lunes, 6 de enero de 2014

Alejandro Paéz Varela - Los mariachis del mundo

No me gusta el mariachi. En algún momento de nuestra historia fue promovido como parte de “lo mexicano”; lo vendieron en películas y en la sopa para Fiestas Patrias y para amores rasgados. Pero, con todo respeto, esas trompetas, esos pantaloncitos ajustados y sobre todo esos gritos me doblan de dolor: se escuchan y se ven terribles; me joden los tímpanos y el buen gusto. No me gusta el mariachi ni lo creo símbolo de “lo típico” o “lo nacional”.

En ese mismo sentido, no me gustan los aztecas y no me veo en ellos. Eran gañanes, esclavistas, explotadores, abusones. No me gustan como símbolo nacional aunque fueran una civilización brava y cabrona. Llevan décadas metiéndonos la idea de que es nuestro pasado pero, ¿saben qué?, no creo que solamente ellos sean mi pasado. ¿Son mi ejemplo? ¿Eso podrían ser? Tampoco. En todo caso, preferiría ser yaqui: qué pueblo más entregado al trabajo, a la lucha, a construir sociedad civil. Y no me gustan los aztecas porque su mito está hecho con frivolidad y falta de honestidad (como sucede con  la mayoría de los “héroes” nacionales). Me parece todavía más civilización la maya, por ejemplo, y aún así no la habría impuesto para una nación multicultural como la nuestra.





¿A qué viene esto? A que los símbolos que usamos para delimitar nuestra idea de Nación son muy frágiles y están, a diario, a la deriva. Alguien puede decirme que la marimba es más México que el mariachi; o que Jacinto Pérez “Pajarito” (de Chiapas) es más ejemplo de lucha social que Ju y Gerónimo; ninguno de los tres, por cierto, están en los libros de texto.
Los que defienden la República de estados confederados dirán que la idea de Nación se ha sintetizado en instituciones, como el Congreso, el Ejecutivo federal, el Ejército mexicano, Petróleos Mexicanos (Pemex) o la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Les preguntaría qué Nación tenemos cuando esas instituciones viven su decadencia o están en manos de otros poderes que no tienen Patria.


Otros dirán, llevándose las manos al pecho, que la Nación somos todos. Y esos deberán tener respuesta cuando alguien les pregunte qué Nación somos si el pasaporte mexicano del hombre más rico del mundo le da privilegios que millones de pobres –con ese mismo pasaporte verde– no tienen.

Porque de qué nos sirven una bola de charros si lo que debería unirnos –la equidad, la justicia social y la libertad– no aplica por igual en una Nación en la que los empresarios y los políticos, de acuerdo con las listas del Servicio de Administración Tributaria, son los primeros en evadir impuestos; en donde Carlos Slim Helú puede secuestrar las finanzas de sus compatriotas para construirse un imperio global; en donde el Congreso puede pisar a sus ciudadanos y decidir, por intereses propios o extranjeros, disolver símbolos que sí nos daban identidad, como Pemex o la CFE.

Somos iguales cuando al puñado de gobernantes así le conviene: nos da mariachis –por decir algo– o Fiestas Patrias para que nos sintamos iguales, pero evita Leyes que nos hacen efectivamente iguales: leyes que frenen a los Slim, a los Hernández, a los Azcárraga, a los Salinas, a los Harp, etcétera. Nos da aztecas para que nos creamos una Nación de valientes, pero nos quita símbolos de nuestra valentía económica, como Pemex y CFE.

Yo les diría: Mejor repartan el país con igualdad, y quédense con sus pinches mariachis y sus aztecas; o regálenselos a Hollywood, para películas de Adam Sandler donde aparezca Salma Hayek de anciana sexoservidora y Diego Luna de jardinero.

***
Pocos casos como el mexicano, que convierte la riqueza en maldición.

Porque somos corruptos, porque somos ineptos, porque somos poco inteligentes y poco educados, decidieron quitarnos la administración de nuestra propia riqueza.

No pudimos tener un Pemex alejado de la corrupción; no pudimos convertir la industria energética mexicana en una empresa efectiva; no tuvimos ni la inteligencia y ni la educación para desarrollar las nuevas tecnologías que se requieren ahora para sacar hidrocarburos de, es un ejemplo, aguas profundas. Entonces nos quitaron la administración de los energéticos.

Ahora, empresas sin patria, depredadoras y corruptas comprobadas entrarán a extraer los energéticos que nos fueron heredados, y que nosotros (por corruptos, ineptos, idiotas y maleducados) no pudimos administrar. Lea las minutas de los legisladores del PAN y el PRI para sacar adelante la Reforma Energética de Enrique Peña Nieto. Léalas, que no invento nada: esos son los argumentos que usaron.

Las empresas que vienen son las que “detonarán el crecimiento” y darán “viabilidad económica” a este país, dijeron. Pues se los digo desde ahora: “detonarán el crecimiento” de la fortuna de los funcionarios mexicanos, y darán “viabilidad económica” a las familias de ese puñado de corruptos de siempre.

Frente a los ojos del mundo, somos un pueblo de mariachis ridículos con sombreros enormes y redondos que no sirven ni como mesa de Starbucks. Mariachis corruptos, ineptos, poco inteligentes y maleducados.

Se me cae la cara de vergüenza, pero esa es la imagen que hemos construido, nos han construido, hemos permitido que construyan de nosotros… o todo lo anterior.

Leído en http://www.sinembargo.mx/opinion/06-01-2014/20436


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