domingo, 2 de marzo de 2014

Raymundo Riva Palacio - El almirante


En la prensa no le daban posibilidad alguna, cuando a dos semanas que iniciara el nuevo gobierno, el secretario de Marina, Francisco Saynez, lo ascendió a almirante junto con cinco oficiales que de esa forma llegaban a la antesala del despacho de mayor rango en la Armada de México. Vidal Soberón, que había sido secretario particular del almirante Saynez, era visto en los medios por debajo de otros comandantes de zonas navales, y consideraban que haberlo ascendido era un gesto de agradecimiento. Pero nada más alejado de la realidad.

El secretario Saynez había hecho una jugada estratégica. Junto con los ascensos había pasado a retiro a otro grupo de almirantes que, por escalafón, tendrían que haber sido la baraja de donde saliera su sucesor. Ahí no estaba sucesor. En la prensa veían a Víctor Francisco Uribe, el comandante de la Segunda Región Naval con sede en Ensenada, con más antigüedad y experiencia que Soberón, como el relevo natural de Saynez.







Pero el secretario tenía en mente a Soberón, por razones específicas que, 15 meses después de haber sido nombrado secretario de la Marina, se ha entendido porqué era su delfín. El almirante Soberón era el mejor preparado de todos en la Marina para las tareas que darían continuidad a la lucha quirúrgica contra los jefes de los cárteles de las drogas, y mantener, como si fuera ideología, la relación institucional con las agencias de inteligencia estadounidenses, con quienes trabajaban en tándem.

Como secretario particular del almirante Saynez, el almirante Soberón acompañó la evolución de las fuerzas especiales de la Marina y de su capacitación por parte de los SEALs, el acrónimo de los Equipos de Mar, Aire y Tierra de la Marina de Estados Unidos, en sus instalaciones en Camp Pendelton, al norte de San Diego, y en las bases secretas en México bajo la guía de instructores de la CIA y la DEA.

Soberón estuvo junto al almirante Saynez en algunas de las operaciones más difíciles de su gestión, como cuando los comandos de élite abatieron en Cuernavaca a Arturo Beltrán Leyva, “el jefe de jefes”, sanguinario líder del cártel que lleva su nombre, y en Matamoros a Ezequiel Cárdenas, “Tony Tormenta”, uno de los jefes del Cártel del Golfo. El criterio de las fuerzas especiales de la Marina en el gobierno del presidente Felipe Calderón era uno donde no capturarían prisioneros; los objetivos de los comandos, morían.

El gobierno de Peña Nieto cambió esa política y el nuevo secretario modificó las instrucciones. En menos de un año y medio al frente de la Marina, los comandos de élite capturaron vivos a Joaquín “El Chapo” Guzmán hace casi una semana, y a Miguel Ángel Morales Treviño, “El Z-40”, jefes de los cárteles del Pacífico y Los Zetas, que han sido hasta ahora los mayores éxitos del gobierno peñista en la lucha contra la delincuencia organizada.

Pese a ello, el almirante Soberón, ha sido discreto y sin buscar el protagonismo por los resultados que ha entregado al gobierno. En la instrucción presidencial de que, a diferencia del gobierno de Calderón, todos los méritos se reparten entre el gabinete de seguridad para transmitir el mensaje de coordinación y cohesión, el secretario de la Marina ha resistido la tentación de los reflectores. Ni se ha quejado con el presidente o con el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, con quien estableció una sólida relación cuando durante el gobierno de Peña Nieto en el estado de México, eran los enlaces entre él y el almirante Saynez, ni generado conflictos con el Ejército por celos y competencia, como sucedió entre su anterior jefe, y el ex secretario de la Defensa, Guillermo Galván.

Soberón, un marino sobresalientemente educado, de finos modales y tono de voz suave, no rompe la institucionalidad. Su relación con el actual secretario de la Defensa, general Salvador Cienfuegos, es estupenda. Viajan juntos y mantienen una comunicación intensa. Se comunican los operativos que están trabajando y se alertan mutuamente sobre irregularidades que les reportan sobre sus propios elementos. En una ocasión el año pasado, el general Cienfuegos le informó sobre un presunto caso de corrupción que el almirante resolvió con discreción.

Vidal Soberón nació en la ciudad de México en 1953, y pese a ser uno de los principales responsables de la seguridad nacional del Estado Mexicano, sólo tiene una maestría en esa materia, y un diplomado en Derechos Humanos del Colegio Naval de Guerra de Estados Unidos, en Newport, Rhode Island. A nivel de mando de tropa, su máximo fue ser comandante de Flotilla -barcos y aviones pequeños- en la Fuerza Naval del Pacífico, y comandante del Sector Naval en Matamoros.

El almirante Soberón tampoco cuenta con una carrera distinguida como agregado naval en el exterior, y su experiencia se reduce a la agregaduría en Panamá, que también se encarga de Nicaragua y Costa Rica. Su antecesor, el almirante Saynez, y el secretario de la Marina durante el gobierno de Ernesto Zedillo, el almirante José Ramón Lorenzo Franco, de quien fue jefe de ayudantes, por ejemplo, fueron agregados en el Reino Unido y adjunto en Washington, y en Washington y Francia, respectivamente. Los dos también tuvieron cargos administrativos de alta relevancia, a diferencia de Soberón.

Pero eso no le importa ni le incomoda. Quien ha hablado con él encuentra a un secretario sin complejos, afable y despojado de la soberbia que a veces disfraza lo primero. El almirante Soberón es de fácil trato y comunicación fluida, que gusta de narrar anécdotas cuando era oficial en el buque escuela “Cuauhtémoc” y cómo recorrió en él los mares del mundo. Pero esta es sólo la parte cuando no está en la operación cotidiana y mantenimiento de la disciplina. Los resultados hablan por sí de lo que ha sido el combate continuo a la delincuencia organizada. El almirante Saynez tenía razón al proponérselo al Presidente como su sucesor. No ha fallado.


twitter: @rivapa


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