jueves, 26 de diciembre de 2013

María Amparo Casar - Tres partidos, tres retos

Las importantes reformas logradas no parecen tener un efecto positivo entre el llamado círculo verde. La idea de que son los cimientos para un México más próspero no logró ser transmitida. A la gente le importan los resultados, no las condiciones que los hacen posibles.


La buena prensa y aceptación que tuvo el Pacto por México, el ambiente de conciliación entre los partidos y la colaboración entre el Ejecutivo y el Congreso no redundaron en una mejor opinión ni del Presidente ni de los partidos ni del Congreso durante este año que termina. Estas dos últimas siguen siendo las dos instituciones políticas peor evaluadas, junto con la policía.
Las importantes reformas logradas no parecen tener un efecto positivo entre el llamado círculo verde. La idea de que son los cimientos para un México más próspero no logró ser transmitida. A la gente le importan los resultados, no las condiciones que los hacen posibles.




Tanto el Presidente como los partidos han sufrido una fuerte caída en su aprecio y aprobación. Para diciembre de 2103 sólo 43% aprobaba la labor realizada por el Presidente durante el año, mientras que 50% la desaprobaba (GEA-ISA, Dic. 2013). Cada vez más ciudadanos lo piensan incapaz de resolver los problemas que más les preocupan: reducir la pobreza, lograr el crecimiento económico y mejorar los niveles de seguridad.
A los partidos no les fue mejor. Según la misma encuesta, casi un tercio de la población piensa que los partidos no representan “nada” los intereses de la sociedad y apenas uno de cada siete opina que “mucho”. Podrá decirse que los partidos siempre han estado desprestigiados, pero los porcentajes de “nada” y “mucho” eran inversos hace un año.
Desde luego que a cada partido le va diferente en la feria de las percepciones. El PRI aparece como el más representativo (40%), el PAN en segundo lugar (24%) y el PRD en tercero (18%), pero los tres tienen el reto colectivo de recuperar la confianza de la población y de remontar la percepción de que el sistema no es representativo de los intereses de la población.
El PRI es, sin duda, el que mejor ha sorteado los retos que supone alinear los intereses entre el partido en el gobierno, el partido organización y el partido parlamentario. Como en su época dorada de partido casi único, el PRI ha vuelto a ser una suerte de monolito en cuya cúspide está el Presidente, cuya voluntad es obedecida sin reparo alguno. No hubo signos de rebelión por parte de los sectores sociales que se vieron afectados por las reformas (SNTE y STPRM) ni tampoco de los legisladores entre los que no se registró un solo acto de disidencia. Entre el Presidente y el líder del partido no hubo más que coordinación y respaldo. Podría decirse que los gobernadores priistas lograron mantener algún reducto de poder (logró aplazarse la Ley de Responsabilidad Hacendaria y Deuda Pública y se mantuvieron los institutos electorales locales), pero básicamente se alinearon con su Presidente. El año 2014 seguirá siendo uno de retos legislativos, pero el PRI continuará teniendo la sartén por el mango. Junto con sus aliados incondicionales tiene prácticamente la mayoría para sacar adelante toda la legislación secundaria que quedó pendiente.
Pero no todo es miel sobre hojuelas. En la fuerza y unidad que ha mostrado el PRI está también su mayor desafío. En un país en el que el principio de que la mayoría parlamentaria manda no está bien asentado, en que persisten dudas sobre la justicia en las elecciones y en la honradez del gobierno, si algo no le conviene es dejar crecer el sentimiento de avasallamiento que ya empieza a difundirse. El otro desafío es, desde luego, traducir las reformas en resultados tangibles para la población. Sólo 21% de ésta cree que Peña Nieto se ha preocupado por el bienestar popular (GEA-ISA, Dic. 2013).
Para el PAN, los problemas son otros. Ni como partido en el gobierno ni ahora como oposición han sabido procesar sus diferencias internas. Los conflictos protagonizados en el primer semestre del año entre el líder del Senado y el presidente del partido dañaron su imagen y les restaron fuerza en las negociaciones. Es cierto que los panistas fueron eficaces en imponer parte de su agenda y en situarse como una oposición responsable que no buscó la venganza contra el PRI y su Presidente, pero no lograron superar sus divisiones y no está claro que puedan capitalizar las reformas a su favor. Sin estos dos ingredientes difícilmente podrán mejorar su posición en las elecciones intermedias y una nueva derrota en las urnas los dejará en una posición de debilidad difícil de remontar.
El PRD es el partido que afrontará este año mayores dificultades. Deberán resolver la sucesión del partido y la estrategia a seguir rumbo a 2015. Pero como el PAN, aunque en grado superlativo porque el surgimiento del Morena fraccionará irremediablemente el voto de la izquierda, se enfrenta al fantasma de la división. Los Chuchos, que controlan una mayoría precaria del aparato partidario, lograron poner en marcha la idea y la práctica de un partido de oposición que juega en la institucionalidad y que es capaz de influir en la agenda nacional. Pero, también como el PAN, tiene el reto de capitalizar esa conducta no sólo frente a la sociedad, sino frente a las tribus del propio partido, que nunca han estado convencidas de que ésa sea la vía para lograr el éxito electoral.
                *Investigador del CIDE
                amparo.casar@cide.edu
                Twitter: @amparocasar


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