En un primer balance, con los resultados preliminares que anoche empezaban a fluir en los estados, el partido con mayor avance en estas elecciones sería el PRI, que se consolida en Veracruz, Chihuahua y regresa en Tamaulipas y Quintana Roo, pero no logra recuperar Baja California que al cierre de esta columna se la queda el PAN con casi cinco puntos de ventaja. El panismo sería el segundo partido con mayor avance al refrendar ese estado y arrasar en Puebla, además de que se queda con la capital de Oaxaca y registra alta votación en varios estados; y al final el partido que más retrocede o que menos avanza, según se quiera ver, es el PRD.
Es decir, que con toda la cauda de denuncias de irregularidades, violencia y asesinatos, y los señalamientos del desvío de recursos públicos contra sus gobernadores, la maquinaria del PRI sigue siendo la más fuerte en los estados, pero no fue suficiente para recuperar Baja California. Los viejos estilos de hacer política y ganar elecciones han sido confirmados y a nivel local, el PRI sigue siendo el partido más fuerte, aunque las alianzas entre el PAN y el PRD lograron neutralizar a la maquinaria priista que no pudo contra los dos partidos aliados en varias entidades.
Sin restar gravedad a toda la violencia y la suciedad que caracterizaron estos comicios, el avance del PRI desecha los vaticinios de un prematuro voto de rechazo al gobierno de Enrique Peña Nieto, aunque no deja bien parado al presidente ante la debilidad o la incapacidad que tuvo para contener prácticas ilegales de algunos gobernadores y castigar la violencia en los estados en que murieron 12 candidatos. Es decir el PRI gana, pero no necesariamente gana Peña Nieto, que enfrentará duras reclamaciones y un costo mucho más alto de sus aliados en el Pacto por México que encarecerán sus apoyos a las reformas pendientes.
Y entre los ganadores priistas, con todo lo cuestionable de estos comicios, hay nombres y apellidos que capitalizarán, a pesar de todo, los triunfos. Ganan gobernadores que estuvieron cuestionados y en el ojo del huracán como Javier Duarte, de Veracruz, Roberto Borge de Quintana Roo y César Duarte de Chihuahua, curiosamente los tres no muy queridos en los altos círculos peñistas, pero que se imponen en sus estados.
A nivel de dirigentes César Camacho no logró, a reserva de las impugnaciones, desterrar el fantasma de la concertaseción en Baja California; Gustavo Madero salva su cuestionado liderazgo con Baja California, a pesar de que no entrega las mejores cuentas que había ofrecido de que “sería el mayor avance del PAN en mucho tiempo”. Algo que aún no interpretan los panistas les descompuso lo que efectivamente era un panorama más alentador en varios estados, entre ellos Tamaulipas y Quintana Roo, y que en las últimas dos semanas, previas a la votación, cambió radicalmente las expectativas para el panismo ¿Será que al final sí les pegaron sus pleitos y enfrentamientos internos? Al final mantener Baja California será suficiente para que Madero puede enfrentar a la disidencia calderonista de su partido y aguante de aquí a diciembre que se termina su dirigencia.
Quien si gana en el PAN, porque buscará capitalizar el avance más importante del blanquiazul en estas elecciones, es el gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, que fue el único capaz de enfrentar y derrotar a la maquinaria priista, con todo y operadores como Fernando Moreno, Mario Marín y hasta la secretaria general priista Ivonne Ortega. Moreno Peña, apoyado por calderonistas como Ernesto Cordero, Max Cortázar y Javier Lozano, borró al priismo en la capital y la mayoría de distritos, y seguro buscará reivindicar eso al interior del dividido panismo.
Para Jesús Zambrano del PRD, y para su grupo de Los Chuchos, np hubo muy buenas noticias, aunque la apuesta por las alianzas con el PAN al final arrojó números que, sin ser los que esperaban, le darán al dirigente elementos para tratar de revertir la realidad de que el perredismo sería el partido menos favorecido en estos 14 comicios, con excepción de Oaxaca, donde mantienen posiciones pero tampoco avanzan.
En síntesis, el avance del PRI no fue total, pero paradójicamente tampoco fortalece al presidente Peña Nieto y más bien golpea su discurso de un cambio de los viejos estilos priistas, al tiempo que confirma que el inquilino de Los Pinos no quiso o no pudo contener los apetitos de poder de los gobernadores priistas.
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