miércoles, 4 de junio de 2014

Sergio Aguayo - Traslúcido

Enero 16 de 2013: Enrique Peña Nieto convoca a la prensa para autorizar la difusión pública de su declaración patrimonial. Mayo 14 de 2014: actualiza su declaración sin informar a nadie. Síntomas de un Gobierno traslúcido: deja que se filtre algo de luz pero impide apreciar los detalles.

Cuando Peña Nieto era candidato publicó un libro (“México, la gran esperanza”). En él aseguraba que la democracia daría resultados cuando “profundizar(amos en) la transparencia”. Aunque no aclaró cómo cumpliría el compromiso, las declaraciones patrimoniales son barómetro de las voluntades individuales (la ley les deja libertad de decir cuánto hacen público).

Como presidente, Peña Nieto empezó a caminar en este tema con bombo y platillo. El 16 de enero de 2013 invitó al Gabinete y a los medios de comunicación para que vieran cómo autorizaba -apretando la tecla de una computadora- la difusión del primer informe sobre sus propiedades. “Queremos -dijo- ser ejemplo ante la ciudadanía”.
 
 
 
 
 
 
 
 

Le llovieron las críticas porque resultó ser un monumento a la vaguedad. Aseguró que el 8 de diciembre de 2011 (días antes de ser nombrado candidato del PRI a la Presidencia) recibió una donación de obras de arte, joyería y varios bienes inmuebles; no detalló valor, ubicación o identidad de los que obsequiaron. Fue una invitación al sospechosismo y una confirmación de la levedad de su compromiso.

Al darse cuenta de lo resbaladizo del terreno se atrincheró en el silencio. El 30 de mayo de 2013 presentó discretamente otra declaración y no la subió a la página de la Presidencia. Hermetismo extraño porque en ese documento esclarece que los bienes inmuebles fueron donaciones de su madre y su padre, lo cual es consistente con la información que había presentado como Gobernador. La discreción tal vez se deba a que tampoco informó sobre el valor de las propiedades o la identidad de quien le regaló obras de arte y joyas. Un formulario casi idéntico es el que entregó sin alharaca el 14 de mayo pasado.

Enrique Peña Nieto no viola la ley; en ella se ampara para guardarse información. En las democracias consolidadas las normas dejan menos margen a quienes gobiernan. Barack Obama informó sobre sus bienes el mismo día que Peña Nieto (14 de mayo) y las diferencias son enormes. Una peculiaridad es que el documento llevaba la firma de dos funcionarios de la Oficina de Ética Gubernamental (una especie de Ombudsman de la transparencia).

El secretismo de Peña Nieto es contagioso. A excepción de Jesús Murillo Karam, que decidió no difundir su declaración, el resto del Gabinete se instaló en el tren de las inocuas generalidades. Lo negativo es que hay algunas secretarías de Estado (la SEP, por ejemplo) que hacen lo posible por dificultar el acceso a la información sobre la nómina o los comisionados magisteriales. Vivimos ya un claro retroceso si recordamos la cantidad de detalles reportados por Vicente Fox y Felipe Calderón y sus gobiernos.

Según las últimas encuestas de Excélsior, Mitofsky y Reforma se ha ido desplomando la aprobación a la gestión de Enrique Peña Nieto. Para Reforma cayó, entre los líderes de opinión, ¡32 puntos en un año! (de 78 a 46 entre abril de 2013 y abril de 2014). Hay, por supuesto, una multiplicidad de causas, pero uno de los motivos tras la insatisfacción es la pasividad de su Gobierno frente a la corrupción que, como es de todos sabido, tiene como hada madrina a la opacidad.

Enrique Peña Nieto y buena parte de su Gabinete siguen instalados en el México del “pues sí, pero no”. Por la mañana se declaran modernos, y para el mediodía ya tomaron decisiones que van en sentido contrario. En todas las oficinas públicas deberían poner, debajo de cada foto del Presidente, una frase de su libro: “Dejemos de evadir los temas incómodos: tenemos que ser más transparentes y rendir más y mejores cuentas”.

Los curiosos pueden revisar en mi página cuatro declaraciones patrimoniales de Enrique Peña Nieto (una de gobernador) y la última de Barack Obama.


La  miscelánea


¿A quién creerle? Para la senadora Diva Gastélum (PRI), hay que felicitar al presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), Raúl Plascencia, porque “en los últimos tres años esta Comisión ha tenido (uno de sus) periodos más productivos”. El mismo día Mirna Solórzano (madre de una de los 72 migrantes ejecutadas en agosto de 2010 en San Fernando, Tamaulipas) denunció que en los últimos tres años la CNDH ignoró a las víctimas: “Nunca nos llamaron... Yo le pido a la CNDH que haga su trabajo”. 


Comentarios: www.sergioaguayo.org


Colaboró Maura Roldán Álvarez.


Leído en http://www.am.com.mx/opinion/leon/traslucido-9508.HTML

 


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