sábado, 22 de marzo de 2014

René Delgado - 20 años después

El asesinato de Luis Donaldo Colosio obliga a concentrar en su figura la efeméride de mañana. Sin embargo y más allá del terrible desenlace de un político prometedor, se cumplen veinte años de un capítulo negro en la historia reciente del país. Un capítulo cuyos nubarrones y signos ominosos -en particular los de la violencia política y social- no se han disipado del todo.


1994 marcó las consecuencias que pueden dejar el desacuerdo y la ruptura del grupo en el poder; el hartazgo de los sectores sociales marginados y abandonados a su suerte, tentados por el recurso de la violencia; y la inutilidad de la oposición cuando su fragilidad neutraliza su actuación y anula la consolidación de la democracia.







Aquel año, aunque lejano, es presente. Quizá, por eso mismo la figura de Colosio, del subcomandante Marcos y de Carlos Salinas no encuentran paz ni reposo y se agigantan como mártires, héroes o villanos.






Lo ocurrido entonces expuso de cuerpo entero el agotamiento de un régimen que, en su descompostura, arrastró al país a una crisis de una dimensión desconocida: política, social y económica.


El levantamiento del zapatismo; el secuestro de Alfredo Harp Helú; el doble juego de Manuel Camacho; el homicidio de Colosio; el atropellado ungimiento de Ernesto Zedillo como sustituto oficial; la contrastante actuación de Patrocinio González y Jorge Carpizo frente a la política interior; el apagamiento artificial de la candidatura de Diego Fernández de Cevallos; la elección animada por el miedo; la ejecución del cuadro tricolor José Francisco Ruiz Massieu, y la quiebra económica del país con punto de arranque en el error de diciembre pusieron en evidencia el peligro supuesto en el ejercicio del poder bajo el dominio de perversidad y no de la generosidad política.


A la vuelta del complejo sexenio de Ernesto Zedillo, tal sacudimiento culminó en un hecho histórico que Vicente Fox no supo a calibrar en su justa dimensión: la derrota electoral del priismo, instalado en la Presidencia de la República por más de 70 años.






La dimensión de ese suceso y la razón por la que el panismo pasó a ocupar la residencia oficial de Los Pinos no la entendieron Vicente Fox ni Felipe Calderón.


Fox y Calderón no comprendieron el significado del voto útil. Alcanzaron el triunfo electoral no sólo por quienes creían en ellos, sino también por quienes votaban, respectivamente, contra el PRI o el PRD. Tal inconsciencia tuvo dos efectos: ganar la elección sin conquistar el gobierno y caer en la ilusión de que su sola presencia bastaba para recomponer el régimen. Ni la legitimidad del primero ni la ilegitimidad del segundo fueron la bujía para echar andar otro tipo de política y construir un nuevo régimen.


Lejos de eso, echaron al cesto de la basura dos principios y recogieron de ahí una práctica deplorable. Los principios botados: la doctrina del partido y la alternancia como alternativa. La práctica recogida: la corrupción voraz, propia de los recién llegados al poder con el temor de perder la oportunidad de robar. Ambos con una condición económica sin par: con las finanzas públicas saneadas y estabilizadas por el priismo y con un mercado petrolero al alza.


Si Fox sacó al PRI de Los Pinos, Calderón no instaló ahí al PAN. Si Fox convirtió al adversario político en enemigo, Calderón, al verse asfixiado por el abrazo de los poderes fácticos, encontró en el crimen al enemigo para justificar su estancia en Los Pinos, irse a la guerra sin fusil y hundir al país en la espiral de la violencia, cuyos estragos aún lo sangran.


El daño hecho a la democracia hoy se expresa en su partido: Madero y Cordero pelean por los restos del naufragio, alguna pieza de oro del gran botín, y niegan a sus simpatizantes la posibilidad de encontrar en ese partido un instrumento de participación política.






El neocardenismo y lopezobradorismo, entonces bajo el manto perredista, parecieron al principio encontrar su vocación de poder y construir su camino hacia él.


El arribo y estancia de la izquierda en la capital de la República hasta Miguel Ángel Mancera fueron imprimiendo poco a poco su sello en el poder: sin desconocer a los distintos sectores y poderes que integran el crisol social, impulsaron políticas sociales y ambientales que, en su distinción y consolidación, les abrieron paso hacia la Presidencia de la República.


A su modo, Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard construyeron la plataforma para expandir la presencia de la izquierda mucho más allá de la capital de la República.


Mostraron audacia para remontar adversidades en la condición de gobernantes, pero no en la condición de aspirantes presidenciales.


La derrota de su aspiración los hundió y arrastró al partido. Lo peor, la corriente que se hizo de la estructura del partido regresó al conformismo de profesionalizarse en la oposición y beneficiarse de las prerrogativas partidistas y los presupuestos de éste o aquel otro gobierno. La corriente lopezobradorista resolvió, entonces, romper con ese esquema pero sin acabar de concebir otro, resuelto a competir por el poder reconociendo al conjunto del crisol social donde pretende incidir.


La fragilidad de la izquierda está a la vista. El perredismo y el lopezobradorismo niegan a sus simpatizantes un instrumento de participación incluyente y moderno. La debilidad de ambas izquierdas exhibe a la concesión o la resistencia, pero sin propuesta viable.






En estos veinte años, en particular los últimos 12, el priismo se atrincheró en los gobiernos estatales y, sin plantearse lo que Colosio llamaba la reforma del poder, a partir del pragmatismo reconstruyó su vuelta al poder. Ahí está y ahí quiere permanecer, con el beneficio de una derecha e izquierda sin visión ni capacidad de balancearse entre la oposición y la proposición, y con amplios sectores sociales tentados por la desesperación.


Veinte años son muchos, pero por lo visto no es pasado.




sobreaviso12@gmail.com    

Leído en http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/974834.veinte-anos-despues.html


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, sean civilizados.