A la bonhomía del gran tijuanense Federico Campbell.
Será por la no reelección presidencial, por esa entronización laica y casi sin límites en el ejercicio del poder que duró tantas décadas. Será por la oleada de dictadores crueles y exóticos y los hombres fuertes que siguen estando presentes en el sur del continente, de Perón a Ortega o Chávez, pasando por Trujillo o Torrijos. Será por el fervor popular que la figura de “El señor Presidente” despertaba y todavía despierta. Será por la simple vecindad, el hecho es que el embrujo trasciende las fronteras.
No tenemos la exclusividad, lo hacen con otros. Pero la cobertura sobre México es añeja, fotografías o viñetas: de Calles a Peña Nieto, con excepciones notables, Díaz Ordaz, Echeverría, Salinas, Zedillo, Fox y Calderón. Cárdenas, Ávila Camacho y Peña Nieto han “robado cámara” con dos portadas. Subtítulos en algunas excepciones recientes: “México: un vecino enojado” para López Portillo; “La crisis de México” para De la Madrid; “Un nuevo comienzo” y ahora “Salvando a México” para Peña Nieto. Time contribuye así a esa lectura —mágica y superficial— en la cual un individuo marca la diferencia para un país.
La discusión es vieja y con protagonistas tan brillantes como Thomas Carlyle con su aproximación hacia el mérito de los héroes. La visión, el carácter, el temple de los gobernantes imprime una marca indeleble a la historia. Qué hubiera sido de Inglaterra sin el vigor existencial, sin la templanza de Churchill frente a la debilidad heredada por Chamberlain. Pero hay algo torcido, no se trata de una cobertura institucional y sistemática. Por el contrario, está sujeta a muchas subjetividades que explican la ausencia de unos o la inclinación por otros. Los vaivenes son muchos, hace cinco años se nos comparaba con Pakistán, hoy México es la nueva promesa. Editorialmente es válido. Pero lo que resulta atractivo para las ventas de una revista —aplicar la óptica mesiánica— puede ser muy pernicioso para México. Peña Nieto ha tenido un desempeño sobresaliente en su primer año, es un profesional de la política, pero no está “Salvando a México”. Esa lectura desprecia la verdadera fortaleza institucional.
La perversión proviene de no leer al país sino a la persona, buscar héroes. El gran mérito de Peña ha sido gobernar con las minorías, ser incluyente, lo normal en una democracia. Su oficio político lo demostró al ser el primer candidato del PRI a la Presidencia que no llegó por la decisión de su antecesor. ¿Cómo convenció a sus colegas y correligionarios? La historia está por escribirse. El país es otro, con una pluralidad desbordante, con una participación intensa, con una opinión pública exigente. Cuando se alaba la solidez de México —autonomía del banco central, reservas, exportaciones, flotación de la moneda, apertura comercial continuada, reformas institucionales en todos los frentes—, la visión mesiánica olvida tres décadas de consistencia en el rumbo. Priistas, panistas y perredistas han contribuido desde frentes diferentes a la democratización y modernización de México.
Atribuir a un hombre la “salvación” de un país es superficial. Ojalá y en la Presidencia no compren esta versión, la pérdida de equilibrio presidencial ha dañado mucho al país. Lo mismo ocurrió con Fox en otras publicaciones, el sepulturero de 70 años de oprobio. Pero detrás había una larga historia menos atractiva para el periodismo de coyuntura: cómo se electrificó a México, quién construyó la hoy insuficiente infraestructura de transportes o la educativa que tenemos. Se trata de unas acciones de tracto continuo que a veces los mexicanos no reconocemos y tampoco en el exterior. Ese es el mayor valor de lo que ocurre hoy en México. De la Madrid fue al GATT, Salinas, Zedillo, Fox y Calderón continuaron con la apertura. La Alianza del Pacífico y Tratado Transpacífico están en el horizonte inmediato. No hay milagros, lo mismo en la construcción de instituciones democráticas o de transparencia. En las reformas recientes está el sello de la vida institucional.
Lo malo es que estas portadas mesiánicas distraen a los mexicanos y enervan a los excluidos. Al pintar a México como el país de un solo hombre se niega el reconocimiento a la evolución nacional. Calles y Peña Nieto han sido la cara visible de dos países en construcción. Los liderazgos seguirán existiendo, pero la verdadera institucionalización de un país parte del supuesto de que cada día sean menos necesarios. La idea del héroe debemos reservarla para casos como Mandela y ahí también habría que hablar de De Klerk. “Pobres de los países que necesitan héroes”, fue la condena de Brecht.
En contraste, The Economist trae esta semana un doloroso reportaje de cómo Argentina dejó de ser una de las principales potencias económicas de principios del siglo XX. La portada es Messi de espaldas con el rostro bajo. El jugador no es la explicación de la ruina sino de la futilidad de enfocar la historia a los individuos. Los redentores son la falsa salvación de los países sin rumbo. Seamos justos, no es el caso de México.
*Escritor
Leído en http://www.excelsior.com.mx/opinion/federico-reyes-heroles/2014/02/18/944316
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