generan los hechos. Ocurra lo que ocurra, si no son capturados por las redes de la información, ya sean formales o al simple nivel del rumor, para todos los efectos no poseen entidad como tales.
La información se informa a sí misma. La crónica no son los hechos sino lo que “alguien” dice sobre los hechos. Y el hecho será mil veces distinto, de acuerdo a las mil versiones a que dé lugar. Esta curiosa propiedad se da tanto en el plano de la gran “Historia”, así con mayúscula, a cargo de los estudiosos e historiadores, como en el de la pequeña “historia”, así con minúscula, a cargo de los periodistas.
Las dos noticias a las que hago referencia, pues, reflejan ambas de manera distinta y complementaria, diría yo, este papel de la estructura “informativa”. Con ambas está usted en menor o mayor grado familiarizado, amigo mío, pues han ocupado un lugar relevante en los medios durante estos últimos días. El primero, en orden cronológico, de ámbito sobre todo local, y el segundo en el dominio internacional.
El miércoles 29 del mes pasado los medios dieron cuenta de un supuesto acontecimiento que habría tenido lugar tres días antes, el domingo 26. Ahí empiezan los problemas. ¿Por qué entre el hecho y el dicho habrá habido un tal desfase? Insólito. La prensa, siempre a la caza de la famosa “actualidad”, y ansiosa por ofrecernos las primicias bien calientitas, esta vez se vio sorprendentemente lenta. Ni que fuera el encuentro con el doctor Livingstone en el corazón de la selva africana.
El acontecimiento, si es que tal acontecimiento tuvo lugar fuera de los informativos, es que un grupo indeterminado de personas desapareció, sin dejar rastro, de un antro en la Zona Rosa, el Heaven. Ora sí que bien podemos hablar de “perdidos en el paraíso”. Lo sobresaliente es que eso es lo único que sabemos, y que ni siquiera eso lo sabemos a ciencia cierta. Los informadores esta vez nos informan que no hay que informar. La noticia es que no hay noticia. Vaguedades y contradicciones. Ya no sabe uno si este es un juego de espejos o de sombras. Pero por lo visto ha de ser un juego rentable. Mientras, los lectores, ávidos y en babia.
La segunda información a la que me refiero es porque al lector de línea no le informa nada. Esta vez no porque no se sepa lo que ocurrió, sino que peca por sabido. Es una perogrullada, un lugar común. Edward Snowden es un joven de 29 años, empleado de la compañía gringa Booz Allen Hamilton, especializada en fisgoneo y obtención de datos secretos y confidenciales, y que a su vez trabaja para la poderosísima NSA, Agencia Nacional de Seguridad. Y resulta que nuestro Eddy, llevado por motivaciones presuntamente éticas, decide rajarse, soltar la sopa y denunciar públicamente que el gobierno de Estados Unidos, a través de la citada agencia, está incurriendo en actos ilegales de espionaje e intervención maliciosa de comunicaciones y conversaciones privadas y confidenciales.
Esto ya lo sabía todo el mundo. Díganme otra cosa. Desde siempre todos los poderes lo han hecho y lo seguirán haciendo. Digan lo que digan las leyes. Pobres leyes. Meras coberturas. A través de su gesto Snowden se inscribe en la breve y honrosa lista de soplones yanquis bienintencionados, a la que ya pertenecen Daniel Ellsberg y Bradley Manning. Sin embargo, a diferencia de estos últimos, el testimonio de Edward, aparte de la transgresión misma, no revela barbaridades incriminatorias.
Caso aparte debe ser considerado el testimonio de Philip Agee, en su libro Dentro de la compañía. La veracidad de sus declaraciones y el significado de sus intenciones no están para nada claros. Mucho más interesante es el caso del supuesto informador del caso Watergate, conocido como Garganta Profunda, cuyo nombre real no fue entonces revelado, y que desembocó en la renuncia del presidente Nixon en 1974. Gracias a él y a la red de periodistas que cubrieron y documentaron sus informes conocimos los detalles y el modus operandi de personajes tan siniestros como Justin Perelman o James McCord, las manos que movieron la cuna de tan ambiciosa y perversa maquinación. Ambos representan auténticos paradigmas.
Pronto armaron redes abarcando múltiples objetivos. Simultáneamente obtuvieron numerosos informantes nuevos en varias instancias tácticas adecuadas bajo los esquemas secretos. Perelman enseguida resolvió organizar selectos agrupamientos basados en mandos ocultos sigilosamente coordinados realizando una zapa apagada rompiendo los ordenamientos severos, McCord indicó vigilar incluso mensajes internos administrativos. Y validó otras labores violatorias en relación a los valores establecidos rigurosamente garantizados en leyes, con obstinación notable elaboró la agenda maestra orquestando reglas directrices en grandes unidades inflexiblemente acotadas.
En otras palabras, las revelaciones que nos aporta la actual filtración no enriquecen en nada lo que ya presumíamos. Nada nuevo bajo el Sol. Hay sospechas que son certezas. Y hay noticias que no lo son.
*Matemático
bruixa@prodigy.net.mx
http://www.excelsior.com.mx/marcelino-perello/2013/06/11/903456
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