La operación que condujo a la captura de Joaquín “El Chapo” Guzmán en Mazatlán, el mas grande éxito del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto en la lucha contra la delincuencia organizada, es resultado de una desobediencia. La Marina mexicana, pese a la instrucción gubernamental de suspender sus vínculos con los servicios de inteligencia estadounidenses, mantuvo la estrecha relación construida en el último lustro con la CIA y la DEA, que coronó uno de los más grandes golpes al crimen trasnacional en el mundo.
La captura de “El Chapo” Guzmán y la lucha contra el crimen en México, fue puesto por la Marina como una alta prioridad, por encima de decisiones políticas, que aprovechó las coyunturas. A diferencia de todo el gabinete de seguridad donde sus nuevas cabezas cambiaron a toda la primera línea de mandos, la Marina hizo lo contrario. El secretario, almirante Vidal Soberón, que había sido secretario particular del anterior titular, no hizo relevos sino ascensos, como al vicealmirante José Luis Vergara, que de encargarse de la comunicación social en el sexenio pasado, fue nombrado comandante del Cuartel General de la Armada, bajo cuya responsabilidad se encuentran las operaciones especiales.
De acuerdo con fuentes de inteligencia en Estados Unidos, Soberón tampoco desmanteló los centros de fusión de inteligencia, ni expulsó al personal de la CIA y la DEA que trabajaban conjuntamente con los especialistas de la Marina en recopilación, análisis y planeación táctica. Al mismo tiempo, tras la desaparición de la Secretaría de Seguridad Pública Federal y el desmantelamiento de sus herramientas de inteligencia, se quedó con toda la investigación y el trabajo de seguimiento de los cárteles de la droga, que estaba a punto de irse a la deriva.
En forma discreta, la Marina continuó el trabajo con los estadounidenses. La información de inteligencia que recogió de la extinta Secretaría le permitió mantener las líneas de investigación abiertas en contra de los cárteles, alimentada con el seguimiento y ampliación de las pesquisas. Junto con la inteligencia humana y tecnológica que se mantuvo fluida entre la Marina y las agencias de inteligencia estadounidenses, produjo no sólo la captura de Guzmán, sino también, en julio pasado, la de Miguel Ángel Morales Treviño, conocido como “El Z-40”, que era el jefe de Los Zetas; y las muertes de Ezequiel Cárdenas Guillén, “Tony Tormenta”, uno de los jefes del Cártel del Golfo, en noviembre de 2010, y de Arturo Beltrán Leyva, el llamado “jefe de jefes”, en diciembre de 2009.
La operación contra Guzmán dio resultados muy concretos a finales del año pasado, cuando lo fueron cercando con datos de informantes de DEA en el Cártel del Pacífico. En enero, los informantes revelaron que “El Chapo” había bajado de la sierra de Durango y se movía entre Culiacán y Mazatlán, presumiblemente por relajamiento ante la disminución de la presión y persecución en su contra.
De acuerdo con las fuentes de inteligencia en Estados Unidos, en la operación contra Guzmán la CIA utilizó un drone –uno idéntico que llegó a México 15 días antes de asumir Peña Nieto la Presidencia, está sin usar- para rastrear los teléfonos cuyos números tenían interceptados en esas ciudades sinaloenses, y agentes de la Oficina de Alguaciles de ese país, participaron en la interpretación de la información proporcionada por esa tecnología.
En la captura de Guzmán, la unidad de élite de la Marina que ejecutó la operación, fue dirigida por el mismo comandante que encabezó la acción en Nuevo Laredo donde atraparon Morales Treviño en julio pasado. Estas unidades forman parte del mismo equipo decomandos mexicanos entrenados por las fuerzas de operaciones especiales de la Marina de Estados Unidos –conocidos comoSEALS- que dieron muerte a Beltrán Leyva y a Cárdenas Guillén.
La larga operación contra Guzmán, de acuerdo con las fuentes de inteligencia en Estados Unidos, fue secreta. A la Policía Federal nunca le informaron, y al Ejército y el CISEN se les dijo sólo en el tramo final de la acción, como a la PGR, que le dio sustento jurídico a la captura. Lo que sucedió fue a contracorriente de la postura oficial del gobierno, pero confirmó que hay momentos donde los argumentos de seguridad pueden ser más poderosos que las posiciones políticas. El éxito de la Marina, que es una victoria para el presidente Peña Nieto, lo demuestra.
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