sábado, 22 de marzo de 2014

Raymundo Riva Palacio - Colosio 20 años después


PRIMER TIEMPO: En el inicio de la construcción de un político. En menos de una década, Carlos Salinas vio en Luis Donaldo Colosio, como un material para formar y construir como político de grandes vuelos. Colosio conoció a Salinas por intermediación de Rogelio Montemayor. Coahuilense este, sonorense Colosio, Montemayor vio en él un potencial importante. Estudió economía en el Tecnológico de Monterrey, como Montemayor una generación antes, y siguió sus pasos académicos en la Universidad de Pensilvania, donde estudió la maestría al año siguiente que su primer mentor finalizó su doctorado. Montemayor se lo presentó a Salinas cuando compartían oficinas en la Secretaría de Hacienda, y al ascender a secretario de Programación y Presupuesto con Miguel de la Madrid, Colosio fue uno de los primeros alfiles del salinismo en el Congreso, al ser electo diputado en 1985, el año que comenzó formalmente la lucha de Salinas por la Presidencia. Ese fue el periodo en el cual, ayudado por el descuido del secretario de Hacienda Jesús Silva Herzog que dedicó más tiempo a la frivolidad que al tejido de su red hacia la candidatura presidencial, Salinas puso a funcionar su maquinaria. 







Colosio, que había sido director de Programación con el entonces secretario, fue fácilmente habilitado como presidente de la Comisión de Presupuesto, por donde tenían que hacer fila todos los gobernadores. En la Comisión de Hacienda colocó a otro viejo amigo de Montemayor, Sócrates Rizzo. Pieza estratégica en el entramado era José Córdoba, que despreciado por Francisco Labastida años antes, se había incorporado al equipo de Salinas. Manuel Camacho, con quien trabajó Salinas la toma del poder, fue nombrado ese 1985 como secretario de Desarrollo Urbano y Ecología, en el posicionamiento político final. Salinas realizó en aquél año un ajuste en el gasto público que dejó en la calle a casi 250 mil burócratas, y comenzó la restructuración del gobierno alineado hacia el modelo que adoptaría De la Madrid, el neoliberalismo, que le garantizó a su secretario la candidatura presidencial, y a su equipo, la llegada al poder.
SEGUNDO TIEMPO: El delfín empieza a madurar. En 1987 se fracturó el PRI. Un grupo que se sentía desplazado por Miguel de la Madrid, encabezado por Rodolfo González Guevara, embajador en ese entonces en España, Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, reclamó su exclusión del proceso de sucesión y rompieron con el Presidente. De la Madrid dejó ir a muchos de ellos del PRI pero para aparentar una apertura política, realizó una pasarela de aspirantes a la candidatura, donde Carlos Salinas surgió como el ungido. Salinas nombró a Luis Donaldo Colosio presidente del PRI y jefe de su campaña, pero tuvo en Manuel Camacho, como secretario general del partido, la persona de confianza para las negociaciones políticas. Colosio no fue desplazado, pero aún no le veían el tamaño para que Salinas lo dejara caminar solo. Cuando Salinas ganó la elección en condiciones críticas, Camacho fue quien negoció con Cárdenas, que reclamaba la victoria. Pero aún con ese papel crucial que jugó en 1988, no lo hizo secretario de Gobernación. Lo relegó al Distrito Federal, no como su operador primo, sino como uno de los varios que tenía el Presidente. A Colosio lo dejó madurar en el PRI, y lo sometió en 1989. Fue en la elección en Baja California, donde Colosio apoyó a Margarita Ortega, quien perdió ante el panista Ernesto Ruffo. Colosio no quería reconocer esa derrota, pero Salinas lo neutralizó. Para arreglar el triunfo de Ruffo –la elección fue muy apretada y la percepción fue que en efecto había ganado él-, Salinas envió a su secretario de Desarrollo Urbano, Patricio Chirinos –uno de sus operadores- y al subsecretario Marco Bernal, para hablar con los priistas. No habría vuelta para atrás. El PAN ganaba por así convenir a los intereses del gobierno, en alianza estratégica con ese partido en las reformas económicas. Salinas le dijo a Colosio que él reconocería públicamente la derrota, y que lejos de perjudicarle, quedaría como un demócrata. Colosio aceptó, quedó como un demócrata, y Salinas lo siguió impulsando. Lo llevó del PRI a su gabinete. Le inventó una noble secretaría, de Desarrollo Social, que daría recursos a los más necesitados, y le proporcionó un programa, Pronasol, con todo y sus operadores, Carlos Rojas y Enrique del Val. Colosio estaba muy arropado por todo el entorno salinista, desde su hermano Raúl, hasta amigos cercanos de ambos en ese entonces, Emilio Gamboa y Manlio Fabio Beltrones. En el momento de la sucesión, en aquellos años donde el régimen era más monárquico que democrático, Salinas heredó el trono a su hijo, no a Camacho, que era como su hermano.
TERCER TIEMPO: Los mitos, dos disparos, la leyenda. Temprano el domingo 28 de noviembre de 1993, Luis Donaldo Colosio fue destapado. Cientos de personas se volcaron rendirle tributo a la Secretaría de Desarrollo Social, en Constituyentes –hoy la Comisión Nacional de Seguridad Pública-. Colosio nombró su equipo, con Ernesto Zedillo como coordinador de la campaña, y a sus cercanos y leales colaboradores Guillermo Hopkins, su amigo de la infancia, José Luis Soberanes y Melchor de los Santos, sus operadores, Samuel Palma, su ideólogo. Inició la campaña en Huejutla, un municipio marginado en el norte de Hidalgo, pero fue anticlimática. “No despega”, decían sus críticos. “No despega”, decían en Los Pinos. Le molestaba a Colosio que Manuel Camacho se rebelara y no lo aceptara como candidato. Peor aún, que lo opacara mediáticamente al proponerse como negociador para la paz en Chiapas con el EZLN. El 6 de marzo de 1994 pronunció un discurso que muchos interpretaron como la ruptura con el entonces presidente Carlos Salinas. El discurso tenía un tono y una voz inspirado en el legendario discurso de Martin Luther King del sueño de los negros, y hablaba de la opresión y la libertad. La parte más notable del discurso la escribió el historiador Enrique Krauze, y en la víspera de pronunciarlo, lo había enviado a Los Pinos para que lo leyera Salinas. Algunas anotaciones hizo el Presidente, pero nada censurado. Colosio sabía que de todo el gabinete, era el menos preparado. Estaba lastimado porque sentía que Salinas no había frenado a Colosio, y en el entorno presidencial pensaban que no se crecía ante los golpes. Ya había algunos desencuentros, pero no rompimiento. Dos disparos en Lomas Taurinas impidieron saber que habría sucedido en esa relación. Pero los colosistas que se quedaron sin nada, siempre creyeron que Salinas lo había mandado matar. Nunca una evidencia; nunca una prueba. Pero siguen pensando lo mismo. Eso sería irrelevante. Sin embargo, ese grupo, al cual se sumó quien era el responsable de la puerta de la oficina de Colosio en Sedesol, Alfonso Durazo, volvieron loco al segundo fiscal que investigó su asesinato, Pablo Chapa, quien les ayudó a construir la leyenda del crimen de Estado, que sigue anidada en la mente mexicana, pese a que cuatro fiscales, incluido el ínclito Chapa, determinaron que el asesino solitario fue Mario Aburto, un joven bipolar que cortó la vida del candidato y lanzó el imaginario colectivo mexicano al universo.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, sean civilizados.