El primer informe del presidente Enrique Peña Nieto fue doblemente significativo: por hacer un recuento de los logros y retos a nueve meses de su administración, así como por haberse dado en el campo minado que actualmente es la política nacional.
Es innegable que el Estado se encuentra asediado por quienes buscan acotarlo con medios que rondan —y a veces cruzan— la frontera de la legalidad. Además, la turbulencia se muestra en los hondos desacuerdos y desencuentros entre la llamada clase política, que han dañado la vida de las instituciones al grado de que el presidente de México sigue cumpliendo años sin poder acudir al recinto legislativo a comunicar su mensaje.
También están las recientes escaramuzas por parte de maestros disidentes que han causado daño social y han obligado al primer mandatario a ser claro en su advertencia: se usarán todos los recursos del Estado democrático cuando así se justifique.
Ese señalamiento es más duro ahora que el presidente se ha fortalecido al aprobarse la ley que quita el control de las plazas a los maestros y abre cauce a la calidad educativa.
Para quienes saben leer entre líneas, el mensaje del presidente Enrique Peña Nieto lanzó una severa señal de alerta. Seguramente donde más caló esta indirecta fue en el sector docente, el cual se ha visto afectado por un grupo de pseudomaestros que a falta de argumentos han provocado disturbios por su empecinamiento de impedir una reforma que abra cauce a la calidad educativa, pervirtiendo su derecho a manifestarse al cometer actos de violencia.
Para comenzar, desde el podio presidencial se dejó en claro que la reforma educativa va con fuerza y no se detendrá a pesar de que “habrá obstáculos y desafíos”.
Asimismo, el discurso hizo repetidos reconocimientos a los legisladores, quienes a pesar de estar bajo presión de los disidentes “son conscientes del momento histórico que les ha tocado vivir y han actuado con firmeza”. También señaló que “los mexicanos nos sentimos orgullosos cuando nuestras instituciones democráticas cumplen con su responsabilidad por encima de presiones o intereses de grupo”.
Sutilmente, se dejó en claro que los maestros inconformes en realidad son pocos, al recordar que “en México hay 1.4 millones de maestros de educación básica y media superior”, un universo ante el cual se pone en perspectiva la escasa representatividad de los 20 mil que se encuentran en las calles de la Ciudad de México.
Por último, el discurso presidencial afirmó que “la democracia respeta a las minorías”, no sin dejar de señalar las condiciones para hacerlo: “en todo momento las minorías deben respetar la democracia, a sus instituciones y las libertades de todos”.
Si consideramos que según una encuesta recientemente levantada “56 por ciento de los capitalinos está de acuerdo en utilizar la fuerza pública para desalojar a los maestros que bloqueen calles y avenidas de la ciudad, frente a un 39 por ciento que está en desacuerdo”, vemos que ya hay un hastío ciudadano, ante el cual la palabra presidencial toma todavía más peso.
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Leído en http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=190164
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