martes, 18 de junio de 2013

Salvador Camarena - La salud como coartada, y el abuso paga

Hace diez años, una amiga se hizo pasar por una inmigrante indocumentada para reportar desde otro punto de vista el mundo de adversidades de los mojados. Estábamos en Nueva York. Como si fuera una recién llegada, muy temprano se fue a buscar trabajo. Pronto dio con una fábrica de ropa, ahí cada mañana el patrón elegía a varios trabajadores de entre quienes se agolpaban en la puerta de la factoría. 

La primera lección que aprendió es que no se podía pedir trabajo así nomás. Sólo aquellos que contaran con unas tijeras tendrían oportunidad de obtener el empleo. Al verla desvalida, un buen samaritano ayudó a mi amiga a conseguir unas. De cualquier manera fue inútil, ni él ni ella fueron elegidos por el patrón. Sin perder el ánimo, el samaritano la invitó a desayunar antes de emprender un peregrinaje por informales agencias de empleo en labores de limpieza. En el desayuno, aquel hombre –que en efecto creyó que mi amiga era monolingüe– le explicó los básicos para sobrevivir en la búsqueda de trabajo en la Gran Manzana. Le reveló que en las casetas de teléfono hay anuncios de empleos que son un fraude perfecto: el mojado llama con una tarjeta prepagada y en cuestión de segundos se chupan el crédito de la tarjeta. Y le explicó también, y por increíble que suene para alguien urbano, cómo funciona un elevador. No son pocos los paisanos que llegan a la ciudad de los rascacielos sin nunca haber utilizado un ascensor. 





Pero sobre todas las cosas, a mi amiga se le quedó grabada una frase que su generoso guía le dejó bien clara: “aquí te puedes sentir mal, pero no te puedes enfermar”. 

Lo que aplica en Estados Unidos a los inmigrantes aplica igualito en México a millones de ciudadanos. Aquí te puedes sentir mal todos los días, pero sólo te puedes tratar debidamente una enfermedad si te la puedes costear, si te has ganado por medios económicos propios ese derecho que se supone consagra la Constitución. 

Quién nos iba a decir que el ex Gobernador Andrés Granier, en su huida hacia adelante, todavía sería capaz de provocar más indignación. El abogado Eduardo Luengo Creel se ha equivocado gravemente en su estrategia. Si algo no requería su cliente era restregar más a la población saqueada, de Tabasco, y de todos los rincones de México, sus privilegios. En el país son decenas de millones los que no pueden, ni en una mala ocurrencia, pensar que si sienten un dolor en el pecho tendrán oportunidad de acceder debidamente a una cama de hospital público, y de hospital privado ya no hablamos. 

Pero en esto de la salud y el agravio está también el caso de “La Maestra”. Este lunes se informó que “como parte del tratamiento de sus diversas enfermedades, Elba Esther Gordillo Morales puede ser excarcelada en cualquier momento del penal femenil de Tepepan para ser trasladada a un hospital particular, confirmó la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal”.

A diferencia del caso de Granier, donde es imposible no tener suspicacias, sabemos que los achaques de la defenestrada líder sindical son crónicos. Pero el tema no es si creemos o no en los padecimientos de Granier y Elba Esther. El punto es que la población de este país, que ha sido insultada por décadas, esa que se cansó de ver la grosera (no es pleonasmo) opulencia de “La Maestra”, que ha tenido que empeñar todo lo que tiene y hasta lo que no tiene cuando alguien cercano enferma gravemente, o resignarse a padecer las insuficiencias bananeras de un sistema de salud donde si no tenemos alguna palanca sólo queda rezar a la providencia, esa población ahora encima tiene el reporte de noticias sobre cómo los abusivos pueden tener una mala racha, mas nunca pierden el estatus de privilegiados al que con dudosas artes accedieron. Y no cabe argumentar que Granier tenía dinero desde antes de ser Gobernador como para pagarse hoy un hospital privado, porque no sabemos (y nadie metería la mano al fuego, ¿o sí?) si tiene el mismo dinero que antes, pero sí sabemos que dejó a los tabasqueños peor que antes. Y para pagar eso no le alcanza su fortuna personal. 

Y los casos de Gordillo y Granier también nos hacen cuestionar cuántos presos o arraigados tienen el privilegio de recibir la atención médica que ellos decidan. ¿A poco las autoridades son igual de solícitas con peticiones similares de otros acusados por la justicia? 

Todo lo anterior mientras otra nota periodística reportaba este lunes que los legisladores han contratado cualquier cantidad de pólizas de seguros, no sólo de gastos médicos, sino incluso contra daños y robos del personal de limpieza (¡!). En el reporte de Ricardo Gómez, se explica que la suma asegurada por MetLife por accidente o enfermedad para los diputados es de dos millones 914 mil 200 pesos, superior en 110 mil pesos a la que gozaron en 2012. Beneficio privado con fondos públicos, como escribió alguien en Twitter. O, dicho de otra forma, a los políticos les vale madres las quejas por los abusos. 

Ya que comencé esta columna con lo que me contó una amiga, la cierro con lo que hace poco me dijo otro amigo. Éste se mueve en ámbitos financieros de nuestro país. Más de una vez ha escuchado en los círculos en los que él labora, que se supone que están muy bien regulados, un consejo cínico: “si vas a robar, que sea mucho, para que tengas más que suficiente para un buen abogado”. 

En pocas palabras, el abuso paga, pues incluso en los peores momentos te podrás asegurar de tener los menos inconvenientes posibles. O el goce máximo de los derechos que otros solo conocen en el papel. Los demás, no lo olvidemos, podemos sentirnos mal, pero antes de pensar en si creemos que estamos realmente enfermos, revisemos la cartera.

Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/opinion/18-06-2013/15162. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMBARGO.MX


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, sean civilizados.