sábado, 12 de abril de 2014

Manuel Espino - Dos caras del PAN frente a la seguridad

Durante casi todo el sexenio pasado, el Partido Acción Nacional siguió la política del aplauso desde el piso. México atestiguó el triste espectáculo de una institución arrodillada ante un Presidente y divorciada de una ilustre tradición democrática.

Ese sometimiento cobarde no solo tuvo consecuencias políticas, también causó un pernicioso impacto en la historia nacional: el apoyo del PAN fue el cimiento desde el cual se lanzó una guerra contra el crimen cuyos saldos de sangre y cuya verdad completa
aún ignoramos.

Aunque algunos, desde dentro y desde fuera de ese partido, dijimos la verdad enfrentando las brutales embestidas políticas de Felipe Calderón, la dirigencia panista solapó la estrategia homicida del entonces presidente.






Ya en este 2014, con la comodidad de ser oposición, leemos en la prensa que “la dirigencia nacional del PAN puntualizó que el problema de inseguridad en el país se ha desbordado debido a una fallida estrategia gubernamental que no arroja resultados”.
El problema para los panistas es que México tiene memoria histórica y tiene sentido crítico, por lo que estos gestos huecos son percibidos como una muestra de cinismo y carroñería política.
Sí, quienes hemos trabajado por la paz y la seguridad pública desde muy diversas trincheras a lo largo de décadas tenemos plena consciencia de que el país enfrente una situación crítica. Nadie hace oídos sordos ante el clamor social que llega desde regiones como Michoacán, Tamaulipas, Morelos y varios otros estados.
No obstante, sabemos también que los más arduos retos en esta materia son consecuencia de la estrategia que ellos mismos loaron, por lo que ahora esta crítica más bien parece una “auto-emboscada”. Lapidan al que recoge los frutos negros, pero lisonjearon al que sembró el árbol.
Más paradójico resulta que el PAN haga esta crítica en voz de Cecilia Romero, justo la funcionaria que se vio forzada a renunciar a ser comisionada del Instituto Nacional de Migración tras la matanza de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas. Recordemos que Romero afirmó que dicho episodio, uno de los más trágicos en la historia de la migración en América Latina, fue tan solo “una línea más” en su currículo.
Además, aunque en octubre de 2010 Calderón envío al Congreso de la Unión una iniciativa de reforma constitucional para instituir el mando único, Romero declara ahora que la situación “no se soluciona con un comisionado federal ni con un mando único”.
Con esos antecedentes, personales e institucionales, ¿con qué cara el PAN y Cecilia Romero desdeñan a las autoridades municipales, estatales y federales que hoy están luchando en los frentes de la guerra que ellos declararon y libraron con total ausencia de autocrítica?
Igualmente importante es preguntar: ¿dónde están sus propuestas, justo esas que deben basar en un diagnóstico de la guerra que defendieron?
El diagnóstico es claro: el PAN sufre de esquizofrenia política y aunque
trata de aparentar ser un partido que se pone del lado de la sociedad y no del poder, sus palabras llegan con un sexenio de retraso.


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