Colaboradores de Cordero sostuvieron a lo largo de la semana que existe un empate técnico con Madero, por lo que la elección está abierta, sin ganador claro. Visto en la superficie tienen razón. Un agregado de encuestas públicas lo tiene en la víspera de la votación del domingo por la presidencia del PAN con una desventaja de 3.2% del voto entre militantes frente a Madero, lo que metodológicamente es un empate. Pero las cosas en la realidad, no son tan diáfanas para el senador Cordero.
Arrancó la campaña en enero con una ventaja de 18 puntos sobre Madero, que tardó varias semanas más en iniciar la suya. En febrero la distancia se achicó a 12 puntos, y en marzo Madero se había retrasado una vez más por tres. Pero en abril, cuando arrancó en forma, se le trepó a Cordero. Desde entonces nunca más estuvo abajo en las preferencias electorales, con una tendencia al alza. De acuerdo con expertos en opinión pública, una visión más objetiva ante el mero dato final del acumulado de las encuestas, sugiere que la pérdida de preferencia sistemática que ha tenido Cordero, lo tiene en el umbral de la derrota.
Pero como dicen los propios, panistas, “somos panistas y las encuestas no reflejan necesariamente cómo vamos a votar”. Hoy, en los más de mil centros electorales instalados en el País, podrán participar los 217 mil panistas registrados en el padrón, aunque se estima que la participación, en forma muy optimista, estará ligeramente encima del 70%. “Dos a uno será la diferencia”, dice un colaborador de Madero. “Unos 92 mil votos es nuestra estimación”. Un colaborador de Cordero afirma: “Está difícil, pero todavía tenemos la esperanza de ganar”. Los militantes votarán por dos proyectos que, en el fondo, son excluyentes.
El de Madero propone el fortalecimiento de la relación institucional con el gobierno, que el año pasado, a través del Pacto por México, les dio resultados importantes al modificar la iniciativa presidencial de la Reforma Energética por una de mayor apertura, y al obligar al gobierno y al PRI, mediante al chantaje político de no votar ninguna ley secundaria si no se aprobaba la Reforma Política con los componentes principales que deseaba —un nuevo órgano electoral con poderes cuasi metaconstitucionales sobre los órganos electorales estatales—, a que se aprobara como lo pedían.
El de Cordero busca una relación mucho más distante con el Presidente, el gobierno y el PRI, en la lógica de un gabinete de sombra que esté observando constante y críticamente al Ejecutivo, y con una voz más contestataria y beligerante. “Si gana Cordero, las cosas costarán más y será un enorme dolor de cabeza”, dijo un funcionario federal. “Con Madero se podrá seguir negociando de mejor manera”.
Las diferencias entre los dos proyectos están lejos de ser recientes, o resultado de la lucha por el partido, que se volvió ardiente y públicamente encarnizada desde el año pasado. De hecho, la diferencia entre los dos proyectos se vio incluso antes de que iniciara el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, cuando Madero, que negoció con el equipo de transición y el PRD el Pacto por México en septiembre, quiso informar al aún presidente Felipe Calderón una semana antes del relevo de mando, quien nunca lo recibió. El diputado Max Cortázar, muy cercano a Calderón y uno de los estrategas actuales de Cordero, trató de persuadirlo que no lo firmara, pero lo ignoró. El equipo en torno a Caderón siempre se opuso a la estrategia de negociación en la que se había embarcado Madero, y lo combatió desde el principio. Pero con el poder en la mano, Madero, en ese entonces líder nacional del PAN, lo ejerció: en pleno uso de sus facultades, destituyó a Cordero como coordinador de la bancada en el Senado.
Fueron los momentos de mayor debilidad de Madero, donde Cordero y los suyos olieron sangre y salieron a devorarlo, pero el tiempo no les alcanzó. Los primeros resultados positivos del Pacto por México le inyectaron vigor a Madero y lo fueron fortaleciendo. Los alegatos e insultos de cercanos a Cordero contra Madero por su cercanía al poder, fueron neutralizados por los avances en las reformas. Cuando fueron aprobadas las reformas constitucionales, Madero proclamó que tenían “el ADN azul”.
El alegato de “entreguista” que le estampaban Cordero y los suyos a Madero, fue perdiendo fuerza en la medida en que sus cercanos y él mismo fueron aprobando las reformas constitucionales. A la estrategia de Cordero se le añadió la búsqueda de pérdida de legitimidad de Madero a través de permanentes denuncias de corrupción en su entorno, que le han hecho un daño considerable en imagen pública no sólo a los recipientes de esas acusaciones, sino al PAN mismo.
De cualquier forma, quien salió mejor librado de las acusaciones fue Cordero —entre sus cercanos, el único realmente salpicado por los temas de corrupción ha sido el senador Roberto Gil, pero sus escándalos no han contaminado a la campaña corderista—, que espera que una narrativa de ética política y honestidad den la vuelta al resultado del domingo. Pero en la paradoja de todo el proceso panista, como explican algunos de sus estrategas, es precisamente ese enjambre de intereses políticos y económicos que cruzan transversalmente al equipo de Madero, el que puede impulsarlo a la victoria. “Si actúan en defensa de sus intereses comunes, Madero va a ganar la elección”, admite uno de los estrategas de Cordero.
Si es así, se comprobará que Cordero no logró transmitir con eficacia su mensaje, que no fue persuasivo ni suficientemente contundente y, sobretodo, que no es un candidato ganador. Perdió la candidatura presidencial ante Josefina Vázquez Mota y ahora perdería la presidencia del PAN ante Madero. Sus posibilidades futuras quedarían muy maltrechas, mientras que las de Madero se subirían a un buque que lo podría llevar al 2018. No parece tan evidente, pero además de pelear por el partido y el proyecto, también se juegan, en muchos sentidos, su futuro político.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
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Leído en http://www.vanguardia.com.mx/columnas-loscontendientes-2043400.HTML
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