viernes, 31 de enero de 2014

Jorge Fernández Menéndez - Guerrero, un polvorín

La noche del martes, el líder de la Cámara Nacional de Comercio en Chilpancingo, Pioquinto Damián Huato, fue a una reunión con los grupos de autodefensa que se habían asentado en Ocotito, en las afueras de Chilpancingo. Ahí en esa reunión denunció, por enésima vez, que el alcalde de la capital guerrerense, Mario Moreno Arcos, un cercanísimo amigo del gobernador Ángel Aguirre, protegía a distintos grupos del crimen organizado y que iba a interponer una demanda en su contra. La denuncia es la misma que hacen los grupos de autodefensa.






Saliendo de esa reunión, la camioneta en la que viajaba el líder empresarial acompañado de su esposa, su hijo y su nuera, fue interceptada por tres carros, desde los que recibió numerosos disparos. Salvó su vida, pero en el ataque murió su nuera, y tanto él como su hijo quedaron heridos. Horas después, volvió a denunciar al Presidente Municipal como responsable de ese ataque. ¿Qué cree usted que tendría que haber ocurrido?: ¿Una investigación inmediata de las autoridades locales, un interrogatorio en toda la línea al Presidente Municipal, cotejar las armas de la seguridad local para ver si alguna había estado relacionada con la agresión? Sería lo lógico, pero en los hechos el Gobierno del Estado no hizo nada de eso: simplemente se emitió una declaración diciendo que ya había pistas pero que no se podía adelantar juicios; que Guerrero, dijo el gobernador Ángel Heladio Aguirre, “no iba a esperar que le resolvieran los problemas” y nada más. El Alcalde acusado se limitó a decir que lamentaba los hechos, y la presencia de los grupos de autodefensa de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero se ha hecho más evidente en toda la zona cercana a Chilpancingo. Hay que recordar que la UPOEG es una organización básicamente política, con fuerte influencia de distintos grupos armados que operan desde hace años en el estado.


Unas horas después del atentado al líder de la Canaco local, fue asesinado el Secretario de Acuerdos del Tribunal Superior de Justicia local. Tampoco hay datos del o los agresores.


En Guerrero, sin duda, la muerte tiene permiso. El estado ocupa el primer lugar en la lista de las entidades con más homicidios dolosos de todo el País. El año pasado hubo dos mil 087 asesinatos, y también es uno de los que tiene mayor número de secuestros, seis de cada 100 mil habitantes fue secuestrado el año pasado. Los grupos de autodefensa y las policías comunitarias tienen presencia en más de la mitad del estado y la lucha entre distintos grupos criminales parece ser cada día más cruenta. Guerrero no tiene la misma prensa que Michoacán, pero la situación en el estado es tan grave o peor que la de su vecino.


Existen diferencias importantes a tomar en cuenta. La violencia, aunque a ciertos niveles es difícil de calificarla, es mayor en Guerrero que en Michoacán. En parte es por la historia: Guerrero es un estado donde la violencia siempre ha estado presente, pero también porque si bien en Michoacán existe una lucha abierta entre los cárteles de Los Caballeros Templarios, lo que queda de la Familia y el cártel Jalisco Nueva Generación, en Guerrero son muchos más los grupos que se disputan territorios, incluyendo muchas bandas locales, y existe un narcomercado interno de mayor consumo, sobre todo por los centros turísticos. Súmele a eso la actividad incesante de distintos caciques que con cargos políticos o no hacen de la violencia su forma de operación cotidiana.


Pero además muchas disputas políticas se resuelven por medio de la violencia. De Aguas Blancas al asesinato del líder local del perredismo, presidente del Congreso y principal precandidato a la Gubernatura Armando Chavarría, los asesinatos de dirigentes políticos y sociales es una constante. Y ni un solo caso, incluyendo el de Chavarría, ha sido resuelto.


También es verdad que en el terreno político hay tres diferencias adicionales importantes. Una que el Gobierno de Aguirre parece, con todo más fuerte que el que existe en Michoacán, aunque sus resultados sean igual de magros. Segundo, que la existencia de centros turísticos como Acapulco, e incluso la atención que atrajo la tragedia de “Ingrid” y “Manuel”, le otorgan a ese Gobierno un margen mayor de autonomía. Y tercero, que no es menor, que ese Gobierno es de origen perredista (aunque el propio Aguirre y buena parte de su equipo tienen algo más que genética priísta) y no es tan sencillo imponer una intervención federal en toda la línea como en Michoacán.


El hecho es que mientras toda la atención está concentrada en Michoacán, en Guerrero se está desarrollando un escenario que será, si no es desmontado a tiempo, mucho peor que el que estamos viendo en la tierra de la familia Cárdenas.

Leído en http://www.am.com.mx/opinion/leon/guerrero-un-polvorin--6703.html



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