Mientras leía la espléndida novela de Ian McEwan, Operación dulce (Anagrama, 2013) pensé en cierta izquierda y su reacción ante los acontecimientos en Venezuela. Ya se sabe que el cerebro es un cacharro extraño que encuentra o inventa analogías raras.
La protagonista del relato, Serena Frome, lee el siguiente cuento (súper recortado): Neil Carder vivía en una mansión, “era un individuo feo que rondaba los cuarenta...tímido y desgarbado...No causaba problemas y mantenía en orden su casa... (Trabajaba en su vivienda) una joven y alegre ama de llaves nigeriana... (Se llamaba Abeje y laboraba de “entrada por salida”)...estaba casada y tenía dos hijos...Neil era un hombre aburrido... demasiado tímido para abordar a la gente...Caminaba por Oxford Street...cuando pasó por delante de unos grandes almacenes, con unos escaparates inmensos...donde había una serie de maniquíes que exhibían ropa de noche...
Miraba a una joven...Por un error de colocación del escaparatista, o como pronto empezó a imaginar Carder...no quería estar allí...Amaba la libertad...Era una dulce y placentera fantasía... Entró en el comercio (y compró al maniquí, vestuario, joyas y perfumes)...La maniquí se llamaba Hermione...nombre de la ex mujer de Carder...Esa noche, mientras Hermione yacía desnuda en la cama, vació su ropero para ella y colgó dentro sus prendas y guardó sus zapatos...Neil bajó a poner en dos bandejas la cena...Después volvió al dormitorio para bajar a Hermione al espléndido comedor... (Luego la volvió a llevar a la habitación). Era uno de esos hombres para quienes la pasividad de una mujer era un acicate, un poderoso aliciente. Incluso en pleno rapto veía en los ojos de Hermione el aburrimiento que a él le transportaba a nuevas cumbres de éxtasis. Al final, no lejos del alba, se separaron...saciados...Cuando llegó Abeje a ordenar y limpiar el dormitorio, le sorprendió encontrar a Hermione en un rincón...Pero al ama de llaves le agradó descubrir en uno de los roperos una balda de bonitos vestidos...Ahora él tenía una amante. Qué alivio. Si su mujer se traía un maniquí para colgar la ropa, ¿a quién le importaba? Como indicaba el extremo desorden de la ropa de cama (habían pasado una noche intensa)...Lo que alimentaba el amor de Carder -el silencio de Hermione- estaba condenado a destruirlo... (Como no hablaba sospechó que) ella estaba pensando en otro...Quería estar en otro sitio... (Caviló que) Hermione y Abeje eran amantes. Furtivas y fugaces, cada vez que él se ausentaba...La resolución fue rápida. Esa noche el bisturí del cirujano fue más afilado, cortó más profundo...Por la mañana metió los miembros del cuerpo en un saco de plástico y llevó a Hermione y todas sus pertenecías al cubo de basura... (y) escribió una nota para Abeje informándola de su despido...Aquella noche Abeje abrió las bolsas de plástico y se puso las prendas para su marido... Le dijo con voz entrecortada...Ella le ha dejado y él está destrozado”.
Carder es un hombre que confunde los productos de su imaginación con la realidad. Su pasión es superior a la insípida información que irradian las cosas. Es un hombre enajenado, enamorado, que se convierte en un animal celoso y violento. Todo es producto de su ensueño, de su entusiasmo. Este último es real. Ha encontrado una substituta de su mujer, incluso le pone el mismo nombre. Vive con intensidad su relación: ama y protege a su maniquí, la atiende y consiente; hasta que alucina que lo engaña y entonces la furia se apodera de él. Vive una fantasía, pero la vive en serio. Confunde a la muñeca con una mujer. Pero su pasión es auténtica.
Abeje vio otra historia: incapaz de imaginar los desvaríos de su patrón, carente de malicia, pensó en lo más natural: primero una sana aventura y luego un rompimiento brutal. Solo da por bueno lo que ve. Lo que sucede en la noche, en la casa donde trabaja, ni siquiera lo intuye o supone solo aquello que se desprende lógicamente de lo que observa. Carece no solo de imaginación sino de curiosidad. Por ello es incapaz de ver más allá de sus narices. Pueden estar sucediendo cosas escabrosas y ella no registrará más que lo que quiere (¿y puede?) ver.
¿Y Venezuela? Bueno, parece que a cierta izquierda su pasión la hace ver en un aprendiz de autócrata a la encarnación del socialismo del siglo XXI. Como Carder, su ardor le produce una alucinación, pero la vive con intensidad, con celo. Otra parte recuerda a Abeje: carente de curiosidad, más bien ciega o inercial, proclive al autoengaño, ve y escucha solo la versión oficial: “un plan de la derecha para desestabilizar”.
Leído en http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=222962
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