jueves, 19 de junio de 2014

Sergio Sarmiento - ‘Torcida’ mexicana


“No todos podemos ser héroes. Alguien tiene que quedarse a un lado aclamándolos al pasar”.

Will Rogers

La torcida mexicana es extraordinaria. No deja nunca de gritar, no deja nunca de cantar”. Las palabras me las dice un brasileño que disfruta junto a mí el partido entre México y Brasil que termina en un empate a ceros pero que 14 mil mexicanos en las tribunas del estadio Castelao sienten como una victoria.

El futbol es un fenómeno muy especial. La gente empieza a llegar a las inmediaciones del estadio desde muy temprano. Los primeros son los mexicanos, muchos de los cuales se encuentran alojados en un crucero en el puerto de Fortaleza. Cuatro horas antes del partido ya hay miles esperando que se abran las puertas del estadio.










El desfile de disfraces es notable. La enorme mayoría de los mexicanos lleva camisetas verdes o las nuevas de color naranja que al final es la que usa la selección en el partido. Pero además hay muchos Chapulines Colorados y unas cuantas Chilindrinas. Los hinchas con máscara de luchador son numerosos. Unos cuantos se visten como guerreros aztecas. Uno lleva un águila en la cabeza. Uno más porta sobre la testa una cabeza de venado.

Los brasileños van llegando poco a poco y se asombran de que haya tantos mexicanos en un juego en Brasil, les sorprenden también los atuendos que visten. No toman a mal a la hinchada mexicana. Se divierten. Se toman fotos con los Chapulines Colorados y las Chilindrinas, con los luchadores y los guerreros aztecas. Pero hay en ellos un toque de condescendencia. La torcida brasileña está acostumbrada a ver ganar a su equipo, especialmente en Brasil, y no piensa que México pueda representar algún peligro.

El sentido de superioridad de los brasileños se mantiene al arranque del partido, pero asombra el ruido que 14 mil mexicanos pueden hacer en medio de un mar de camisetas verdeamarelas. En un momento se registra un duelo de voces. “Mé-xi-co, Mé-xi-co, Mé-xi-co”, gritan los mexicanos. “Bra-siu”, “Bra-siu”, responden los brasileños. Los coros se combinan rítmicamente en un mágico contrapunto. Parecería que 60 mil personas hubieran practicado para gritar de manera alternada.

Un cero a cero suele ser aburrido, pero éste no lo es. México no ha salido a defenderse como Croacia o como tantos equipos que se enfrentan a Brasil. Miguel Herrera manda atacar a sus jugadores una y otra vez. Si bien no hay duda de la superior calidad de los cracks brasileños, los mexicanos no hacen mal su tarea y ponen a temblar al guardameta brasileño, Julio César, y a su hinchada. “Ahora sí están preocupados”, me dice Gus, un mexicano, en el medio tiempo, apuntando los rostros de los brasileños que nos rodean. “Por lo menos eso ya lo logramos”.

En el segundo tiempo se intensifica la batalla bajo un cielo nublado pero con una temperatura de 28 grados y una agobiante humedad de 74 por ciento. Neymar hace un par de genialidades, de ésas que cambian partidos, pero Memo Ochoa se muestra grande en la meta mexicana. La multitud canta “Portero, portero”.

Los brasileños aprenden rápido de los mexicanos. Empiezan a gritar hechizos a Ochoa cuando éste se prepara para despejar y concluyen con “Puuutoooo” al momento de patear la pelota. La hinchada mexicana responde “Copiones, copiones”, cosa que los brasileños no entienden.

Los espectadores ven buena parte de la segunda mitad del partido de pie. Una vez que el árbitro turco pita el final, mexicanos y brasileños en las tribunas, tan agotados como los jugadores, se abrazan, aplauden y rinden tributo a los guerreros de la cancha. “Bon jogo”, dicen los brasileños; “Buen juego”, responden los mexicanos. “Nos vemos en la final”, dicen algunos. “Nos vemos na final”, responden los otros. Nunca un cero a cero le ha sabido tan dulce a la singular torcida mexicana.

Desaparecen protestas
Era de preverse. Una vez que los juegos de futbol han capturando la atención de los brasileños, han desaparecido las protestas de los grupos que se oponen a la Copa del Mundo. Los propios activistas saben que la mayoría de los brasileños adoran el futbol.
 




Leído en http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=245505


 



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