El crecimiento de López Obrador no mejoró, sino que por el contrario tensionó más, el clima interno de la campaña. El cerco económico se hizo más estrecho. La hostilidad hacia Luis Mandoki y hacia mí se hizo más evidente en círculos presuntamente cercanos a AMLO.
En una oportunidad le dije a López Obrador que iba a abandonar la campaña, porque no teníamos la posibilidad de producir los spots de televisión necesarios para ganar, debido a que no teníamos dinero. Él, preocupado, me dijo que no hiciera eso, que estaba muy contento con la marcha de la campaña y con mi trabajo. Me aseguró que se encargaría de resolver ese problema, e indicó a su asistente administrativo y financiero, frente a nosotros, que nos diera los recursos que necesitábamos. Si bien esta persona se comprometió a hacerlo de inmediato, después de días de demora terminó facilitándonos sólo una parte ínfima del monto que AMLO nos había adjudicado. Cada día nuestra planificación estratégica colisionaba con un entorno que parecía decidido a hacer perder, y no a hacer ganar, a su candidato.
Junto con la penuria financiera, comenzaron a generarse emboscadas cotidianas. Un día, uno de los miembros del “gabinete designado” y otra figura política cercana a AMLO, nos reunió en un bar con un presunto “especialista” en fundraising, que era un mafioso de baja categoría que buscaba comprometernos en cuestiones ilegales, tráfico de influencias y acciones sucias. En toda la noche ni Mandoki ni yo abrimos la boca. Cuando pudimos desembarazarnos de esa persona, les reprochamos a los “amigos” de AMLO la increíble falta de criterios políticos y de seguridad que habían tenido, exponiéndonos a nosotros y a la campaña en manejos de ese género.
Después de ese hecho, ni las estrecheces económicas ni las emboscadas parecían tener fin. La segunda trampa que nos tendieron, los mismos “amigos” de AMLO, fue la de un misterioso y millonario oaxaqueño que nos daría ni más ni menos que diez millones de dólares, que era bastante más que lo que necesitábamos para toda la campaña, y que debíamos ir a buscar, en uno o en varios viajes, a una casa en un pueblito del Estado de Hidalgo.
Esa inquietante oferta, venía con recomendaciones favorables desde gente perteneciente al entorno del Gobierno del Distrito Federal. Mi opinión fue que, si ellos querían traerlo, que así lo hicieran, pero que nosotros no estábamos dispuestos a caer en una trampa. Finalmente, y en un proceso muy hablado que duró varias semanas, esa operación nunca se concretó. Seguramente el tal oaxaqueño, de toda evidencia, no haya existido jamás.
Además de las emboscadas con aportantes sospechosos, hubo otros intentos, un poco más presentables, de desplazarnos de la campaña. En uno de nuestros encuentros regulares, me dijo López Obrador que Marcelo Ebrard le había insistido, y lo había presionado de manera muy tenaz, para que recibiera a Jaime Durán Barba, un consultor ecuatoriano que trabajaba con el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri. López Obrador le dijo que no necesitaba otro asesor, que la campaña iba muy bien, pero finalmente, frente a la insistencia de Marcelo Ebrard, lo recibió.
Además de las emboscadas con aportantes sospechosos, hubo otros intentos, un poco más presentables, de desplazarnos de la campaña. En uno de nuestros encuentros regulares, me dijo López Obrador que Marcelo Ebrard le había insistido, y lo había presionado de manera muy tenaz, para que recibiera a Jaime Durán Barba, un consultor ecuatoriano que trabajaba con el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri. López Obrador le dijo que no necesitaba otro asesor, que la campaña iba muy bien, pero finalmente, frente a la insistencia de Marcelo Ebrard, lo recibió.
El relato que me hizo AMLO de la entrevista seguramente estuvo muy simplificado y caricaturizado, pero con una mezcla de fastidio, ironía y diversión, me dijo que Durán Barba lo había parado frente a un televisor y que le había mostrado un discurso de él sin sonido. "Este hombre me explicó que lo único importante era lo que se veía, no lo que yo decía", contaba AMLO. Se reía y sacudía la cabeza. "Le dije muchas gracias y se fue. No lo volví a ver más".
La campaña, por aire y tierra, se fortalecía. López Obrador continuaba creciendo. Ya había desplazado a Josefina Vázquez Mota, la candidata del PAN, al tercer lugar, y se encaminaba a ganarle a Enrique Peña Nieto. Era una tristísima paradoja que, con una campaña brillante, AMLO subiera de manera incontenible en las encuestas, pero que ese crecimiento no le hubiera permitido recaudar, ni le hubiera dado ninguna holgura económica a la campaña.
La campaña, por aire y tierra, se fortalecía. López Obrador continuaba creciendo. Ya había desplazado a Josefina Vázquez Mota, la candidata del PAN, al tercer lugar, y se encaminaba a ganarle a Enrique Peña Nieto. Era una tristísima paradoja que, con una campaña brillante, AMLO subiera de manera incontenible en las encuestas, pero que ese crecimiento no le hubiera permitido recaudar, ni le hubiera dado ninguna holgura económica a la campaña.
Todas nuestras ideas de campaña naufragaban en el eterno “no hay dinero”. Para no dar la sensación de debilidad, hicimos un spot muy barato, solamente imágenes de archivo y edición, más una muy buena animación inicial que, con palabras fuertes, y musicalizado por un son jarocho, trataba de mostrar a la gente lo que realmente ocurría: que López Obrador caminaba con paso firme hacia el triunfo. En este spot, como en el de "Una Historia", mi texto, un poco largo, fue locutado por Damián Alcázar.
En el mes de mayo teníamos como grupo objetivo prioritario, además de los jóvenes, a los indecisos informados, a aquellos electores con poca o nula identificación partidaria a quienes, sin embargo, les interesaba la política y que apreciaban las buenas propuestas para tomar su decisión de voto.
Para ellos hicimos una serie de spots con el candidato sintetizando, en pocas palabras, las líneas generales de sus propuestas de política sectorial. Uno de ellos, el de seguridad, lo hicimos con el candidato dirigiéndose a los electores desde un escritorio. El movimiento de cámara, con Dolly, compensaba la tendencia pasiva y estática del encuadre. Lo dejamos en mangas de camisa, que le daba un aspecto más joven y dinámico.
A mediados de mayo la tendencia de crecimiento se hacía evidente. En nuestras mediciones, AMLO se iba acercando rápidamente en intención de voto al puntero Peña Nieto, mientras que Josefina Vázquez Mota perdía día a día competitividad y ya parecía estar quedando fuera de la competencia.
Lo que quedaba muy evidente era que estábamos ganando la campaña. La campaña electoral de Peña Nieto era una campaña publicitaria, apoyada por un poder económico apabullante, pero finalmente no era más que una campaña publicitaria. Nuestra campaña electoral era una campaña Política.
Como dijimos antes, la campaña de Peña Nieto lo había ubicado, vestido de guayabera, en los diferentes estados de México. Caminaba solo, vestido como un muchacho priísta, joven, pero con guayabera de dinosaurio del partido. La guayabera le había quitado la respetabilidad e imagen presidencial que había ganado antes, en su campaña de Gobernador del Estado de México. Su campaña no le había hecho ganar nada, sino que le iba restando contenidos estratégicos de imagen.
Mientras tanto, nuestro trabajo con López Obrador añadía imagen presidencial. Presencia cuidada, traje y corbata, conceptos medidos, serenos, seguros. Tardíamente, en este mismo mes de mayo, la campaña de Peña Nieto percibió su error, el terreno que había perdido frente a nosotros, y volvió a vestirlo con traje azul marino y corbata.
Una mañana, encontramos a López Obrador para evaluar la campaña. Volví a decirle que necesitábamos recursos para completar los contenidos de campaña que considerábamos estratégicos, y ganar la elección. Había spots planificados, concebidos, ya guionados, que no podían producirse por falta de dinero.
Lo que quedaba muy evidente era que estábamos ganando la campaña. La campaña electoral de Peña Nieto era una campaña publicitaria, apoyada por un poder económico apabullante, pero finalmente no era más que una campaña publicitaria. Nuestra campaña electoral era una campaña Política.
Como dijimos antes, la campaña de Peña Nieto lo había ubicado, vestido de guayabera, en los diferentes estados de México. Caminaba solo, vestido como un muchacho priísta, joven, pero con guayabera de dinosaurio del partido. La guayabera le había quitado la respetabilidad e imagen presidencial que había ganado antes, en su campaña de Gobernador del Estado de México. Su campaña no le había hecho ganar nada, sino que le iba restando contenidos estratégicos de imagen.
Mientras tanto, nuestro trabajo con López Obrador añadía imagen presidencial. Presencia cuidada, traje y corbata, conceptos medidos, serenos, seguros. Tardíamente, en este mismo mes de mayo, la campaña de Peña Nieto percibió su error, el terreno que había perdido frente a nosotros, y volvió a vestirlo con traje azul marino y corbata.
Una mañana, encontramos a López Obrador para evaluar la campaña. Volví a decirle que necesitábamos recursos para completar los contenidos de campaña que considerábamos estratégicos, y ganar la elección. Había spots planificados, concebidos, ya guionados, que no podían producirse por falta de dinero.
Le dije todo lo que necesitábamos. Insistí en que consideraba imprescindible tener dos mil espectaculares de vía pública en todo el país. Me dijo que no, que no le parecía necesario. Yo subí la apuesta y le advertí que necesitábamos generar sensación subjetiva de triunfo. Le dije que sin espectaculares no podía ganar. Me miró con enojo. "Bueno. No ganaremos entonces", me respondió. Se levantó, caminó por su oficina. Fue al baño. Volvió hosco y en silencio. Finalmente me miró y con voz grave me señaló. "No me puedes decir eso!". Pensó un instante y agregó. "Bueno, sí. Me lo puedes decir. Pero yo también puedo decirte que no. Que no estoy de acuerdo".
Hubo un silencio largo y un poco incómodo. Luis Mandoki agregó una observación cierta pero algo irritante. Mario Delgado o Alejandra Barrales tienen muchos más espectaculares que tú. "Y a mí qué me importa Mario Delgado!" dijo Andrés. Otro silencio, otros pasos en su despacho.
Hubo un silencio largo y un poco incómodo. Luis Mandoki agregó una observación cierta pero algo irritante. Mario Delgado o Alejandra Barrales tienen muchos más espectaculares que tú. "Y a mí qué me importa Mario Delgado!" dijo Andrés. Otro silencio, otros pasos en su despacho.
Para pasar a otro tema le dije que teníamos casi listo el “Proyecto para México”, que él mismo nos había autorizado a producir, y que habíamos generado con ayuda principal y coordinación de Juan Ramón de la Fuente y de Claudia Sheinbaum, quienes habían conseguido presentaciones sectoriales del “Gabinete Designado” y que, entre ellos y yo, habíamos sintetizado en un excelentísimo material.
Nuestro plan era hacer un documento de divulgación de gran calidad gráfica y diseño, para ser presentado en un evento mediático. "No, eso no", me dijo AMLO. Trabajamos mucho en él, me parece fundamental para la campaña, es buenísimo, insistí, lo hicimos con todo el Gabinete designado, con todos tus asesores. "No tengo asesores!", contestó secamente López Obrador, cerrando el diálogo.
Como para pasar la página, uno de sus asistentes le informó que Luis Creel y un grupo de empresarios habían organizado una cena en su casa de Lomas de Chapultepec y querían verlo, para apoyarlo económicamente en la campaña. Agregó que habían pedido una entrevista con él desde hacía meses y que nunca había querido recibirlos. Yo no quiero verlos! Dijo López Obrador, y nos miró a Luis Mandoki y a mí:
"Vayan ustedes!".
Como para pasar la página, uno de sus asistentes le informó que Luis Creel y un grupo de empresarios habían organizado una cena en su casa de Lomas de Chapultepec y querían verlo, para apoyarlo económicamente en la campaña. Agregó que habían pedido una entrevista con él desde hacía meses y que nunca había querido recibirlos. Yo no quiero verlos! Dijo López Obrador, y nos miró a Luis Mandoki y a mí:
"Vayan ustedes!".
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