jueves, 6 de junio de 2013

Por sus frutos la conoceréis (a la economía) - Lorenzo Meyer

6 Jun. 13

LA ECONOMÍA

Si en el mundo de lo social hay algo que se puede conocer y juzgar por sus frutos es la economía. Pues bien, viendo a esos frutos con ojos históricos, resulta que los de los últimos treinta años de la economía mexicana han sido más bien pobres e incluso algunos nacieron podridos. Claro, esta afirmación se refiere a la actividad económica en su conjunto y a sus efectos en la sociedad, pues a ciertas organizaciones e individuos concretos les ha ido muy bien. Esos afortunados conforman hoy un grupo muy notorio por lo pequeño; son una auténtica oligarquía.



La evolución de las cifras del producto interno bruto (PIB) mexicano en los últimos 78 años nos dicen que desde 1935 -inicio del cardenismo- hasta 1982 -año en que estalló la crisis terminal de la economía protegida- el promedio anual del crecimiento real del PIB fue de 3.17%; lo que llevó a que en cierto momento se hablara de un "milagro mexicano". En contraste con ese periodo de relativa prosperidad -en el que prevaleció la política de crecer industrializándonos mediante la sustitución de importaciones en un mercado protegido-, el crecimiento promedio anual en el siguiente periodo, el del modelo económico neoliberal y que va de 1983 a la fecha, es de apenas un raquítico 0.58%. Incluso si descontamos los años negros de la transición de un modelo a otro -el sexenio de Miguel de la Madrid-, el promedio anual apenas si sube a 1.69%, es decir, apenas un poco más de la mitad del crecimiento hasta antes de la crisis de 1982. Además, la tendencia de ese indicador no es a mejorar, pues en los dos últimos sexenios -los panistas- el promedio en cuestión fue de únicamente 1.30% (hasta 2000, los datos son de José Luis Calva, el resto de la CEPAL).

La crisis económica que estalló al final del gobierno de José López Portillo tuvo como uno de sus resultados la pérdida de poder dentro del grupo gobernante de los "políticos tradicionales" y el ascenso de los "políticos tecnócratas". Estos últimos aseguraron que la estructura productiva de México no se había reformado a tiempo y que era necesario someterla a una cirugía mayor que implicaba reducir el tamaño de Estado, privatizar al máximo posible, introducir la disciplina fiscal, abrirla a la competencia internacional y dejar morir a los actores económicos ineficientes. Para la mayoría, la cura ha sido dolorosa, ya ha pasado mucho tiempo desde su inicio -¡treinta años!- y la economía sigue sin dar los frutos en la cantidad y la calidad prometidos, en particular en materia de empleo bien remunerado.



PRONÓSTICOS

Algunos insisten en que México requiere más sesiones del tratamiento doloroso. Hace apenas unos meses, The Economist sostenía que ¡por fin! el futuro de la economía mexicana lucía prometedor. Sin embargo, ese semanario británico acaba de revisar su opinión y limó la parte optimista. The Economist, lo mismo que la OCDE y otros ortodoxos del neoliberalismo insisten en que aún se requieren nuevas dosis de lo mismo: que la privatización debe extenderse a lo único significativo que aún queda como propiedad del Estado: el sector energético (25 de mayo). Sin embargo, a estas alturas hay elementos para sospechar que si, tras tres decenios de neoliberalismo, la economía sigue sin mostrar dinamismo, entonces puede ser que el diagnóstico y el tratamiento estén mal, y que es tiempo de cuestionar los supuestos básicos de un modelo que ha enriquecido mucho a muy pocos y mantenido en la pobreza o la mediocridad a los más.



REVISIÓN

En una ponencia presentada la semana pasada en un seminario en El Colegio de México, un miembro de esa institución, José Romero, resumió bien la naturaleza de los frutos del actual modelo económico. Es verdad que las exportaciones han crecido y mucho -9.3% anual entre 1983 y 2011- al punto que ya representan el 36% del PIB (casi el doble de lo que eran cuando se inició el proceso). Además, el elemento principal de esas exportaciones lo constituyen las manufacturas. Sin embargo, tan sorprendente dinamismo exportador tiene como contraparte algo menos positivo: la naturaleza del componente importado en lo que exportamos. Las exportaciones brutas de las maquiladoras representan más del 12% del PIB, pero al restarles el contenido de lo que ellas importan, entonces el porcentaje es de apenas ¡3%! Y las otras exportaciones se comportan de manera similar: una parte mayoritaria de sus insumos no son producidos en México sino fuera.

Cuando el viejo modelo económico estaba a punto de entrar en crisis, en 1980, la exportación de manufacturas era de apenas el 2.6% del PIB. Ahora bien y según Romero, después de treinta años de reformas muy costosas y con una economía supuestamente globalizada, orientada al mercado externo, resulta que su corazón, la exportación neta de manufacturas -el valor de lo exportado menos sus insumos importados-, equivale apenas al 8% del PIB. ¿Es esto realmente un fruto digno del esfuerzo?

Para Romero, que el 63% de las manufacturas exportadas las hagan empresas con capital extranjero, explica en buena medida lo bajo del contenido realmente mexicano de nuestras exportaciones. El empleo en el sector manufacturero es el más productivo y mejor pagado, pero en 2011 ahí sólo se ocupaba al 9% de la fuerza laboral. Y es que la exportación no está realmente conectada con el grueso de la economía, con el mercado interno, sino que se comporta, y esto es lo esencial, como un enclave.



EL MODELO EXITOSO

El México actual depende sobremanera del crecimiento de la economía norteamericana, y hace tiempo que ese crecimiento es débil. En contraste, China crece mucho y en 2012 sobrepasó a Estados Unidos como la mayor potencia en comercio exterior. En realidad, el modelo económico más exitoso en este momento en el mundo es justamente el chino. Y ese no es un modelo neoliberal sino más bien uno de capitalismo de Estado y su dinamismo está basado en la urbanización y en la exportación. El Estado chino, mediante subsidios y créditos baratos, le da un apoyo decisivo a sus empresas estatales, que son las que están ganando el mercado mundial. Para 2020 se calcula que la inversión china en el exterior oscilará entre uno o dos millones de millones de dólares. Desde Estados Unidos, este fenómeno se ve como un "imperialismo blando", exitoso y peligroso (Heriberto Araújo y Juan Pablo Cardenal, "China's economic empire", The New York Times, 1o. de junio).

Y resulta que el México de los años de su "milagro económico" tenía un modelo no enteramente diferente del chino actual, uno donde el Estado tenía un proyecto y a veces jugaba un papel económico más importante que el del mercado. Sin embargo, fue justamente ese modelo, mal manejado al final, el que se desechó en aras del actual.



UNA INTERROGANTE

¿Todo capitalismo de Estado es inevitablemente antidemocrático? Ya sabemos, por experiencia propia y de otros, que el neoliberalismo económico no necesariamente desemboca en un sistema político democrático al que aspiramos. Pero, ¿por fuerza el Estado de un país subdesarrollado que asuma el liderazgo de la transformación económica tiene que ser, como el chino, antidemocrático? Valdría la pena ahondar en esa interrogante y sus implicaciones.


www.lorenzomeyer.com.mx; agenda_ciudadana@hotmail.com

Fuente: Reforma 6 jun 13

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