Héctor Alejandro Méndez Ramírez, de tan solo 12 años de edad, murió el martes pasado, seis días después de que algunos de sus compañeros de clase lo azotaran varias veces contra una pared. La fuerza de los golpes que el 14 de mayo recibió en la cabeza le causaron la muerte cerebral. La agresión que acabó con su vida ocurrió en una secundaria pública de Ciudad Victoria, Tamaulipas, una de las ciudades más violentas del país.
Un día después de la muerte de este niño 110 personas resultaron lesionadas durante un violentísimo enfrentamiento entre policías y civiles en San Bartolo Ameyalco, pueblo localizado en la delegación Álvaro Obregón de la Ciudad de México. Después de ver los videos de lo ocurrido el miércoles pasado no queda otra que concluir que no hubo muertos gracias a la intercesión de la Virgen de Guadalupe y todos los santos que son venerados por los habitantes de ese lugar.
Ambos sucesos, el de Ciudad Victoria y el de San Bartolo Ameyalco, muestran los niveles de violencia incontrolable a que ha llegado la sociedad mexicana.
En la ciudad tamaulipeca vemos a niños imitando a sus mayores. En el pueblo defeño vemos a adultos emulando a otros violentos a sabiendas de que no serán castigados por sus delitos.
Como siempre, las autoridades afirman que esta vez no prevalecerá la impunidad y que serán castigados los responsables de matar a un niño o lapidar o apalear a policías desarmados que tienen prohibido defenderse de sus agresores.
El problema es que eso ya lo hemos escuchado muchas veces sin que a fin de cuentas sean castigados quienes matan, hieren o destruyen.
La violencia va en aumento porque nuestros gobernantes han avalado, por su inacción, las acciones de los delincuentes.
Algunos niños hieren o matan a otros porque tienen la muy fundada idea de que no les pasará nada porque han visto durante sus pocos años de vida que en México la mayoría de los delincuentes se salen con la suya o porque viven en hogares o comunidades donde la violencia física y/o emocional es su realidad cotidiana.
En lo que a los adultos se refiere, cada vez son más los que actúan violentamente porque saben que pueden hacerlo y no lamentarlo después.
La violencia crece y con ella la impunidad. Lo peor es que las autoridades aparentemente no quieren o no saben cómo enfrentar el problema.
El bullying es un reflejo de nuestra sociedad. Mientras ésta no se transforme para bien veremos cada vez más niños heridos o muertos por otros niños.
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