domingo, 22 de diciembre de 2013

Raymundo Riva Palacio - Un año después


Vapuleado por meses por el manejo de la política económica que llevó a una profunda desaceleración, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, contribuyó al desmoronamiento de la imagen del presidente Enrique Peña Nieto, cuyos niveles de aprobación, sólo superan los de Ernesto Zedillo por la crisis financiera de 1994, y con un crecimiento de negativos de 100%. El cierre del año de Videgaray, quien, sin embargo, termina encumbrado en el poder. ¿Cómo se puede dar esta paradoja?

Videgaray le dijo al Presidente que el crecimiento al finalizar su primer año de gobierno sería de 3.5%, de acuerdo con los Criterios Generales de Política Económica dados a conocer en septiembre del año pasado. En mayo, Videgaray hizo la primera corrección: se crecerá a 3.1 Ese ajuste a la baja fue resultado de la decisión de Hacienda de no soltar la economía mexicana ante la desaceleración en la economía estadounidense, recuerdan funcionarios. Para entonces ya empezaban a crujir los maderos en los sectores productivos.






La desaceleración estadounidense se arrastraba desde 2012 y mostraba su impacto en la economía mexicana, que tuvo como uno de sus resultados directos que la recaudación de impuestos en marzo, históricamente la mejor del año, fuera 12% negativo. En los sectores empresariales comenzaba a notarse el nerviosismo, que decían que la curva de aprendizaje estaba resultando demasiado larga. En agosto, Hacienda volvió a ajustar a la baja el crecimiento: 1.8%. La economía mexicana apuntaba hacia la recesión, mientras la de Estados Unidos empezaba a recuperarse.

En ese momento, la estrategia de Videgaray era un misterio. Cuando secretario de Finanzas en el estado de México, con Peña Nieto como gobernador, Videgaray secó la economía como una estrategia electoral. ¿Estaba haciendo lo mismo para crear condiciones de desesperación que llevaran al consenso para las reformas fiscal, hacendaria y energética que venían en camino? ¿Era una crisis inducida? Bajo un esquema político, la estrategia tenía asideras. Sin embargo, de acuerdo con fuentes en la Presidencia, no fue así.

Para agosto, el Presidente ya había tenido serias discusiones con Videgaray sobre los señalamientos públicos del subejercicio, y el secretario le aseguraba que no había tal. Públicamente afirmó que se había ejercido 99.1% del gasto programado, lo que despertó sospechas y críticas. Si era así, ¿dónde estaba el dinero? ¿por qué no tenían los gobiernos la totalidad de su gasto corriente?, argumentaban dos gobernadores. ¿Por qué no han pagado a proveedores de Pemex?, decía uno de los capitanes de la industria. Más aún, había programas presidenciales de alta prioridad, como la Cruzada contra el Hambre y el de prevención en seguridad, que estaban en inanición.

Por omisión o comisión, Videgaray había deshidratado la economía. El fenómeno metereológico de los huracanes “Ingrid” y “Manuel”, provocaron tan grandes destrozos en infraestructura que se tuvo que volver a corregir el crecimiento a la baja: 1.3%. El argumento de Videgaray en privado y en público siempre fue que la reducción en las expectativas de crecimiento obedecían a “factores transitorios”. El Presidente asumió las explicaciones de su secretario pero reconoció las críticas de los sectores productivos. Los factores externos, como la economía mundial, los inesperados como los huracanes, así como la curva de aprendizaje acompañada del cambio de gobierno, dijo en un discurso, son las causas de la pobreza económica.

En el otoño, algunos sectores políticos consideraron que Videgaray había caído de la gracia presidencial, cuando en la negociación de la Reforma Política dentro del Pacto por México, el Presidente lo hizo a un lado y responsabilizó completamente de ella al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Sin embargo, de acuerdo con altas fuentes del gobierno, Videgaray no perdió realmente el acceso y la influencia con Peña Nieto. “Todas las noches se reúne el Presidente con Videgaray y Aurelio Nuño (el jefe de la Oficina) para revisar el día y analizar la estrategia”, dijo una fuente política.

El secretario de Hacienda nunca dejó de tener la confianza del Presidente. El diseño del gobierno, del gabinete y la estrategia a seguir en el primer año, fue en buena parte resultado de su arquitectura. Pero lo más importante, en los términos de lealtad que están en la lógica de poder de Peña Nieto, Videgaray le cumplió. En los momentos más fuertes de las críticas y las presiones en contra del secretario de Hacienda que tensaron sus relaciones en Los Pinos, Videgaray mantuvo sus argumentos a partir de la eficacia y los resultados, que en Peña Nieto son un credo.

Cuando por razones políticas se tuvo que cambiar la cronología de las reformas, Videgaray operó dentro del Pacto por México el nuevo calendario. Y cuando por razones coyunturales el Presidente decidió que el presupuesto tendría que dejar para después la elevación del impuesto al valor agregado y buscar un énfasis social, su secretario de Hacienda lo modificó en días y salió a defenderlo en los medios como si desde un principio esa hubiera sido la intención.

Videgaray enfrentó desde un principio a los sectores productivos más importantes y entró en conflicto con algunos de sus líderes, pero nunca rompió la comunicación y evitó que la molestia se trasladara al Presidente. En público, esos sectores han despedido el primer año de gobierno con aplausos, pero en privado hay fuertes reclamaciones de los sectores que más los apoyaron y que dicen arrepentirse de haber apoyado a Peña Nieto a que llegara a la Presidencia. Piensan que el secretario de Hacienda les recargó la mano con impuestos, a lo que añaden su alarma por la conflictividad social sin precedente en varias regiones del país.

En el discurso presidencial, todo esto fue calculado. Peña Nieto acepta que tantas reformas en el primer año, provocarían resistencias. En Los Pinos, colaboradores del Presidente afirman que Peña Nieto quiere que lo midan por sus resultados y méritos, sin importarle los niveles de popularidad. Eso parecería ser también la doctrina de Videgaray, que navegó durante el año golpeando a todos los sectores para llevar a cabo sus propósitos.

Con los recursos que tiene el poder en México, eso se puede hacer cuando el poder no está desgastado. Pero fue apenas el primer año de gobierno, donde el Presidente invirtió enorme capital político para sacar adelante las reformas. Pero faltan cinco más, donde la celeridad con la que pierda fuerza dependerá de la velocidad con la que se vean los resultados de los cambios. A prueba estarán él y su secretario de Hacienda, principalmente, el alter ego del hombre en Los Pinos. “Videgaray es el secretario más fuerte del gabinete”, dijo un alto funcionario federal. “Es el de mayor confianza y el de mayor influencia”.

El Presidente y el secretario de Hacienda caminaron juntos todo este proceso y en el papel les resultó perfecto. Pero no todos piensan que lo dibujado en los árboles de tomas de decisiones tendrá los beneficios que afirman bañarán al país. Cómo se administran las expectativas para empatar con los tiempos que calculan empezarán a verse esos resultados, es el desafío para 2014.

Pero en los cinco años que restan para demostrar que lo que hicieron este año fue lo correcto, no se puede olvidar que la diferencia entre Peña Nieto y Videgaray es que uno ya es Presidente y el otro está entrando al umbral de alcanzar una gloria mayor o caer en la ignominia. El algo que le convendría recordar al secretario de Hacienda, quien ratificó este año lo que se describió en este espacio hace casi 16 meses: es un hombre difícil, de importantes atributos y cabeza estratégica, pero que a veces da la impresión que no le enseñaron que en la política, los amigos nunca sobran.


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