Lo que antes era motivo de orgullo, presunción y hasta soberbia es ahora condición de vulnerabilidad, miedo, sospecha y amenaza. Aspirar a algún cargo público o de representación popular mediante el voto y a través de una campaña equivale —sobre todo en ciertos estados del país— a la posibilidad de morir uno mismo e incluso sus familiares o amigos. Esto ocurre en buena parte del territorio nacional; particularmente en los estados de Sinaloa, Oaxaca, Durango, Aguascalientes, Veracruz, Quintana Roo, Zacatecas y Tamaulipas.
Tan sólo un recuento de las dos semanas recientes basta para ilustrar el grado de descomposición a que han llegado nuestros procesos electorales. Un clima de violencia propiciado por los propios partidos, los contendientes y evidentemente por la injerencia creciente de cárteles o “cartelitos” de diferente tamaño del crimen organizado: México, tenemos un problema; hay malas noticias para la democracia:
Tan sólo un recuento de las dos semanas recientes basta para ilustrar el grado de descomposición a que han llegado nuestros procesos electorales. Un clima de violencia propiciado por los propios partidos, los contendientes y evidentemente por la injerencia creciente de cárteles o “cartelitos” de diferente tamaño del crimen organizado: México, tenemos un problema; hay malas noticias para la democracia:
—Apenas el 13 de junio el candidato del PRI a la alcaldía de Guadalupe y Calvo en Chihuahua, Jaime Orozco Madrigal, fue encontrado muerto, luego de que fuera sacado de su domicilio, a la fuerza, por un grupo de hombres armados.
—En Tepescolula, Oaxaca, la candidata a diputada local Rosalía Palma, del Partido Revolucionario Institucional, fue balaceada y trasladada muy grave a un hospital, mientras su marido y una sobrina resultaron muertos en el atentado.
—En lo que fue una semana negra, el pasado jueves 27 de junio fue hallado el cuerpo del dirigente del PRD en Oaxaca, Nicolás Estrada Medina, quien había sido reportado como desaparecido 11 días antes.
—Ese mismo jueves fue víctima de un atentado a balazos el candidato a la Presidencia Municipal de Tantoyuca, Veracruz, Quintín Mendoza Nicolás, quien fue hospitalizado de emergencia y culpó a sus adversarios panistas del ataque del que fue víctima.
—El sábado pasado fue asesinado en San Ignacio, Sinaloa, Jesús Antonio Loaiza Zamora, hijo, con 19 años, del coordinador de la campaña a este municipio por PRI-Verde-Panal: Amado Loaiza.
—Y apenas ayer fue encontrado ejecutado —con varios impactos de bala- Ricardo Reyes Zamudio, quien era candidato a la alcaldía en el municipio serrano San Dimas, en el estado de Durango.
Y Éste es sólo el “corte” de última hora. El recuento de tres meses de campaña, incluyendo balaceras fallidas y atentados no consumados en su intencionalidad no cabría aquí. Sería necesariamente una larga relación de hechos, todos ellos discutibles: Algunos de los cuales tal vez no tuvieron motivaciones electorales; otros que pudiendo corresponder al modus operandi del narco, no fueron sino agravios personales, y algunos más que no tendrían por qué inscribirse en la violencia electoral. Sí, pero también está claro que la gran mayoría de ellos sí se debe a las feroces disputas partidistas, que se dan sobre todo en algunas regiones del país donde la criminalidad es el signo. Ahí, donde aún cargos modestos como regidor o alcalde de un micromunicipio pueden ser un bocado muy apetecible para los posicionamientos estratégicos de los cárteles de la droga.
Todo prohijado por los propios partidos políticos y una beligerancia que si bien puede no ser determinante para la violencia absoluta, sí contribuye, por su virulencia verbal, a sobrecalentar el ambiente. Vea usted: Madero, el del PAN, diciendo que fue puro show la reunión de Osorio Chong con los partidos y los 14 gobernadores para garantizar la limpieza electoral y blindar la elección de los programas sociales; Camacho, el del PRI, revirando con que el gobierno de Baja California desvió mil 350 millones de pesos de recursos públicos para favorecer a sus candidatos panistas; luego el contraataque azul de Madero para acusar al PRI y a sus gobiernos de fomentar un clima de violencia para inhibir el voto y la participación ciudadana; añádanse las revelaciones escandalosas de la guerra sucia sobre candidatos y dirigentes partidistas: “Aquel es pederasta abominable… éste es ultra millonario defraudador...”; en suma, un estupendo caldo de cultivo para la violencia electoral que puede exacerbarse todavía más de aquí al 7 de julio. Y eso que se trata de elecciones intermedias, de esas de 40% o menos de afluencia a las casillas. Imaginemos, de ser así las cosas, lo que puede llegar a ser julio de 2018.
@RicardoRocha_MX
Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/candidatos-oficio-de-alto-riesgo-1372831287
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