A la memoria de Federico
Campbell, intelectual decente
e inteligente
Las cumbres están rodeadas de tanto protocolo acartonado que se dificulta apreciar su importancia. Con esto en mente comento el encuentro entre Stephen Harper, Barack Obama y Enrique Peña Nieto.
Si hubiera un Oscar de la Negación, “El Lobo de Wall Street”, de Martin Scorsese, sería fuerte candidata. La película dedica 7 minutos y 18 larguísimos segundos a las 12 escenas en que las voraces élites financieras se revuelcan (licencia literaria) en cocaína y otras drogas. En esta lectura, el único daño que hacen el Lobo y sus secuaces es a sí mismos. En ningún momento aparecen los dealers o el costo social que pagan países como México para alimentar adicciones. Para encontrar en esta película algo de México -uno de los países más afectados por el consumo de drogas- hay que irse a los créditos en donde aparece el nombre Rodrigo Prieto, el brillante director de fotografía.
En su dimensión pública la evasión es común en casi todas las reuniones de mandatarios. Los gobernantes reparten fotogénicas sonrisas, discursos positivos y arrojan por la borda lo incómodo y desagradable. Una cumbre es como una fiesta de quinceañera o como “Platero”, de Juan Ramón Jiménez: “Tan blando por fuera, que se diría todo de algodón; que no lleva huesos”.
Peña Nieto seguramente presumirá de las reformas económicas y de la solidez de la democracia mexicana y pasará como una exhalación sobre la desigualdad, la inequidad y los costos asociados al consumo de drogas en los Estados Unidos. Obama exaltará la grandeza de los dos países y la cultura milenaria de México. Nada dirá sobre una cifra preocupante: 59% del pueblo estadounidense considera que “México es una fuente de problemas para Estados Unidos” porque nuestro País evoca drogas, pobreza, inmigración ilegal y corrupción (encuesta de Vianovo/GSD&M en octubre de 2012).
En síntesis, la fachada pública es predecible y soporífera, lo cual es una pena porque la importancia de las cumbres inicia al recordarnos la importancia de los acontecimientos externos en la vida de los países. Cuando se revisan en los archivos los preparativos de este tipo de eventos aparece la sustancia: las partes hacen una cuidadosa preparación y planificación para sacar el máximo de ventajas.
Antes de la comida Obama y Peña Nieto tendrán una hora para conversar en privado. Ahí discutirán la agenda de seguridad. ¿Le hablará Peña Nieto de lo ofensivo que resulta el flujo incontenible de armas? ¿Expresará Obama la inconformidad del aparato de seguridad estadounidense con la exigencia mexicana de centralizar sus planteamientos en una “ventanilla única”? ¿Evaluarán el revolucionario cambio de paradigma en torno al uso de la marihuana?
El último punto me permite comentar la importancia de la opinión pública y de las acciones de la sociedad organizada. En 1986 los Estados Unidos declaró la “Guerra a las drogas” y un tema hasta entonces marginal irrumpió en las prioridades de la seguridad nacional. La Cuenca del Caribe se llenó de sangre y de consumidores encarcelados. La sociedad reaccionó y empezó a combatir el prohibicionismo punitivo. En 1996 California legalizó el uso medicinal de la marihuana y siguen multiplicándose los indicios de un cambio de paradigma. Hace unas semanas Barack Obama reconoció en entrevista a David Remnick que la marihuana es “¡menos peligrosa que el alcohol!” (New Yorker, 27 de enero); el 4 de febrero el Distrito de Columbia eliminó penalidades en la posesión de marihuana.
En México finalmente prendió el debate. En 2005 la marcha para legalizar el uso de la marihuana tuvo 300 asistentes y en 2013, cuatro mil; el ex presidente Ernesto Zedillo es un abanderado de esta causa; y la Asamblea del Distrito Federal ha estado discutiendo una iniciativa bien argumentada. Se entiende la reacción en contra, del PAN y el Verde, pero ¿qué prebenda querrá negociar la tribu de Bejarano-Padierna (Izquierda Democrática Nacional) al sabotear la propuesta de otra fracción de su partido?
Pasará algún tiempo para apreciar la importancia que tendrá esta Cumbre. Entretanto, observemos las pompas y rituales de un ceremonial tan viejo como la historia.
La miscelánea
Stephen Harper (primer ministro de Canadá) depositó una ofrenda floral a los Niños Héroes. Se equivocó de destinatario. Debería entregársela a quienes solicitan una visa para ir a su País; son ofensivas e injustificadas las exigencias que nos imponen.
Comentarios: www.sergioaguayo.org
Colaboraron Rodrigo Peña González y
Marcela Valdivia Correa.
Marcela Valdivia Correa.
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