Llegar a Matamoros es complicado. Las carreteras de Tamaulipas se han convertido en territorios sin ley, bajo el dominio de los cárteles de la droga. Por las brechas que comunican cientos de ejidos, surgen convoyes de camionetas con hombres fuertemente armados, que secuestran y asesinan con total impunidad.
La carretera Reynosa-Matamoros-Brownsville se ha convertido en una zona de guerra. Luce desierta. Transitar por aquí es adentrarse en un mundo donde impera el caos, la ley de la selva. No hay retenes militares, ni de la Policía Federal, tampoco de la Marina. La indefensión es absoluta. En esta zona han desaparecido miles de migrantes.
En las cunetas se pueden ver camionetas abandonadas con las puertas abiertas. Asaltadas. Sus pasajeros fueron seguramente secuestrados. La próspera industria del secuestro en Tamaulipas supera cualquier cálculo modesto de multimillonarias ganancias.
Rumbo al Puente Internacional Anzaldúas, muy frecuentado por los regiomontanos a su regreso de McAllen, Texas y hacia Monterrey, han sucedido cientos de secuestros express. Una buena parte de los mismos, buscan el rescate vía familiares, y otra, robar las compras que hicieron en Estados Unidos, además del vehículo. En algunos casos, los secuestradores tiran estrellas metálicas en la carretera, para ponchar las llantas.
Las historias de terror contadas por víctimas en redes sociales, o denunciadas ante la autoridad correspondiente, no han dado como resultado el reforzamiento de la seguridad en esta carretera, por el contrario, ésta luce desierta. Casualmente, por este rumbo no hay militares, marinos, ni policías federales, que se supone, tienen militarizado el Estado de Tamaulipas, para tranquilidad de sus habitantes y visitantes.
A la altura de San Fernando, una camioneta Cadillac Escalade aparece estacionada en medio de la carretera. Sus ocupantes son jóvenes de apenas 17 o 18 años. Han colocado un retén para robar los vehículos de su gusto, particularmente prefieren camionetas potentes.
En el camino, decenas de ranchos lucen abandonados, la mayoría han sido sustraídos a sus dueños. Los delincuentes exigen escrituras a cambio de familiares secuestrados, y se van apropiando de territorios que después son utilizados como cementerios clandestinos y centro de operaciones para entrenamiento militar.
Estas carreteras han quedado casi abandonadas. Los lugares a su alrededor son pueblos fantasma, vacíos, con negocios cerrados y viviendas solitarias, de gente que salió huyendo. Los habitantes de Valle Hermoso, Tampico, Ciudad Mante, Ciudad Victoria, Reynosa, Nuevo Laredo, y tantos otros más, llevan años sobreviviendo, entre el asedio de los dos grupos antagónicos del narcotráfico que se disputan el territorio: los Zetas y el Cártel del Golfo (CDG).
En Matamoros, la guerra, sin embargo, es entre dos células del CDG: los Metros de Reynosa y los Ciclones de Matamoros. Al entrar a la ciudad, los halcones dan cuenta de los coches forasteros. La vigilancia es permanente. El nuevo ejército del cártel fundado por Osiel Cárdenas, está compuesto de jóvenes, muy jóvenes, algunos menores de edad, reclutados en las colonias más pobres: Juárez, Treviño, Zapata…
Los golpes policíacos al cártel, han generado una movilidad en el mando. Ahora es su hermano, Homero Cárdenas Guillen el que está a cargo, pero sus operadores son muchachos que apenas alcanzan la mayoría de edad. El grupo esta comandado por el C-900, un chico que se ha encargado de ir captando nuevos soldados.
De hecho, los nuevos miembros alardean en las redes sociales su pertenencia al grupo. Mazo Rodríguez está en la preparatoria y en su página de Facebook dice que trabaja para el CDG, publica fotos “patrullando la plaza” en su camionetona. Una veintena de amigos hace lo propio, exhibiendo imágenes fuertemente armados, con chalecos antibalas. Dicen estar orgullosos de defender su territorio. La mayor aspiración de estos jóvenes es convertirse en narcos y sicarios a sueldo.
Durante la noche, las calles semi desiertas de Matamoros, son ocupadas por espectros adolescentes equipados para la guerra. Recorren las calles en convoyes de 25 camionetas, sin luces; algunas sin placas o con matrículas de Texas. El grupo utiliza un canal de comunicación por Internet llamado “Zello Canal Matamoros”, que cualquiera puede oír, siempre y cuando se registre, aunque sea con un correo electrónico falso. Allí dan cuenta de manera detallada, de los rondines de los halcones que alertan sobre la presencia de Marina y Ejército. El crimen organizado ha sabido sacarle provecho a la red, y utiliza ese medio también de manera propagandística para conseguir adeptos y nuevos reclutamientos.
En el último enfrentamiento hubo muchos muertos, dicen los vecinos, los cuerpos permanecieron tirados en el asfalto solo unos minutos. Las camionetas Pick Up llegaban a toda velocidad a levantar los cadáveres. Los heridos de la cadena de mando de los Ciclones fueron atendidos en Texas, incluido el C-900.
Las noticias de las balaceras y muertos no son cubiertas por los medios de comunicación locales. A la mañana siguiente, los periódicos publican en sus primeras planas problemas domésticos de otro tipo. La violencia ha desaparecido de sus páginas. La orden del gobierno de Enrique Peña Nieto para convertir la violencia en solo una “percepción”, ha sido acatada no solo por el pago en publicidad a los medios, sino para la supervivencia de reporteros y dueños.
Pero la gente ha logrado establecer canales de comunicación efectivos a través de las redes sociales. En Facebook, Matamoros Tam. Info., entrega oportunamente los avisos de enfrentamientos, sube vídeos caseros de los mismos, y publica las zonas en peligro. Desde el anonimato, la gente puede ir contando sus experiencias sobre la inseguridad.
La estrategia mediática del gobierno de Enrique Peña Nieto para silenciar lo que verdaderamente ocurre en Tamaulipas, Michoacán, Guerrero, y tantos otros lugares, no está dando resultado. No se puede tapar el sol con un dedo. Matar al mensajero tampoco resulta efectivo, porque el mensaje cuando es trabajado con rigor, tarde o temprano llega.
Los silenciadores de Peña Nieto dañan la libertad de prensa. La auto mordaza impuesta a los medios para censurar las noticias sobre la violencia, genera más peligro para los ciudadanos que no se enteran de lo que realmente está pasando.
En Matamoros la tensa calma es una falacia. La pax del narco y el silencio mediático han convertido a decenas de pueblos y ciudades en auténticos territorios sin ley.
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