lunes, 13 de enero de 2014

Salvador García Soto - El sabotaje azul

Cuando se trata de denigrar al PAN y a los panistas, nadie mejor que otros panistas para lograrlo. Porque en el año y medio transcurrido desde que perdieron el poder en 2012, la principal fuente de ataques, denigración y sabotaje contra el panismo no ha venido de sus contrincantes, mucho menos del gobierno del que son oposición, sino de los propios dirigentes y militantes de Acción Nacional, que se han encargado de enlodar y denostar sus siglas al atacarse entre ellos y tacharse, en sus propias palabras, lo mismo de “cabrones corruptos” que de “pinches ladrones”.







No conformes con el voto de castigo con el que el electorado nacional les quitó la presidencia en 2012 y los envió al tercer lugar, luego de dos sexenios de gobernar al país, la cúpula política del PAN, fracturada y enfrascada en una violenta reyerta de poder, ha profundizado el daño a su partido con enfrentamientos públicos y privados, que han aumentado el desgaste del partido blanquiazul, que hoy vive una profunda crisis en la que se enfrentan dos visiones de partido opositor: el maderismo, que se define como una oposición más dialoguista y hasta colaboracionista con el gobierno, y el calderonismo (también llamado corderismo), que pugna por un partido más combativo y en contra de los acuerdos con el gobierno.

En medio de esos dos grandes bandos peleados a muerte hay algunas otras expresiones y grupos con menor influencia: ex gobernadores, ex dirigentes y la ultraderecha del Yunque, que buscan también hacerse del control del partido pero carecen de la fuerza de los dos grandes bloques que se disputan, públicamente y con las más rudas descalificaciones y adjetivos, el control del partido que fundara Manuel Gómez Morín.

En vísperas de que se definan las reglas para una contienda interna en la que, junto con la dirigencia nacional se dirime también la visión de partido que se impondrá en el PAN para el futuro inmediato, los escándalos y descalificaciones siguen marcando el tono de la contienda blanquiazul con filtraciones que provienen de las mismas entrañas del panismo; lo mismo a través del espionaje telefónico al senador Ernesto Cordero, líder de uno de los grupos en disputa, que a través de la filtración de “testimonios anónimos” que acusan corrupción y cobro de “moches” por parte del líder de la bancada panista en la Cámara de Diputados, Luis Alberto Villarreal, segundo de a bordo del maderismo.

Más que una contienda ideológica o de ideas políticas, el del panismo se ha convertido en un pleito de adjetivos y acusaciones temerarias en el que cada grupo busca sabotear o “hundir” al otro sin darse cuenta de que al que están hundiendo cada vez más es a su mismo partido. La pelea trascurre a ojos y oídos de todos los mexicanos y con un léxico pletórico de palabras altisonantes y señalamientos de corrupción e inmoralidad pública en el partido que alguna vez se autonombrara el abanderado de “la moral y las buenas costumbres”. Todo un penoso espectáculo que ocurre sin que en el PAN aparezcan liderazgos con el tamaño y la calidad para mediar entre los bandos en disputa y poner fin al sabotaje de los panistas por los propios panistas.

Al paso que van, la contienda interna en el blanquiazul se vuelve de pronóstico reservado. Es tal el nivel de encono y de división, que aún con un reglamento interno como el que han anunciado y un proceso regulado, nadie podría garantizar que una elección de dirigente como la que habrá en marzo próximo no termine con una ruptura mayor en el partido histórico de la derecha mexicana.

Si a Vicente Fox y a Felipe Calderón el panismo los puede culpar de que ninguno de los dos tuvo un gobierno a la altura de las necesidades del país y llevaron al panismo a una acelerada pérdida de la Presidencia que les llevó más de 60 años conquistar, a los dirigentes de hoy, a la clase política panista que controla y representa a ese partido en estos momentos, se le podría responsabilizar, si continúan por la misma ruta, de haber terminado de hundir al PAN y de haberlo convertido (Cordero dixit) en un partido de “pinches ladrones”.

NOTAS INDISCRETAS… Michoacán está pasando, a juzgar por la violencia del fin de semana, de la definición de un “Estado fallido” a la de un “Estado con guerra civil”. Las escenas bélicas se reproducen en la región de Tierra Caliente y ayer alcanzaron también al municipio de Uruapan; si a eso se le suma la amenaza de que los grupos de autodefensa van a avanzar hacia la capital, Morelia, quizás no falta mucho para que tengamos en México al primer estado autogobernado, por encima de la Constitución. Todo mientras el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto sigue en la ambigüedad y la indefinición sobre la guerra civil que padecen los michoacanos… Los dados mandan Serpiente. La semana se ve complicada


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