martes, 13 de agosto de 2013

Federico Reyes Heroles - La malvada simplicidad

O P I N I Ó N
F E D E R I C O   R E Y E S   H E R O L E S
La malvada simplicidad

Lo simple es atractivo y es popular. La complejidad es justamente lo contrario, no tiene sex appeal. Muchos, por desgracia, rechazan la complejidad, no llegan a la argumentación, está demasiado complicado, dicen, y regresan a su zona de confort. Lo simple campea a sus anchas en países con bajos niveles educativos, entre más elevados sean éstos, más obstáculos encuentra. A mayor educación, más oportunidad tiene lo complejo de avanzar. Los países con mayores niveles de desarrollo y justicia, viven con fórmulas de convivencia muy complejas. Desarrollo, justicia y complejidad van de la mano. Sin embargo ningún país –ni los más educados- está vacunado contra la simplicidad. Alemania era un país puntero y sin embargo la absurda versión de que los judíos eran responsables de la crisis económica prendió. Hoy en día las neo derechas radicales, con argumentos racistas y fascistas, encuentran sitio en naciones tan desarrolladas y educadas como los Países Bajos, Austria o Italia.



El problema es que el mundo es complejo, la vida pública incluida. Malvada entonces, porque la simplicidad facilita el camino a propuestas populares y en ocasiones populistas, que no necesariamente son las mejores e incluso pueden llegar a ser perjudiciales. ¿Quién es el responsable de alimentar la simplicidad? Se puede señalar a ciertos líderes políticos que utilizan esa debilidad de la plaza pública. Pero, de nuevo ¡el asunto es más complejo! Jamie White, un brillante profesor de filosofía de Cambridge, escribió hace algunos años un divertido y provocador libro –Crimes against logic- que arrojó luz sobre esa zona de la vida pública donde lo complejo se vuelve simple y vende. En su lista de responsables aparecen políticos, pero también sacerdotes, predicadores oficiales y oficiosos, periodistas, conductores de radio y televisión, a los cuales la complejidad no les interesa y por ello degradan cualquier discusión.

Por su nivel de desarrollo, por la apertura económica, por la globalización informativa y por el gran avance en las libertades y la participación ciudadana, México enfrenta ya discusiones complejas. En buena hora. Pero el nivel general de educación no ha avanzado al parejo: 8.6 años de escolaridad según el Censo 2010. Ese es el México en el que las discusiones complejas aparecen cada vez con mayor frecuencia. En algunas de ellas hay una confrontación de principios, los argumentos científicos tienen límites, el aborto y la muerte asistida son ejemplos clásicos. En otras la desinformación y los prejuicios son muros insalvables. Los argumentos se topan con ellos, es el caso de los derechos de los homosexuales, las bodas entre personas del mismo sexo, la adopción por parte de estas parejas. Hay otras. En el caso Cassez el principio del debido proceso resultaba inconcebible para muchos mexicanos convencidos de la participación de la francesa en el secuestro. Agréguese siempre simplicidad.

México enfrenta hoy dos discusiones complejas: la reforma energética (y fiscal) y la necesaria revisión del marco legal para el consumo de la mariguana. La primera viene de lejos, la segunda había estado dormida hasta que un grupo de mexicanos notables, -aclaro, todos ellos mis amigos- la pusieron en la agenda. Las dos son apasionantes en el mejor sentido de la palabra. De la primera depende que en las próximas décadas México sea capaz de generar más prosperidad, de lograr mayor justicia social y de recuperar autonomía energética. Pero los fantasmas de la simplicidad merodean, son el peor enemigo.

"Se quiere entregar el petróleo a los extranjeros". Nadie ha hablado de eso. "Se pone en juego la soberanía". Qué país es más soberano, uno que es capaz de satisfacer sus propias necesidades e incluso exportar, o el que importa energéticos. "Se quiere acabar con la herencia de Cárdenas". La única manera de salvar esa herencia es recuperando el espíritu original de Lázaro Cárdenas y fortalecer a la hoy sangrante empresa nacional.

En la mesa sobre el marco legal de la mariguana todos los participantes –de los cuales varios han tenido responsabilidad de Gobierno- recalcaron la complejidad del tema. Por un lado está la defensa de la libertad personal, es una definición de principios a la cual me sumo. Eso es fácil. Pero por el otro hay información contradictoria sobre los potenciales daños que la substancia causa, sobre todo a los jóvenes. La pregunta es quién asumirá los costos, lo mismo que con el tabaco, el alcohol o el azúcar. Si el costo se traslada al estado, como ocurre con los enfisemas, el cáncer de pulmón, la cirrosis o la diabetes, estamos ante un problema de salud pública. Además nada indica, como lo señaló la senadora Barrales a Excélsior, que exista una correlación entre una mayor laxitud y la disminución de la violencia. Lo abominable es que las cárceles estén llenas de jóvenes por llevar dos carrujos de mariguana. La compleja discusión apenas arranca.

Aprender a discutir ha escrito con puntualidad Pascal Beltrán del Río, yo agregaría explicar y cuidarnos de la malvada simplicidad, esos son los retos.

Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104

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