Durante sus primeros 50 años de vida, el Partido Acción Nacional fue visto por buena parte de la sociedad mexicana no solo como el partido de la derecha partidista sino como el semillero de los políticos honestos, preparados, cultos y demócratas.
Durante casi medio siglo el PAN se presentaba –y en buena medida lo era–, como todo lo contrario a la cuestionable cultura política priista de la corrupción, la transa, la antidemocracia, el clientelismo, el abuso del poder y el uso del dinero público con fines personalísimos. De hecho el PAN era algo así como la conciencia crítica del viejo PRI y, en el extremo, el partido azul se presentaba como ejemplo de todo aquello que debía ser la política; todo lo que no era el PRI.
Así, a lo largo de cinco décadas –entre 1938 y 1988–, el discurso del PAN se sustentó en la crítica al PRI corrupto, clientelar, transa, deshonesto, nada democrático y al enriquecimiento inexplicable de sus líderes y gobernantes. Y ese contraste entre el típico PRI y el PAN forjó una diferencia sustancial entre los políticos, gobernantes, legisladores y militantes del partido tricolor y los del PAN.
Durante casi medio siglo el PAN se presentaba –y en buena medida lo era–, como todo lo contrario a la cuestionable cultura política priista de la corrupción, la transa, la antidemocracia, el clientelismo, el abuso del poder y el uso del dinero público con fines personalísimos. De hecho el PAN era algo así como la conciencia crítica del viejo PRI y, en el extremo, el partido azul se presentaba como ejemplo de todo aquello que debía ser la política; todo lo que no era el PRI.
Así, a lo largo de cinco décadas –entre 1938 y 1988–, el discurso del PAN se sustentó en la crítica al PRI corrupto, clientelar, transa, deshonesto, nada democrático y al enriquecimiento inexplicable de sus líderes y gobernantes. Y ese contraste entre el típico PRI y el PAN forjó una diferencia sustancial entre los políticos, gobernantes, legisladores y militantes del partido tricolor y los del PAN.
Los primeros eran todo aquello que no debía ser la política y los políticos, en tanto que los segundos eran el contraste y ejemplo a seguir de la mística, la doctrina, honestidad, principios y valores de los políticos y la política. Y esa diferencia resultó fundamental para comparar a “los pillos en el poder” y a los opositores que pregonaban “el cambio”.
Y también gracias a esas diferencias, el PAN comenzó a ganar elecciones y a echar al PRI del poder en estados como el de Baja California –ganado en 1989–, además de que fue determinante para las más relevantes reformas electorales, como las de 1989 y 1996. Al final, y gracias a esas diferencias, el PAN alcanzó el poder presidencial en el año 2000.
Sin embargo –y aquí es donde comienza el problema–, cuando el PAN llegó al poder municipal, estatal y al poder presidencial también llegaron al PAN todas las malas mañas, propias del PRI, y que siempre cuestionó el partido azul. Dicho de otro modo, que de viejo y ya en el poder, el PAN hizo todo lo que cuestionó de joven y en la oposición.
Y frente a esa nueva realidad, los gobernantes, legisladores, líderes y hasta militantes del PAN pasaron de criticar a “las ratas tricolores” –como les decían a los corruptos del PRI–, a convertirse en “las ratas azules”. Es decir, que el PAN siguió los mismos pasos que el PRI hasta convertirse en uno de los sectores del partido tricolor; el sector azul del PRI.
Pero no fue todo. Si el PAN copió todas las malas prácticas del PRI –la corrupción incluída–, los líderes azules también copiaron las peores prácticas del PRD, el partido de la izquierda. Es decir, que al PAN llegaron las llamadas “tribus”; grupos que nacen, crecen, se mueven y reproducen no sólo para hacer política sino para ocupar espacios políticos, gobiernos, y centros de poder. Y claro, para el enriquecimiento colectivo.
Pero al PAN no sólo llegaron las “tribus”. No, también llegaron todas sus mañas y malas artes de la derecha y las izquierdas. Y eso es lo que hoy vemos en la pelea entre senadores del PAN. Es decir, vemos la pelea descarnada entre dos tribus que no pelean por los principios del partido, tampoco por la honestidad, la doctrina y los valores de su historia.
No, las respectivas “tribus” de corderistas y maderistas pelean por la mayor tajada de una bolsa nada despreciable de 204 millones de pesos. Y por eso se comportan como “perros y gatos” –característica propia de los amarillos del PRD–; por eso lanzan estiércol al ventilador azul y por eso todos resultan salpicados por igual de la porquería en que convirtieron al otrora partido de los apóstoles de la democracia.
¿Y dónde quedaron el PAN, su historia, mística, doctrina, sus cuadros ejemplares y papel de partido equilibrador y de contraste del PRI y del PRD?
Lo cierto es que hoy el PAN ya no es alternativa electoral, política y programática al PRI. Y es que Acción Nacional perdió el poder presidencial una vez que los ciudadanos percibieron que el PRI es la nueva alternativa de poder. En pocas palabras, que en las condiciones actuales, el PAN ya no sirve para nada a los ciudadanos. ¿Por qué? Porque como decían los propios panistas, las ratas de la política no solo son tricolores o amarillas. No, las ratas también son azules. Al tiempo.
EN EL CAMINO
Por cierto, dicen los que saben, que en Tabasco comenzó el corredero de ratas de dos patas. Y dicen que son del PRI, del PAN y del PRD… Ahora resulta que la ausencia de Jorge Hank Rhon en la cargada a favor del candidato del PRI en Baja California, era calculada. Aja.
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