sábado, 12 de octubre de 2013

Manuel Espino - Entre la sociedad civil y los grupos violento

Durante los últimos años hemos visto pesar cada vez más a grupos de poder que desequilibran la balanza de la democracia, impulsados por razonamientos ideológicos o económicos, francamente sectarios, que buscan imponer su voluntad a las instituciones legítimamente constituidas. Proyectos que tienen visión de grupo, no de país; objetivos egoístas, mas no de Estado.

Pongamos como ejemplo los beneficios desmedidos que ha obtenido la disidencia magisterial que asoló la Ciudad de México durante los últimos meses y que ahora ha trasladado sus acciones violentas a otras entidades: sus integrantes apenas alcanzan las decenas de miles, pero son escuchados, atendidos y favorecidos por las autoridades y los medios de comunicación de manera sobredimensionada, como si no viviéramos en una república de más de cien millones de habitantes.



Lo mismo sucede con otros grupos a nivel nacional y en varios estados, porque el sistema político mexicano actual premia la beligerancia, más no la concertación ni el diálogo.

También está el caso del Pacto por México: en su seno se concretan reformas de hondo calado por las cúpulas partidistas (ni siquiera por los partidos en su totalidad), sin espacio para el ciudadano.

Por ello, la sociedad atraviesa una crisis de representatividad. Son los grupos de presión y los llamados poderes fácticos los interlocutores primordiales de los tres órdenes de gobierno, mientras que los sectores productivos y la sociedad civil organizada poco o nada actúan en el escenario de las grandes decisiones públicas.

Lejos estamos de aquel acertado esfuerzo compartido por diversas fuerzas durante la transición: ciudadanizar la política y generar, o vertebrar como muchos decían, una sociedad organizada y fuerte alrededor de la cual girara la vida nacional. A décadas de ese esfuerzo, padecemos todo lo contrario: el imperio de los partidos, de poderes económicos sin rostro y de grupos de choque. Después de la alternancia, la sociedad está esperando que haya un partido que sí le cumpla. Que sí represente sus intereses y que los defienda, sin doblegarse ante presiones callejeras, sin acabar al servicio de un cacique, una camarilla o una facción ideológica.

Quienes estamos al servicio de la creación del partido de la Concertación Mexicana en todos los estados de la república compartimos el supremo objetivo de dar a la sociedad ese instrumento que le sirva y le represente, que de la cara por las más limpias causas de la nación.

Pues de no rescatar al Estado de las presiones de estos grupos y de no otorgar a la sociedad el papel que merece, la representatividad de nuestra democracia seguirá siendo una farsa y nuestra vida comunitaria seguirá definida por el partidarismo, los radicalismos ideológicos y los egoísmos económicos.

www.Twitter.com/ManuelEspino
manuespino@hotmail.com

Leído en http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=197357

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