miércoles, 19 de febrero de 2014

Adela Navarro Bello - La muerte eludible de un maestro (O el desprecio por la Salud en México)

Federico Campbell, como todos algún día, debía enfrentar a la muerte. Someterse a ella. Pero a sus 72 años de edad, era un hombre sano. Fuerte. Razonado, lógico, plausible y hasta sabio. En esa condición de salud y lucidez, se convirtió en una estadística más del sistema político mexicano que ha perfeccionado su método para contar muertos, pero fracasado en su intento de salvar vidas.

Como los más de 530 mexicanos que en mes y medio, de acuerdo a reportes de la Dirección General de Epidemiología han fallecido a causa de la Influenza AH1N1 en México, el maestro, escritor, periodista, columnista y disertador sucumbió ante el contagio. Su muerte, como la de muchos otros, se pudo evitar, si acaso el Gobierno Mexicano hoy representado por Enrique Peña Nieto, fuese más franco sobre lo que ocurre con la epidemia de Influenza AH1N1 que hoy, cinco años después del primer brote, padecemos de nueva cuenta en el país con consecuencias fatales.

Cuando en abril de 2009 el Presidente Felipe Calderón Hinojosa, prácticamente cerró las puertas de México –de entrada y de salida- debido a la pandemia por Influenza AH1N1, al prohibir actividades públicas, concentraciones masivas, asistencia a lugares cerrados, e hizo un llamado a tomar precauciones extremas, lo que terminaría con cancelación de vuelos de México hacia el extranjero y actividades de turismo, de corte social y hasta religioso, la crítica se concentró en los problemas económicos que las medidas extremistas de Calderón causaban a la Nación.





La realidad era que el problema crecía de manera alarmante y la información al respecto de esta mutación de la Influenza AH1N1 se encontraba en análisis y proceso; poco se sabía del virus, no había vacuna, el tratamiento era discreto. Más allá de los síntomas, reconocer la enfermedad que resultó fatal en el mundo, y que comenzó de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, en nuestro país y se esparció rápidamente por América y el Mundo, escasa era la información.

En México, del 23 de abril al 11 de mayo de 2009, las escuelas permanecieron cerradas, y se recomendaba a las personas no salir de sus hogares y seguir recomendaciones como desinfectar los espacios cerrados, casas, oficinas, instituciones educativas, centros de concentración, utilizar una mascarilla bucal y nasal para evitar contagiarse de otros, lavar manos con gel antibacterial o con pequeños trozos de jabón y abundante agua, además no saludar de mano o de beso a las personas, no compartir utensilios de comida o de trabajo, utilizar desinfectante ambiental particularmente al realizar actividades de oficina; mantenerse alejado de personas con gripe, y ser muy receptivo de los síntomas: fiebre, dolor de cabeza, dolor muscular y de articulaciones, tos, decaimiento físico, escurrimiento nasal, ojos irritados, dolor de garganta y la aparición súbita de algunos o todos de los anteriores malestares.

El manejo de la información por parte del Estado Mexicano en 2009  fue criticado en el interior, pero festejado en el exterior. Finalmente se trataba de minimizar los efectos de la pandemia. Durante los primeros dos meses de la epidemia en México, los muertos por influenza superaron –oficialmente y de manera discrecional- los 180 casos, mientras en el mundo se reportaban miles de afectados y otros más de fallecidos. La vacuna contra la Influenza AH1N1 empezó a suministrarse y los tratamientos con los medicamentos especializados comenzaron a surtir efecto. La pandemia de la Influenza AH1N1 quedaría cerrada de acuerdo a la misma Organización Mundial de la Salud, en agosto de 2010, con más de 19 mil muertos en el mundo, y poco más de mil en México –extraoficialmente, médicos especializados reportan cerca de cinco mil casos-.

Cinco años después, la cosa está peor en nuestro país. De acuerdo a información oficial, los casos de afectados en la República Mexicana superan los 4 mil 900, los hospitalizados se cuentan en 400 y las muertes en más de 530. Es evidente por las estadísticas de la Dirección General de Epidemiología, que la situación de la Influenza AH1N1 en México y en 2014, es peor que la del 2009; sin embargo la reacción del Gobierno Federal encabezado por Enrique Peña Nieto, está lejos de la asumida por Felipe Calderón en aquellos años.

Al igual que la negación oficial de un problema de guerra entre cárteles o por las drogas, en México padecemos la negación oficial de una epidemia que se torna grave y peligrosa en el caso de la Influenza AH1N1. Aparte, significa que las Instituciones de Salud en nuestro país no se prepararon en cinco años para un rebrote como el que estamos atravesando hoy día. Las denuncias en hospitales públicos en la mayoría de los Estados, son de desabasto de vacunas, medicamentos caducos, y negación de la hospitalización de afectados por el virus.

En cinco años el Gobierno Mexicano no produjo vacunas suficientes para el caso de otra epidemia. Expertos en el tema comentan de la elaboración únicamente de 40 mil vacunas, y de la política gubernamental de minimizar el rebrote y las graves afectaciones –creen que la cifra de muertos supera los mil y no los 533 que oficialmente han reportado- porque no tienen ni infraestructura en hospitales públicos, ni abasto de medicamentos para dar atención a todos los que a este momento están infectados por el virus; efectivamente, también se denuncia Tamiflú cuya caducidad fue en diciembre de 2013.

Luego el garlito político priísta: informar lo que realmente sucede, la gravedad del caso, la ausencia de vacunas, la falta de infraestructura médica, afectaría la economía como sucedió en 2009; y en época de afectaciones y recesión por asuntos como la Reforma Fiscal, “informar no es conveniente”.

El sistema de salud mexicano, refiere uno de los médicos, está roto. No funciona, se colapsó entre la impreparación, la falta de crecimiento y el desabasto, originado en gran parte por la falta de aportaciones de quienes están obligados a mantener ese sistema en el ámbito gubernamental y patronal. Ni el Gobierno destina el presupuesto necesario, ni las empresas las cuotas pertinentes, mientras el sistema de jubilaciones contribuye enormemente a la caída del sistema de salud.

Ahora entonces, tenemos un gobierno que ignora y minimiza a los ejecutados producto de la guerra del narcotráfico y el crimen organizado, y reduce las campañas, los efectos, las vacunas, los infectados y los decesos producto del rebrote de Influenza AH1N1. Muertes que resultaron inútiles en 2009 y 2010, pues no sirvieron para sentar el precedente, actuar en consecuencia y prever las acciones para contener otra epidemia como la que hoy padecemos.

Para que se dé una idea de cómo al Gobierno Mexicano no le interesa invertir en el tema de salud, un comparativo de lo que distribuyen los países integrantes del Tratado de Libre Comercio. Mientras Estados Unidos gasta 112 mil 711 pesos en promedio por persona en materia de salud, y Canadá destina en el mismo sentido, 59 mil 906 pesos, México llega a los 12 mil 943 pesos per cápita en tratándose de salud.
De igual manera, en la Unión Americana del total del presupuesto del gobierno federal, el 17.7 por ciento se invierte en los servicios de salud; en Canadá el porcentaje es de 11.2 por ciento mientras en nuestro País apenas el 6.2 del presupuesto federal es destinado a los servicios de salud. En la República Mexicana hay 2.2 médicos y 2.7 enfermeras por cada mil habitantes; en Estados Unidos, 2.5 médicos y once enfermeras, y en Canadá 2.4 médicos y 9.3 enfermeras por cada mil habitantes.

Con esta mínima inversión en México, los pocos recursos humanos, y la insuficiente y deplorable infraestructura, es comprensible que el gobierno de Enrique Peña Nieto no iniciara una campaña de alerta, prevención y atención sobre la el rebrote de Influenza AH1N1, pues no tendría -deje usted las vacunas y los medicamentos- ni las condiciones físicas ni el personal para prestar la debida atención. Con lo que las muertes por esta causa van en incremento, y en mes y medio de 2014, han superado el 50 por ciento de las contabilizadas oficialmente entre 2009 y 2010.

Muertes que se pudieron evitar, como la de Federico Campbell, el maestro, el letrista que ya no ilustrará, y cuya ausencia contribuye a la baja en la densidad intelectual del país.


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