martes, 13 de mayo de 2014

Ricardo Raphael - El orador, mal operador

O P I N I Ó N
R I C A R D O   R A P H A E L
El orador, mal operador

Sigue haciendo agua por donde era obvio que sucedería. La re­forma educativa no está resistiendo la presión política de los intereses loca­les. Durante el último semes­tre fueron entregadas por los gobiernos estatales más de 34 mil plazas de maestro sin que para ello mediara mérito o concurso, como lo mandata la Constitución.

Las autoridades de Oaxa­ca, Puebla, Distrito Federal, Veracruz y ocho estados más, cedieron ante la pre­sión política de los líderes seccionales del SNTE. A cambio de este regalo la nueva cúpula magisterial aseguró lealtades y proba­blemente también consolida capacidad de movilización electoral.

Simulación que deses­pera. La primera de las re­formas, defendida con tanta energía por el Presidente Enrique Peña Nieto, naufra­ga sin remedio. Y es que sus arquitectos traicionaron la promesa del Ejecutivo cuan­do –en la legislación secun­daria – permitieron que cada entidad federativa diseñara su propio sistema de profe­sionalización docente.



Desde la SEP se ha escu­chado un discurso bien ar­gumentado que sin embargo no ha sido capaz de conmo­ver a la realidad. Contra lo que se dijo cuando lo nom­braron, el orador de la Plaza de Santo Domingo no tiene buenas dotes de operador. Es responsable, en parte, por un pésimo diseño de la ley del servicio profesional docente; también lo es por desatender el tránsito de un sistema patrimonialista y nepótico de las plazas, hacia otro de corte meritocrático y profesionalizante. 

De todos los reclamos, el más fuerte es por haber perdido el liderazgo en el aterrizaje de la reforma. Sucedió cuando sus opera­dores no supieron prever un mejor diseño institucional, cuando no quisieron limitar la acción política de la diri­gencia del magisterio, ahora encabezada por Juan Díaz, y cuando no lograron, desde la SEP, conducir con buen rum­bo los procedimientos del nuevo servicio profesional.

Un elemento más se suma al fracaso: el divorcio entre dos colaboradores clave del gobierno peñanietista. No han ocultado su esterilidad los pleitos entre Aurelio Nuño jefe de la oficina del Presidente y artífice princi­pal de la redacción consti­tucional de esta reforma  y Emilio Chuayffet, secretario de Educación y autor de la legislación secundaria.

Hace tiempo que Peña Nieto debió haber metido orden dentro de su gabinete y sin embargo cuestiones de personalidad, mezquinda­des políticas y, sobre todo, incompatibilidad de visio­nes, han lastimado la viabili­dad de esta reforma crucial.

No sobra aclarar que, de­trás de esta fractura hay otra aún más delicada. La distan­cia entre Emilio Chuayffet y Luis Videgaray, que viene de muy atrás. Pleito de palacio que comenzó en Toluca y ha tenido más de un episodio. Por ejemplo, la absurda dis­cusión sobre la compra de laptops o tabletas para los educandos, (en un País don­de entre el 60 por ciento y el 80 por ciento de las escuelas no tienen acceso a Internet), pasando por la aportación de 5 mil millones de pesos para que los maestros en­deudados paguen créditos atrasados o la confección de la nómina nacional única de docentes que va a entregar mucho poder a SHCP y no a la SEP.

En más de un sentido, la reforma educativa es ejem­plo del estilo de gobierno de Enrique Peña Nieto. Se trató de una idea muy buena que logró plasmarse en la Cons­titución. Luego vendría una ley del servicio profesional hecha con prisa y desaseo. Proyecto fallido porque sus redactores – dentro del Po­der Ejecutivo – no lograron ponerse de acuerdo. En un tercer momento fracasó la operación política que se necesitaba para que el tex­to constitucional aterrizara con todo su imperio en los estados. Basta con revisar las reformas educativas lo­cales para constatarlo.

Y finalmente el golpe de timón que los líderes ma­gisteriales y las autoridades locales han dado en contra del servicio profesional, sin que nadie sea capaz de con­tenerlos.

Si esta reforma, la educa­tiva, se convierte en profecía de lo que sucederá con el res­to de los temas impulsados dentro del Pacto por México, más vale prepararse para lo peor.

Cabe preguntarle a En­rique Peña Nieto: ¿De qué sirven los buenos oradores cuando no son buenos ope­radores? Tema para respon­der este próximo Día del Maestro.

@ricardomraphaelwww.ricardoraphael.com
 
Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104

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