Los michoacanos hicieron una traducción precisa del gesto adusto y la actitud de soberbia, ya natural en la senadora Luisa María Calderón. ¿Cómo no iba a estar molesta, si su hermano, el expresidente Felipe Calderón, oriundo del estado, no tuvo la visión, ni la generosidad política de llevar el apoyo inédito que Enrique Peña Nieto acaba ordenar?
La mezquindad de la michoacana —ni un solo aplauso al discurso presidencial— era comprensible: la apuesta de ella, de la mafia y de la oposición, es la destitución del gobernador Fausto Vallejo.
¿Ahorita? Sí, ahorita. ¿Sin importar que se aliente una crisis de gobierno y se debiliten aún más las instituciones? Por eso, precisamente, porque la excandidata a la gubernatura de Michoacán cree que la profundización de la violencia y la anarquía en el estado la harían ganar las elecciones, ahora sí, en el 2015.
La presencia del presidente de la república y de su gabinete en Michoacán para anunciar que la federación invertirá 45 mil 500 millones de pesos en el desarrollo integral de la entidad fue un golpe seco a quienes sobrevuelan el Palacio de Gobierno.
Más claro ni el agua, señora senadora. El Ejecutivo federal no iba a hacer una inversión de tal magnitud si no tuviera confianza en Fausto Vallejo.
¡Ah!, pero, ¿cómo dijo? ¡Ah!, sí, que al pedir que se asigne a un funcionario de alto nivel por cada dependencia estatal para asegurar el cumplimiento de los compromisos se “intenta formar un gabinete en la sombra”.
Bueno, hay vidrios de varios colores y texturas para mirar las cosas. Desde una óptica miope, de estrecha visión, donde la mirada no da para mucho, la presencia de altos funcionarios federales para resolver la pobreza y los orígenes de la violencia en Michoacán puede ser considerada como una violación a la soberanía del estado.
Sin embargo, para un estadista, la presencia del gobierno federal con miras a revertir la debilidad institucional y el deterioro social no sólo es necesaria, sino una obligación constitucional, política e, incluso, moral.
La campaña política y mediática en contra de Fausto Vallejo, cuyo inicio data desde que era candidato al gobierno de Michoacán —y que se recrudeció al asumir el cargo—, tiene su origen en la compleja y oscura madeja que tiene hoy atrapada a la entidad.
Fausto Vallejo debe tener muy bien identificados a los actores políticos que reciben patrocinio de los Caballeros Templarios para, en su momento, convertirse en alcaldes, diputados locales o gobernadores.
También a aquellos medios de comunicación locales que han hecho de larumorología un negocio alimentado informativa y económicamente por los partidos y grupos delictivos que buscan la caída del mandatario local.
Así que, señoras y señores aspirantes al poder en Michoacán: la mala noticia es que la permanencia de Fausto Vallejo en la gubernatura es estratégica para el Estado mexicano. Con esa medida no sólo se busca evitar una crisis política de mayor dimensión sino impedir que el poder económico del crimen organizado decida el destino político de la entidad.
Y para no dejar nada en el tintero: el adjetivo de pelele le queda muy bien a un exgobernador que, en lugar de solicitar ayuda al gobierno federal para enfrentar la delincuencia, prefirió someterse y someter su estado al poder del crimen. Ése sí es un… muñeco de paja.
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