domingo, 30 de marzo de 2014

Jorge Zepeda Patterson - La tentación del autoritarismo

O P I N I Ó N
J O R G E   Z E P E D A   P A T T E R S O N
La tentación del autoritarismo

Poder y autoritarismo van de la mano "No podrán transmitirse noticias, mensajes o propaganda de cualquier clase que sean contrarios a la seguridad del Estado o al orden público". No, la frase anterior no es una disposición de Putin para la recién anexada Crimea. Es la propuesta de cambio del Ejecutivo para al artículo 229 de la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión. Con un agravante: sería la Secretaría de Gobernación la responsable de dictaminar qué noticia es contraria al orden público o a la seguridad del Estado. Bajo ese criterio los medios de comunicación no podrían informar de temas que resulten incómodos a la opinión pública por el riesgo de provocar una protesta que afecte el orden público.






Poder y autoritarismo van de la mano. Lo vemos en la oficina con el jefe recién ascendido, en el aula con el alumno al que se le pide cuidar a sus compañeros, en el antro con el cadenero que abusa de la potestad para denegar el ingreso, en la ventanilla con el burócrata que pisotea la paciencia de los solicitantes.

Se dice que los chaparros con poder abusan por mecanismo compensatorio, los altos porque se creen superiores, los gordos por resentimiento, los flacos por amargados, las mujeres con mando para evitar una imagen de debilidad, los hombres... porque son hombres.

Lo que quiero decir es que el uso arbitrario del poder forma parte de la condición humana. Una y otra vez los ejercicios de laboratorio en los que se asigna el poder a un grupo y la sumisión a otro devienen en situaciones despóticas y con frecuencia deben ser suspendidos por la aparición de abusos intolerables.

El único antídoto para acotar los excesos del poder es el ejercicio del derecho por parte de las minorías y de las víctimas, la obligación a la rendición de cuentas y la vulnerabilidad del soberano frente a la justicia. El problema es que los tribunales tienen la tendencia a subordinarse ante la autoridad; una y otra vez la realidad nos muestra que la justicia suele ser cómplice de los abusos de los gobernantes. Con frecuencia sólo la exhibición ante la comunidad nacional e internacional y la presión de la opinión pública ejercen frenos al absolutismo del príncipe.

Las leyes que buscan eliminar las críticas y limitar la protesta no sólo constituyen un manotazo autoritario. Es decir, no sólo son una manifestación de autoritarismo. Son potencialmente constructoras de un mayor autoritarismo porque terminarían por eliminar ese freno al absolutismo en el ejercicio del poder.

Hay gobernadores a los cuales resultan intolerables las expresiones de inconformidad. Javier Duarte y Roberto Borge, de Veracruz y Quintana Roo respectivamente, han combatido a la prensa crítica de sus estados con diversas estrategias y con leyes que intentan limitar las expresiones de disidencia, protesta y antipatía. Y si no han llegado más lejos es por el repudio que algunos de sus proyectos han provocado en la opinión pública nacional.

Para no ir más lejos, en este momento se encuentra en revisión por el Ejecutivo de Quintana Roo la ley que obliga a todo grupo de ciudadanos que quiera expresar su inconformidad en la calle a pedir permiso (la ley ya fue aprobada, pero no entrará en vigor hasta que sea publicada en el Diario Oficial, atribución del Gobernador, quien sopesa la presión de la opinión pública).

Los periodistas y las redes sociales no somos el mejor de los fiscales a la hora de señalar delitos y excesos de la autoridad. Carecemos de las facultades legales y de los recursos para ejercer de manera eficiente y pulcra esta función. Con frecuencia cometemos excesos y somos víctima de filtraciones parciales o inexactas.

No, no somos el mejor de los fiscales pero, por desgracia, somos mejores que los que existen. Desde luego, tendríamos que construir un estado de derecho en el que la justicia pudiera someter al soberano. Pero incluso eso, construirla, tendrá que ser conquistado a golpes de presión en contra de autoridades desafectas a la rendición de cuentas.

Derrotar al autoritarismo no pasa por elegir candidatos demócratas, supuestamente refractarios al autoritarismo. Es ingenuo creer que los mandatarios se regularán sólo por ser buenas gentes. Limitar los abusos del poder pasa por construir un espacio público que sea de todos, en el que podamos escuchar voces disidentes e intereses ajenos al de las élites. Eso no se conseguirá si son éstas, las élites, las que dictaminan qué se puede informar y quién tiene derecho a protestar.

En efecto, hay un tufo autoritario en el ambiente. Un demonio del pasado que creíamos haber dejado atrás.

@jorgezepedap

www.jorgezepeda.net

Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104

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