De no haber existido un candado dentro del PRI que requería la experiencia de un cargo de elección popular antes de poder aspirar a una gubernatura, habría sido el candidato al Gobierno del Estado de México. De haber cruzado por el tramo de un cargo de elección popular, quizás habría sido también el secretario de Gobernación de Enrique Peña Nieto. Pero en la política no existen los habría sino los habrá, que es la ruta que el Presidente diseñó para que la caminara su amigo Luis Enrique Miranda.
Desde el día uno de su gobierno, Miranda, su compañero de la infancia, lo acompaña como el subsecretario de Gobernación responsable de la operación cotidiana para mantener la paz social y el equilibrio político. Pero el amigo del Presidente, el único dentro del gobierno con quien pasa en familia los fines de año, quien en los momentos críticos de la vida diaria se da tiempo para escapar a Ixtapan de la Sal —el destino de descanso preferido de Peña Nieto— a jugar golf con él, le ha fallado. No ha estado a la altura de las expectativas.
En febrero de este año se describió en este mismo espacio a Miranda como “uno de los jóvenes funcionarios mexiquenses que integraron el llamado grupo de los Golden Boys, que rodeaba al gobernador Arturo Montiel, y que comandaba su secretario particular, Miguel Sámano. Miranda era entonces subdirector de Asuntos Jurídicos, debajo de otras figuras emergentes que después se apagaron, como Carlos Rello, coordinador de la campaña de Montiel y secretario de Economía, y Carlos Iriarte, que fue secretario de Desarrollo Social y actualmente alcalde de Huixquilucan.
“De ese grupo, que se enfrentó en su momento al secretario de Gobierno de Montiel, Manuel Cadena, que los responsabilizó soterradamente del espionaje político mexiquense a principio de la década para sacudirse los ojos que lo culpaban a ellos, sólo Miranda escaló proporcionalmente con Peña Nieto, que lo hizo secretario de Gobierno durante su sexenio. Durante la precampaña para el gobierno estatal, Miranda operó para eliminar a Isidro Pastor de la presidencia del PRI mexiquense y eliminar a quien estaba bloqueando a Peña Nieto para obtener la candidatura”.
Miranda era, por cercanía y diseño, el candidato natural para suceder a Peña Nieto, pero un viejo candado dentro del PRI —inspirado por la oposición al entonces presidente Ernesto Zedillo— requería que para acceder a una gubernatura o a la Presidencia, tendría que haber ocupado previamente un cargo de elección popular. Ese requisito, eliminado este año, le impidió ser candidato al responsable de llevar los asuntos más delicados —por explosivos y sensibles ante la opinión pública— como el caso de la muerte de la niña Paulette Gebara en 2010, que conmocionó a los mexicanos —más del 85% de los encuestados en el País en esos tiempos sabían y tenían una opinión del caso—. Miranda era también quien, desde las sombras, llevaba la relación con la élite de la clase política priísta.
Experiencia política no le faltaba, pero a nivel local. La gran carencia de Miranda, de acuerdo con diversas personas que han visto su desarrollo en los últimos meses, es su conocimiento de cómo funciona la política más allá del Estado de México y la manera como se comportan políticamente sus interlocutores. Miranda fue descrito en este espacio en febrero como “el mandarín” de Peña Nieto, en la acepción china del gran consejero del líder, pero no ha podido llenar esos zapatos.
Sus limitaciones como operador político se han ido documentando a lo largo de la negociación con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que en su cruzada por que Oaxaca sea territorio exento de la Reforma Educativa, movilizaron a miles de maestros a la Ciudad de México y, durante más de mes y medio, tomaron el centro de la capital. Los maestros disidentes del sindicato no han hecho nada que no hayan hecho a lo largo de su historia en términos de estrategia: presionan, movilizan y negocian, como primera fase; confrontan y enfrentan, en la segunda; resistencia y receso, en la tercera, donde cuando ven que llegaron hasta lo último en la mesa de negociación, regresan a sus lugares de origen a mantener su lucha… dentro de las aulas.
“A Miranda le faltó terminar de comprender esa visión”, dijo una de las personas que han visto su forma de operar el conflicto con la CNTE. “Les dio todo, a cambio de nada”, agregó otro observador de su gestión.
¿Qué les dio? Salvo la exención de Oaxaca como territorio libre de la Reforma Educativa, todo. Le pidió incorporar a los estados del magisterio disidente —Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Chiapas— dentro de los programas especiales de la SEP para inyectar recursos en tecnología e infraestructura, y lo obtuvieron. Exigieron que les regularizaran unas 10 mil plazas en esos estados que habían creado ilegalmente, y se los cumplieron. En Oaxaca pidieron garantías que no habría represalias penales o administrativas por la larga protesta, y se las dieron. Inclusive, aceptaron revisar los casos de varios militantes de la CNTE acusados de secuestro, con el objetivo implícito de que alcanzaran su libertad.
A cambio de ello les pedía que levantaran el plantón y regresaran a dar clases. Con Oaxaca, que controla más del 80% de la CNTE, no pudo. Mientras Miranda cedía en la negociación, la dirigencia magisterial elevaba el nivel de sus exigencias y ampliaba su protesta. Miranda era su interlocutor, pero no les bastaba en los objetivos políticos. En tres ocasiones que ofrecieron firmemente que levantarían el plantón y se irían a casa, incumplieron. No fue un asunto de traición al compromiso, sino resultado directo de un mal manejo político. Por ejemplo la penúltima vez, cuando Miranda dijo que estaba resuelto el conflicto y el gobernador de Oaxaca, Gabino Cué, anunció que regresarían el siguiente lunes a clases. Decían la verdad, pero lo anunciaron antes de que lo informaran y consultaran los líderes a sus bases, conlo que los radicales, enterados del acuerdo, los sabotearon.
La movilización continuó con sus altibajos. Una vez exprimido Miranda, los maestros pidieron ver al Presidente. Cuando entendieron que sería imposible, cambiaron la interlocución de Miranda por la del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, con quien finalmente encontraron un tope. Hoy se encuentran en el epílogo de su movilización, y regresarán a casa con los bolsillos repletos de conquistas y concesiones. Mucho le tendrán que agradecer a la inexperiencia de Miranda, el mandarín de Peña Nieto al que sólo le quedó el título y la radiografía de un operador político sin calcio para las grandes ligas.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, sean civilizados.