sábado, 8 de marzo de 2014

René Delgado - Reconfiguración del poder

Sobreaviso
Reconfiguración del poder
 Si fuere menester resumir en un frase cuanto acontece en el país, no sería aventurado decir que reconfigura y redistribuye el poder sin tener una hoja de ruta.
Si se escapa a la manía de mirar por separado o de manera aislada el conjunto de sucesos que constituyen la realidad nacional, se está frente a la reconfiguración y redistribución del poder. Si se mira el conjunto de islas ese es el nombre del archipiélago, si se mira al conjunto de árboles ese es el nombre del bosque.
Hoy, el país se ha lanzado a reconfigurar el poder y a redistribuirlo, pero sin dar a conocer la hoja de ruta que permita saber si se cumple y cubre un itinerario preestablecido. El punto clave es determinar si tal sacudimiento derivará, en verdad, en un movimiento con dirección a un mejor destino.







  Las decisiones legislativas y políticas tomadas que, ahora, pasan al nivel de acción en el ámbito de la educación, las telecomunicaciones, la radiodifusión, la energía, la política, las elecciones, los cuerpos oficiales y extraoficiales de seguridad, el crimen, la corrupción, la hacienda y las finanzas públicas plantean una reconfiguración del poder que, en principio, deben ensanchar y asegurar el margen de maniobra del Estado.
Algunas de esas decisiones y acciones corrigen otras tomadas u omitidas en el pasado y, ciertamente, constituyen un hito. El momento mexicano, aun sin fijar claramente el siguiente instante, es histórico.
Inquieta, sin embargo, ver cómo una operación de esa magnitud y trascendencia se finca en pivotes tan frágiles como lo son las direcciones de los partidos políticos y cómo el gobierno se desinteresa por encontrar respaldo en los distintos sectores de la sociedad que, mejor informados, podrían apoyar las decisiones y acciones adoptadas.
En la debilidad de esos pivotes y en el hueco sin cubrir con sociedad están las claves para determinar el sentido y el destino de la reconfiguración del poder.
Los golpes dados son tremendos. Dejan sentir el jalón del sacudimiento, pero no el inicio de un movimiento direccionado.
Se descabezó a uno de los gremios más fuertes del país como lo es el del magisterio, pero no se tocó a la estructura corporativista de su sindicato y sí, en cambio, se avivó la resistencia de los sectores más duros de ese gremio que, bajo disfraz disidente, hacen gala de conservadurismo. A esa decisión político-penal siguió la acción legislativa para dar marco jurídico a la reforma de la educación y, satisfecho ese capítulo, no se informa de manera cabal del curso de su instrumentación.
Se decapitó al cártel más importante del narcotráfico -aunque, quizá, no al más peligroso- y, siendo evidente la participación de representantes del sector público y privado en esa industria criminal, no se advierten acciones tanto para desmantelar su estructura e ir por sus cómplices incrustados en los sectores mencionados y, sobre todo, para aprovechar la atmósfera generada y reenfocar la estrategia contra el crimen.
A la par de esa acción, el golpe dado a los Templarios en Michoacán pone al descubierto no sólo la dimensión y la diversificación de la industria criminal como también el grado de penetración que tuvo en organismos del Estado como la administración y la aduana del puerto. Y evidencia también un aspecto importantísimo, la globalización del crimen, los cómplices y socios de los Templarios en una potencia como China. De los cómplices nacionales o internacionales del crimen, poco o nada se sabe.
Y, en esa misma entidad, no acaba de entenderse la asociación de las fuerzas del Estado con las fuerzas de las supuestas autodefensas civiles, como tampoco por qué se ignoran, desprecian o vulneran a las autoridades constitucionales.
Por la vía hacendaria y financiera se cambiaron las reglas de juego en el ámbito del trabajo, el capital y el consumo y, acicateada por la falta de crecimiento económico y la sombra inflacionaria, la resistencia a ese cambio es de pronóstico reservado. El mismo Acuerdo de Certidumbre Tributaria se recibe con tan tímidos aplausos que se escucha el rechinar de dientes.
En materia de energía, el gobierno y los partidos optaron por abrir a la competencia la industria petrolera y eléctrica en vez de emprender una radical reforma administrativa de las empresas del Estado. Ahora, sin contar con las leyes reglamentarias para cuya elaboración resta menos de un par de meses, el fraude de la empresa Oceanografía pone al descubierto la corrupción de un importantísimo proveedor de Pemex que así como saqueaba a la paraestatal, defraudaba a la banca nacional e internacional. Abrir la industria sin tener una estrategia contra la corrupción, inquieta.
Las decisiones tomadas por el Instituto Federal de Telecomunicaciones son también un hito. Tocan a los gigantes de la radiodifusión y las telecomunicaciones que, luego de haber sido mimados y beneficiados por el propio Estado, se encuentran con decisiones que, sin duda, afectan a sus intereses. De ser acatadas las decisiones por los afectados y de ser gobernadas por la autoridad, el campo de juego será distinto y permite reponer un horizonte.
El jalón del sacudimiento comienza a sentirse, se han tocado cárteles o monopolios de gremios e industrias, criminales o no, importantísimos, pero hay un punto oscuro.
En el campo de la política y las elecciones la malhechura de la reforma deja en duda si el cambio de reglas fortalecerá o debilitará al régimen y si la fragilidad de los partidos políticos resistirá la embestida que, por la naturaleza, cobrará todavía más fuerza.
El priismo festeja y lame de nuevo su yugo, las corrientes del panismo y el perredismo se enfrascan en una lucha para determinar cuál de ellas debe quedarse con los restos de su naufragio, justo cuando de la acción legislativa las reformas han pasado al terreno de la acción política.
En esos pivotes se apoyan las reformas. El país vive un momento histórico, pero de pronóstico reservado: reconfigura y redistribuye el poder sin una hoja de ruta. Se siente el tirón del sacudimiento.
sobreaviso12@gmail.com


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