domingo, 22 de septiembre de 2013

Jorge Zepeda Patterson - Cuestionamiento

Estar contigo es estar solo dos veces, podríamos decir los ciudadanos al Gobierno parafraseando “Llueve sobre mojado” del compositor Fito Páez, a propósito de las inclemencias naturales. Y nunca mejor aplicado el título de su canción.

No suficiente con padecer las destemplanzas del calentamiento global, los mexicanos tenemos que sufrir la traición de autoridades que hicieron terraplenes para deslaves que se deslavan, cauces de ríos y canales que se salen de madre, presas que no apresan y asentamientos humanos a los que se les regulariza el predial pero no la infraestructura.






No le estamos pidiendo a las autoridades que frenen el calentamiento global, faltaba más. Simplemente que no lo empeoren. Construir aeropuertos en zonas pantanosas no está “chido”, diría mi sobrina. Cargarse a los humedales y zonas de bosque para recibir comisiones del capital inmobiliario tampoco. Construir hasta la orilla del mar piscinas de hotel suena paradisiaco aunque para ello se eliminen las dunas y esteros que protegían la arena, verdadera infraestructura del turismo.

Entendemos que contra el calentamiento global poco puede hacer un gobernador o un alcalde. Supongo que hay una cuota qué pagar por el privilegio de pertenecer al género humano en tiempos de iPhone y agua embotellada más cara que la leche. Si Al Gore no ha podido evitar los efectos de El Niño o las granizadas de cacalotes, mucho menos lo harán nuestras autoridades.  Pero no les estamos pidiendo que rellenen la falla de San Andrés. Simplemente que no construyan carreteras en las que su comisión va con cargo a la vida de los usuarios.

Vamos, ni siquiera les pedimos el sacrificio inadmisible de que renuncien a su “gratificación” (sería deseable, pero habría que ser realistas). Lo que exigimos es que esa comisión no salga de meter arena en lugar de cemento o de diseñar curvas a ojo de buen cubero. ¿Exagero? Vea usted:

Esta semana nos enteramos de que la Autopista del Sol, que comunica la Ciudad de México con Acapulco, es una cloaca. “Un diagnóstico de la pasada administración federal encargado por Capufe reportó 100 kilómetros con problemas y 55 más con hundimientos, así como malos cortes de cerros que, al no tener 45 grados de inclinación sino 60, permitieron resquebrajamientos e incremento de desgajamientos”, reportó el diario Reforma. Y eso que la carretera había sido reconstruida recientemente a razón de 3.6 millones de dólares por kilómetro, para una inversión total cercana a los mil millones de dólares. Originalmente el presupuesto era de 1.1 millones de dólares por kilómetro cuadrado, pero se triplico porque… (¿hace falta explicarlo?).

El asunto huele a corrupción por donde se le mire, y no nos sorprende, pero no debería oler a muerte. Los mexicanos se han acostumbrado a pagar un extra para agilizar una diligencia, cubrir el costo de una fotocopia inesperada para no perder el lugar en la ventanilla de un trámite, ofrecer una propina al franelero para proteger al auto del franelero en ausencia nuestra. Lo que no se vale es que el franelero raye el auto a pesar de la propina, o que el de la fotocopia se embolse el dinero y nunca cumpla el encargo.

No sé cuánto de esos mil millones de dólares que costó la reconstrucción de la Autopista del Sol se repartió en comisiones y mordidas. Eso lo dirá la autoridad (es una frase: la autoridad tampoco va a decirlo). Supongo que mucho, porque un presupuesto puede aumentar 30%, no 300%, a menos que exista negligencia y abuso flagrante.

Pero lo que resulta imperdonable es que, a pesar de “la comisión”, se haya construido una carretera criminal. Los deslaves, las caídas de puentes y los asentamientos construidos a la vera de terraplenes acabaron costando vidas.

Y estamos hablando de una de las obras que goza de mayor visibilidad en el País. No quiero imaginarme de que están hechas carreteras secundarias, bordos y presas ocultas a la vista o cimentaciones de torres de electricidad.

El Gobierno informó que, por las lluvias de los últimos días, 90 tramos carreteros están afectados a lo largo del País, muchos de ellos intransitables. Puentes caídos, pavimentos destruidos, derrumbes. ¿Cuántos de ellos podemos achacarlos a la corrupción y cuántos a los caprichos del planeta?

Y para seguir con Fito Páez, “Y, al final, sale un sol incapaz de curar las heridas de la ciudad”, porque las lluvias se irán pero la corrupción seguirá allí, esperando mostrarnos su cara criminal que convertirá en catástrofe la siguiente emergencia ecológica.


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