El escenario más peligroso comienza a rodear las primeras elecciones del sexenio, a realizarse el domingo próximo: candidatos asesinados, atentados contra políticos y sus familiares, amenazas y miedo. La mano violenta del narco lleva el voto principal, en medio de un silencio preocupante de las autoridades. ¿Quién protesta?
Silencio en Gobernación. Silencio en el PRI. Silencio ante un cuadro preelectoral que huele a temor y a muerte. Si el candidato en turno no está alineado al interés-narco, su vida corre riesgo. Dime por quién votarás y te diré si vivirás. Cooperas o cuello.
El primer repliegue partidista —por miedo o por precaución—, ya se dio: la coalición PAN-PRD-PT decidió no participar en las elecciones locales en el municipio de Sinaloa “ante el clima de amenazas de muerte y represalias contra nuestros compañeros por fuerzas oscuras que pretenden imponer a los candidatos del tricolor”, denunció el secretario técnico del Comité Ejecutivo Estatal del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Guillermo Alfredo Esquer Ayala.
Miedo mata democracia. Y así como del discurso oficialista ha desaparecido cualquier mención sobre la violencia que azota a México —galopante, inacabable—, se ha mostrado también ceguera ante la intervención sanguinaria e innegable del poder narco en las elecciones, incluidas, sin duda, las del domingo próximo.
Y no es percepción. Allí están los hechos:
Rosalía Palma López, aspirante a legisladora local en Oaxaca por el PRI y el PVEM, sufrió un atentado el sábado pasado, en el cual fallecieron su esposo y su sobrina. Ella está grave, imposibilitada físicamente para seguir en la contienda electoral.
Ejecutan, de tres tiros en la cabeza —el sello narco—, a Nicolás Estrada Merino, presidente del Consejo Estatal del PRD en Oaxaca. Su cuerpo fue encontrado en el municipio de Tuxtepec, tras 11 días de haber sido levantado. Fue hallado el jueves 27 de junio.
Jesús Antonio Loaiza Zamora, de 19 años de edad, sobrino de Amado Loaiza Perales, abanderado del PRI-PVEM-Panal a la alcaldía de San Ignacio, fue asesinado en Culiacán, Sinaloa. Jesús Antonio era hijo del coordinador de la campaña de Amado, Antonio Loaiza, hermano del candidato.
El 18 de febrero, Mario Landeros, precandidato priista a la alcaldía de Lerdo, Durango, fue ultimado.
Hasta hoy, ni hay detenidos ni se ha precisado quiénes fueron los culpables de la ejecución.
El 12 de junio, Jaime Orozco, candidato del PRI a la alcaldía de Guadalupe y Calvo, Chihuahua, fue ejecutado. Ni aprehendidos ni responsables, tampoco, de esta muerte.
El 18 de junio, el militante panista José Gaona fue asesinado en el municipio de Coxquihui, Veracruz. Impune también este crimen.
En México están asesinando a políticos, a sus cercanos, a militantes partidistas, y nadie dice absolutamente nada.
A cinco días de las primeras elecciones del sexenio, se cierra el pico y se voltea para otro lado.
Si la violencia política es grave, la indiferencia de los gobiernos lo es aún más.
Fingir que todo está bien, que los asesinatos políticos no existen, que son imaginación de los malpensados periodistas y que deben ser ignorados, es un error grave que nos cobrará, a todos, facturas en el corto plazo.
Y allí está la advertencia del ex titular de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade), Luis Vargas Valdez, quien advirtió, en entrevista con The Washington Post, sobre la posibilidad de que el narco permeara en las campañas de los políticos mexicanos.
¿Cómo interviene el narco poderoso en las elecciones? Bajo dos vías: el dinero y la bala. O le entras al primero o te atienes a la segunda.
Por lo pronto, la lista de políticos ejecutados va creciendo. ¿Quién la frena?
ARCHIVO CONFIDENCIAL
BAJA CALIFORNIA Y PUEBLA. En el terreno estrictamente electoral, dos elecciones roban cámara el domingo próximo: BC y Puebla.
La primera —única entidad en la que se elige gobernador dentro de los 14 procesos electorales— ha sido un carnaval de descalificaciones y de guerra sucia entre el PAN y el PRI. Kiko Vega contra Castro Trenti.
Sorprendería más que ganara el priismo, a que el panismo conservara este bastión histórico vestido de blanquiazul desde 1989. BC es para el PAN lo que el Distrito Federal es para el PRD.
Y en Puebla la joya de la corona es la alcaldía de la capital, donde ha sido la misma regla: aventar lodo al ventilador y que todos se agachen.
Las últimas encuestas y eventos políticos reflejan que Tony Gali, abanderado de la coalición PAN-PRD-Panal, podría llevar ventaja sobre el priista Enrique Agüera, que nada más no ha podido responder, entre otras cosas, sobre propiedades de su familia en Miami.
Fuente: Excelsior.
Silencio en Gobernación. Silencio en el PRI. Silencio ante un cuadro preelectoral que huele a temor y a muerte. Si el candidato en turno no está alineado al interés-narco, su vida corre riesgo. Dime por quién votarás y te diré si vivirás. Cooperas o cuello.
El primer repliegue partidista —por miedo o por precaución—, ya se dio: la coalición PAN-PRD-PT decidió no participar en las elecciones locales en el municipio de Sinaloa “ante el clima de amenazas de muerte y represalias contra nuestros compañeros por fuerzas oscuras que pretenden imponer a los candidatos del tricolor”, denunció el secretario técnico del Comité Ejecutivo Estatal del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Guillermo Alfredo Esquer Ayala.
Miedo mata democracia. Y así como del discurso oficialista ha desaparecido cualquier mención sobre la violencia que azota a México —galopante, inacabable—, se ha mostrado también ceguera ante la intervención sanguinaria e innegable del poder narco en las elecciones, incluidas, sin duda, las del domingo próximo.
Y no es percepción. Allí están los hechos:
Rosalía Palma López, aspirante a legisladora local en Oaxaca por el PRI y el PVEM, sufrió un atentado el sábado pasado, en el cual fallecieron su esposo y su sobrina. Ella está grave, imposibilitada físicamente para seguir en la contienda electoral.
Ejecutan, de tres tiros en la cabeza —el sello narco—, a Nicolás Estrada Merino, presidente del Consejo Estatal del PRD en Oaxaca. Su cuerpo fue encontrado en el municipio de Tuxtepec, tras 11 días de haber sido levantado. Fue hallado el jueves 27 de junio.
Jesús Antonio Loaiza Zamora, de 19 años de edad, sobrino de Amado Loaiza Perales, abanderado del PRI-PVEM-Panal a la alcaldía de San Ignacio, fue asesinado en Culiacán, Sinaloa. Jesús Antonio era hijo del coordinador de la campaña de Amado, Antonio Loaiza, hermano del candidato.
El 18 de febrero, Mario Landeros, precandidato priista a la alcaldía de Lerdo, Durango, fue ultimado.
Hasta hoy, ni hay detenidos ni se ha precisado quiénes fueron los culpables de la ejecución.
El 12 de junio, Jaime Orozco, candidato del PRI a la alcaldía de Guadalupe y Calvo, Chihuahua, fue ejecutado. Ni aprehendidos ni responsables, tampoco, de esta muerte.
El 18 de junio, el militante panista José Gaona fue asesinado en el municipio de Coxquihui, Veracruz. Impune también este crimen.
En México están asesinando a políticos, a sus cercanos, a militantes partidistas, y nadie dice absolutamente nada.
A cinco días de las primeras elecciones del sexenio, se cierra el pico y se voltea para otro lado.
Si la violencia política es grave, la indiferencia de los gobiernos lo es aún más.
Fingir que todo está bien, que los asesinatos políticos no existen, que son imaginación de los malpensados periodistas y que deben ser ignorados, es un error grave que nos cobrará, a todos, facturas en el corto plazo.
Y allí está la advertencia del ex titular de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade), Luis Vargas Valdez, quien advirtió, en entrevista con The Washington Post, sobre la posibilidad de que el narco permeara en las campañas de los políticos mexicanos.
¿Cómo interviene el narco poderoso en las elecciones? Bajo dos vías: el dinero y la bala. O le entras al primero o te atienes a la segunda.
Por lo pronto, la lista de políticos ejecutados va creciendo. ¿Quién la frena?
ARCHIVO CONFIDENCIAL
BAJA CALIFORNIA Y PUEBLA. En el terreno estrictamente electoral, dos elecciones roban cámara el domingo próximo: BC y Puebla.
La primera —única entidad en la que se elige gobernador dentro de los 14 procesos electorales— ha sido un carnaval de descalificaciones y de guerra sucia entre el PAN y el PRI. Kiko Vega contra Castro Trenti.
Sorprendería más que ganara el priismo, a que el panismo conservara este bastión histórico vestido de blanquiazul desde 1989. BC es para el PAN lo que el Distrito Federal es para el PRD.
Y en Puebla la joya de la corona es la alcaldía de la capital, donde ha sido la misma regla: aventar lodo al ventilador y que todos se agachen.
Las últimas encuestas y eventos políticos reflejan que Tony Gali, abanderado de la coalición PAN-PRD-Panal, podría llevar ventaja sobre el priista Enrique Agüera, que nada más no ha podido responder, entre otras cosas, sobre propiedades de su familia en Miami.
Fuente: Excelsior.
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