Conforme se acercan las elecciones del próximo domingo en 14 estados de la República, los ánimos se calientan y aparecen más reclamos de presuntas trampas electorales. Los perredistas, pero sobre todo los panistas, afirman que se están incumpliendo los compromisos firmados en el Adéndum del Pacto por México.
Recordemos que en abril, ante las trampas que estaban haciendo el PRI y el gobierno de Javier Duarte en Veracruz, el Pacto quedó en un impasse. Volvió a activarse cuando el tricolor y el gobierno de Peña se comprometieron a que las elecciones del 7 de julio fueran limpias. El que los perredistas y panistas digan ahora que se está incumpliendo con el Adéndum, pues denota una de dos: o el Presidente no ha podido controlar a los gobernadores de su partido, quienes siguen inclinando ilegalmente la cancha electoral a favor del PRI, o Peña no ha querido hacerlo.
La primera opción significaría que los gobernadores, cuyo poder ha crecido de manera desmedida en los últimos años, no tienen muchos contrapesos que digamos. Que ni siquiera Los Pinos puede atemperarlos. Me cuesta trabajo creerlo. Y es que el Poder Ejecutivo Federal tiene un instrumento muy poderoso que puede usar para presionar a los gobernadores: la chequera pública. Aunque los recursos públicos que llegan a los estados son aprobados por la Cámara de Diputados, el Ejecutivo tiene discrecionalidad en ciertas partidas que puede cerrar o abrirle a los gobiernos estatales. Además, puede retrasar las transferencias de dinero (lo que en buen español se conoce como "jinetear la lana"). En otras palabras, con el poder de la chequera, el Presidente puede presionar a los gobernadores para que no hagan trampas, tal y como se comprometió en el Adéndum (el compromiso adicional uno es a favor del "respeto a la ley y limpieza electoral").
Pero también me cuesta trabajo pensar que, en realidad, Peña no ha querido cumplir con este compromiso. Está en el interés del Presidente que los comicios salgan bien de tal suerte que continúe el Pacto por México. Sobre todo le conviene una buena relación con el PAN para sacar adelante la reforma más importante de su sexenio, es decir, la energética (sabemos que la izquierda no va a apoyar cualquier intento de abrir el sector a la inversión privada).
No me cuadra, entonces, ni que el Presidente no haya podido ni que Peña no haya querido poner en orden a los gobernadores para que hayan elecciones limpias. Lo cual me lleva a una tercera hipótesis: que con sus reclamos, perredistas y panistas estén dándole un último apretón al Presidente para evitar que los priístas hagan de las suyas el domingo. En este sentido, resulta interesante lo que dijo ayer Peña: "el gobierno de la República trabajará para asegurar la equidad, legalidad y transparencia de las elecciones locales, en el ámbito de su competencia. Como parte de esta responsabilidad, no se permitirá, ni tolerará, que ningún funcionario federal interfiera o tenga injerencia en los procesos electorales.
De igual manera, mantendrá plena coordinación con las autoridades electorales y procuradurías de las entidades, para asegurar que los mexicanos puedan ejercer su voto de manera libre y secreta. El Gobierno de la República hará la parte que le corresponde, para que estos procesos se realicen en un clima de certeza, legalidad y orden".
¿Se habrá entendido este mensaje en los estados? ¿Sabrán los gobernadores priístas lo que está en juego para el Presidente? Porque vale la pena recordar que, cuando se firmó el Adéndum, el dirigente del PRD claramente le dijo a Peña: "enviando usted un mensaje desde Palacio Nacional, un mensaje a la nación comprometiéndose ante el país a que ningún gobierno y ninguna dependencia de ningún tipo haga uso electoral de los programas sociales para favorecer a un partido político, en este caso al PRI, está usted empeñando su palabra, que es lo más valioso que un político, especialmente que un mandatario tiene".
Así que, para los perredistas y panistas, lo que está en juego el domingo es la palabra del Presidente. Lo cual me lleva a una cuarta hipótesis sobre las quejas de la oposición: quizá ya comenzaron a salvar cara. Como saben que van a perder, pues se están curando en salud, es decir, adelantando la idea de que ellos no perdieron, sino que los priístas les ganaron con trampas, a pesar del Adéndum y del compromiso de Peña a favor de la legalidad electoral.
A usted, ¿cuál de las cuatro hipótesis le convence más?
Twitter: @leozuckermann
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